Los canarios asesinados por los nazis

28 isleños murieron en los campos de concentración de Hitler, principalmente en los de Mauthausen, cuya liberación acaba de cumplir 80 años

La Fiscalía General del Estado ha anunciado una investigación para determinar qué les pasó a ellos y a otros 4.400 españoles

Los 33 españoles de Auschwitz

Agencia ATLAS / Foto: EFE

Daniel Millet

Daniel Millet

Santa Cruz de Tenerife

Orencio Mata, Matías Sánchez, Fulgencio Lorenzo, Pedro Santana, José Dorta... Así comienza la lista canaria del Holocausto, la relación de los 28 isleños asesinados en los campos nazis de concentración. Ninguno pudo escapar a la mayor fábrica de exterminio jamás construida en la historia. Experimentos médicos, trabajos forzados, torturas, sin apenas comida ni bebida, bajo temperaturas gélidas, en medio de fusilamientos indiscriminados, plagas de enfermedades, asesinatos masivos en cámaras de gas que los propios alemanes se jactaban de ser capaces de acabar con 120 personas de forma simultánea…

Alejandro Moreno, Francisco Santana, Vicente Ramos, Domingo Domínguez, Manuel Abreu… Cayeron en manos de los nazis en Francia, a donde llegaron huyendo de la Guerra Civil española para toparse con otro conflicto mucho peor, la Segunda Guerra Mundial. Y acabaron en uno de los mayores complejos de la maquinaria genocida hitleriana: Mauthausen, Austria.  

El pasado lunes 5 de mayo se cumplieron 80 años de la liberación por tropas estadounidenses de Mauthausen. Estos 28 canarios y otros 4.400 españoles estuvieron allí, entre aquellas paredes mugrientas y aquellos muros oscuros protegidos con alambradas de espino que silenciaron tanto sufrimiento. Pero no pudieron contarlo, como otras 195.000 personas. La Fiscalía General del Estado de la Memoria Democrática aprovechó la efeméride para anunciar la apertura de una investigación por delitos de homicidio, asesinato, detención ilegal y desapariciones forzadas.

La relación canaria, así como la del resto de españoles, se conocía desde hacía al menos seis años. En agosto de 2019, el Boletín Oficial del Estado publica los nombres de los 4.427 españoles que murieron en Mauthausen y el Ministerio de Presidencia abre una web que ofrece una ficha con datos muy básicos de cada uno de ellos. Pero ¿cuáles fueron sus historias? ¿Cómo fueron sus periplos? ¿Cómo unos pescadores de Lanzarote, unos marineros de Gran Canaria, un barbero y un albañil de Tenerife o un agricultor de La Gomera terminaron en aquel infierno?

El médico que hizo el puzzle

Fabián Hernández, un médico de familia tinerfeño de 53 años aficionado a la Historia, ha compuesto el puzzle que permite hoy saber qué les pasó. Tras 15 años de trabajo abnegado en su tiempo libre y de navegar por cientos de fuentes, Hernández ha recopilado las vicisitudes de estos 28 canarios, pero también las de la veintena de isleños que sí vivieron para contar la liberación de Mauthausen y de sus 60 campos satélite.

Para lograrlo, ha consultado el trabajo de los principales investigadores de la memoria histórica del Archipiélago -Ricardo García Luis, Alfredo Mederos (ya fallecido), Pedro Medina Sanabria, Sergio Millares-, revisado la hemeroteca de la prensa, buceado en multitud de archivos -como el Centro Documenal de la Memoria Histórica, Fundación por la Memoria de la Deportación de Francia, Archivo Memorial de Mauthausen, ministerios de España, Francia y Alemania-, así como realizado entrevistas a descendientes de algunos de aquellos hombres cuyo rastro se había perdido en la niebla bélica.

Ilustración de alambre de espino y pájaros.

Ilustración de alambre de espino y pájaros. / LP/DLP

Errores en la lista ministerial

La labor de cribado de cientos y cientos de referencias y documentos ha sido tan exhaustiva que incluso Fabián Hernández ha descubierto errores en las referencias publicadas por el Ministerio de Presidencia y Memoria Democrática. En esa relación de 29 isleños hay dos que en realidad no nacieron en Canarias, uno que da por muerto cuando sobrevivió y otro que no se incluyó pero que el historiador Alfredo Mederos cree que debería incorporarse. Es decir, serían exactamente 28.

Pero lo importante para Fabián Hernández es convertir esa lista fría, vacía, en una gran enciclopedia de vivencias, de trayectorias llenas de lucha, de violencia, de alegrías, de decepciones, de contradicciones y, sobre todo, del peor de los desenlaces.

Gracias a toda esta labor colectiva de investigación que ha puesto al día Hernández, por ejemplo, se tienen datos de ese nombre que Alfredo Mederos defendió incorporar. Es el palmero Martín Medina Reyes, que moriría en un campo de concentración -no se sabe cuál-, después de unirse a la resistencia francesa y ser capturado por los nazis, arrojándose a las alambradas electrificadas.

Del primero al último

También se ha podido conocer cuál fue el primer canario que entró en Mauthausen, el más joven, el que tenía más edad, el que más tiempo aguantó, el que menos… Quien inauguró esta lista trágica fue precisamente el que más resistió a aquella pesadilla. Se llamaba Manuel Fuentes Nieto. Había nacido en Santa Cruz en 1912 y fue un estudiante brillante, el más joven que logró el título de perito mercantil en la Escuela de Comercio de la capital tinerfeña. Hijo de militar, emigró con su familia a Barcelona, donde fue llamado a filas en 1933. 

Un año después de la muerte de su padre estalla la Guerra Civil. Corría 1936 y Manuel Fuentes Nieto se une al ejército republicano en Aragón. Luego pasa a Cataluña, desde donde huye a Francia con la victoria franquista. Allí es capturado por los alemanes, que lo llevan a un campo de trabajo en Alemania y luego a Mauthausen. Entra en el campo austriaco el 6 de agosto de 1940, con 28 años. De ahí lo mandan al campo satélite de Gusen. No hubo ningún canario que soportara tanto tiempo como él en aquellas condiciones inhumanas: dos años y tres meses. El certificado del Ministerio de Guerra francés, realizado con base en los datos que dejaron los alemanes, fecha su muerte el 12 de noviembre de 1942. La razón que aparece en el documento carece de credibilidad: «neumonía».

Apenas unas horas después es inscrito en Mauthausen el segundo canario, que viajaba precisamente con Manuel Fuentes Nieto en un convoy de 398 españoles deportados por el ejército del führer: el marino mercante grancanario Matías Sánchez Santana. Fue el más veterano en perder la vida en el complejo austriaco. Se sabe que llegó con el chicharrero porque mientras este recibió como número de identificación el 3.181, al marino de Las Palmas de Gran Canaria le correspondió uno muy próximo: el 3.351. 

186 escalones. En memoria de los canarios de Mauthausen (1945-2022)

186 escalones. En memoria de los canarios de Mauthausen (1945-2022) / Andrés Gutiérrez

Del más veterano al más joven

Matías Sánchez Santana, como otros marineros y pescadores de la provincia oriental, huyó a la costa africana francesa para evitar la llamada del ejército. Estaba en Dakar, capital de Senegal, cuando estalla la Guerra Civil española. Finalmente, no pudo evitar el conflicto fratricida. Lo que se sabe de él es que se incorpora al bando republicano en Valencia formando parte de una expedición de 204 canarios que partió desde Port-Étienne, la actual Nouadhibou, en Mauritania. Lo atrapan los nazis en Francia, lo llevan primero a Mauthausen y luego a Gusen. Muere el 31 de julio de 1941 tras un año de trabajos forzados y vejaciones. Tenía 59 años.

El más joven que entró a aquellas factorías de aniquilación fue el palmero Fulgencio Lorenzo Rodríguez. Acababa de cumplir 22 años. Después de la insurrección militar del 18 de julio de 1936 estuvo alzado y escondido un tiempo hasta que se entregó a las autoridades militares de La Palma. Fue movilizado en 1938 por el bando nacional. Desertor en el frente, se refugia en Francia con el final de la Guerra Civil. Fue capturado por los nazis en 1940 y deportado a Mauthausen el 27 de enero de 1941. Lo trasladaron al subcampo de Gusen el 8 de abril de 1941. Murió el 16 de agosto de 1941

Sala de los Nombres

El que menos tiempo resistió fue el agricultor y carpintero Manuel González Abreu. Aunque nacido en Los Silos, fue concejal socialista en Garachico, municipio vecino del norte de Tenerife. Fue arrestado por los franquistas muy poco después del golpe de estado, encerrado en la cárcel de Fyffes -habilitada en unas naves de Santa Cruz cedidas por la empresa británica de frutas del mismo nombre- y canjeado en el País Vasco por presos del bando nacional. Murió en Gusen el 7 de noviembre de 1941, solo 21 días después de entrar en el campo principal, Mauthausen. Los alemanes dejaron escrito que falleció de «linfangitis y trastorno de la circulación».

Domingo Henríquez, Nicolás Hernández, Sebastián Perera, Felipe Rodríguez, Fidel Reyes… La inmensa mayoría figura hoy en el memorial conmemorativo Sala de los Nombres de Mauthausen. Hay más puntos en común. Todos fueron capturados en territorio galo, donde un importante número llegó a trabajar en el mantenimiento y refuerzo de la Línea Maginot, la muralla fortificada de defensa construida por Francia, a lo largo de su frontera con Alemania e Italia, después de la Primera Guerra Mundial. Poco sirvió cuando los alemanes sorprendieron a los franceses con un avance fulminante por Las Ardenas, región montañosa y boscosa que se extiende por Bélgica, Francia, Luxemburgo y una pequeña parte de Alemania.

Compañías de Trabajadores

En territorio galo pasaron de los campos de refugiados a las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE) o a la resistencia. De ahí fueron enviados a los campos de trabajo de Alemania una vez capturados por las tropas de Hitler y acabaron en los campos de concentración de Austria.

Al menos 22 de los 28 perdieron la vida en Gusen, un centro que estaba a 5 kilómetros del campo principal de Mauthausen, al que los nazis trasladaban a los prisioneros «inservibles». Muchos coincidieron en la Península, Francia, Alemania o Austria. Compartieron la magua de su tierra, los maltratos, la angustia, el dolor, el hambre... Se ayudaron entre ellos. Pero no había nada que hacer. Como decían, el que entra en Gusen sale por la chimenea convertido en humo.

Rubens Tabares Hernández, en una estampa familiar, con su madre y su hermana.

Rubens Tabares Hernández, en una estampa familiar, con su madre y su hermana. / Archivo de Fabián Hernández Romero

Cinco grupos

Sí hay diferencias en las circunstancias que condujeron a aquellos hombres a tan fatal destino. Domingo Cedrés, Miguel Santana, José Rodríguez, Aniceto Duque, Rubens Tabares... Según Fabián Hernández, se pueden dividir en cinco grupos.

La inmensa mayoría de los casos de la provincia de Las Palmas eran marinos o pescadores que por alguna razón -sus ideales republicanos, su negativa a ir a la guerra- huyeron a la costa africana, principalmente a Mauritania, el Sahara Occidental y Senegal. Viajaron en barcos y muchos entraron a la Península por Valencia para acabar en varios frentes, como los del Ebro o Cataluña. Al acabar el conflicto español se fugaron a Francia para evitar las represalias del franquismo, donde serían apresados por los nazis.

Luego están los desertores, de entre los que hay más casos de tinerfeños y palmeros. Los obligaron a entrar en las filas franquistas y terminaron marchándose a la Península y luego a Francia. 

Otro grupo lo conforman los detenidos por el franquismo que fueron intercambiados por militares del bando nacional. Hubo tres contingentes de isleños que salieron del campo de concentración de Fyffes con destino a la frontera de España con Francia, principalmente en el País Vasco. Algunos de estos canjeados fueron recibidos como héroes en Cataluña.

El tercer contingente está formado por presos recluidos en las cárceles flotantes del bando nacional que fueron deportados a Villa Cisneros, actual Dajla, en el Sahara Occidental. Entre aquellos deportados estaban figuras relevantes de la cultura como el poeta Pedro García Cabrera. En uno de los episodios más épicos de la memoria histórica canaria (1937), un grupo amplio de estos deportados toma el fuerte militar español en el Sahara y se hace con el Viera y Clavijo, un vapor que unía las dos capitales con la costa africana más próxima a las Islas. Aprovechando que los nacionales habían bajado la guardia, apresaron el barco -hubo tiroteos y hasta muertos-. En el Viera y Clavijo se evaden a territorio francés 154 hombres, entre los deportados, la tripulación del vapor, pasajeros y un nutrido número de soldados. Se dirigen al sur, al puerto de Dakar, y de ahí navegan al puerto de Marsella (Francia), desde donde se desplazan a la Península para unirse al bando republicano.

El ‘Viera y Clavijo’

La odisea del Viera y Clavijo se conoce con detalle en gran parte gracias al libro del periodista José Rial Vázquez, uno de aquellos deportados a Villa Cisneros. Había sido redactor jefe del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria y colaborador de La Prensa y La Tarde de Santa Cruz de Tenerife antes de ser detenido por los franquistas. Con el seudónimo de José Sahareño publicó el libro Villa Cisneros. Deportación y fuga de un grupo de antifascistas (1937), en el que relata su experiencia en aquel correíllo. José Rial se exilió tras la Guerra Civil en Francia, México y Venezuela. Regresó a Tenerife en 1960 y se incorporó a la redacción de La Tarde

Un cuarto grupo también está compuesto por desertores pero en este caso abandonaron el bando nacional en la Península. Y el quinto y último lo forman los canarios que se habían trasladado a residir a la Península cuando estalla la Guerra Civil

Francisco Afonso García

Francisco Afonso García / Archivo de Fabián Hernández Romero

Una carta bajo presión

Pedro Noda, Rafael Martín, Antonio Ramos, Manuel Fuentes… Uno de los pocos que pudo escribir una carta a sus familiares desde los campos nazis fue el tinerfeño Francisco Afonso García. También pertenece al grupo minoritario de canarios de los que se conserva alguna fotografía.

«Querida esposa e hijos: Deseo que al recibo de esta vos encontréis bien. Yo a la presente bien. No tengo noticias vuestras vos escrito varias, espero noticias de todos. Recuerdos a toda familia y amigos. Recibid un millón de besos y abrazos, pronto con vosotros, yo contento. F. Afonso».

El propio contenido de la misiva, aunque breve, aporta indicios del martirio que padecieron aquellos isleños y que alcanzó extremos insospechados. 

Fabián Hernández explica en la biografía de este guarda municipal, albañil y constructor chicharrero, que había puesto a una de sus hijas el nombre de Libertad, que «analizado grafológicamente este texto escrito a lápiz parece haber sido hecho por la mano de Francisco Afonso García, pero constata al mismo tiempo que su personalidad había sufrido una mutación brutal, pudiendo afirmarse que en 1941 es ya un hombre destruido por los avatares sobrellevados».

«Su credibilidad», puntualiza el investigador, «es bastante dudosa». «Llama la atención la fraseología empleada. Ello parece indicar que el desdichado prisionero hubo de escribir al dictado, empleando frases y palabras tópicas, no comprometedoras para sus carceleros. De su lectura salta a la vista que el cómitre dictador desconocía que en Canarias no se utilizan palabras como «vos», «vuestras», «vosotros», y que a nuestra forma de hablar canaria resulta extraña la segunda forma verbal del plural. Mas lo que resulta enormemente estremecedor es la despedida: pronto con vosotros, yo contento... Espeluznante despedida para un prisionero que debía conocer de su nula expectativa de salir vivo, estando prisionero de nazis asesinos, contra los cuales había venido luchando después de la Guerra Civil española».

Bronconeumonía y otras enfermedades

Según los alemanes, Francisco Afonso García murió en Gusen por una «bronconeumonía». Es la misma enfermedad que aparece en el expediente del pescador lanzaroteño Domingo Cedrés Arrocha, que huyó a Mauritania, luego pasó a Argelia, de ahí a Francia y acabó su vida en Gusen.

El marinero grancanario Domingo Domínguez Moreno perdió la vida, también en Gusen, presuntamente por una «debilidad circulatoria aguda». Y el comunista nacido en La Orotava Nicolás Hernández González tiene en la ficha como causa del deceso «neumonía bacteriana». Este tinerfeño fue uno de los pocos que combatió con las tropas regulares francesas contra los invasores germanos tras pasar por Fyffes, ser canjeado por prisioneros franquistas en Cataluña e irse a Francia. 

Nicolás Hernández González se unió en noviembre de 1939 a los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros (RMVE), que intentaron plantar cara en 1940 a la mítica y temible 7ª División Panzer del general Erwin Rommel. Apodada como división fantasma, fue una unidad blindada del Ejército alemán que participó en la Batalla de Francia, la operación Barbarroja (invasión de la Unión Soviética), la ocupación de Vichy (Francia) y combatió en el frente oriental hasta el final de la guerra.

No se sabe a ciencia cierta si estos isleños murieron por enfermedades originadas por las penosas condiciones de los campos de concentración o, tras ser privados de la libertad, fueron fusilados, envenenados, torturados o asfixiados en las cámaras de gas para luego acabar en los crematorios, razones que nunca admitieron los nazis en sus informes sobre unos centros en los que se calcula que murieron millones de personas -unos historiadores hablan de 2 millones y otros de más de 6-. 

Ilustración de alambre de espino y pájaros.

Ilustración de alambre de espino y pájaros. / LP/DLP

Registros eufemísticos

Lo que sí ha quedado demostrado es que para los nazis no merecían vivir debido a su origen étnico, religión, creencias políticas, orientación sexual o estado de salud. Es una sospecha obvia, viendo lo ocurrido en estos campos después de que las tropas aliadas los fueran descubriendo uno tras otro en su avance a Berlín, que la mayoría de estos 28 isleños fueran asesinados bien de forma violenta o como consecuencia del encarcelamiento, los trabajos forzados y las humillaciones constantes. Pero solo hay indicios de ejecuciones en al menos dos de estos canarios gracias a informaciones que llegaron al margen de los certificados, principalmente de supervivientes.

A Canarias llegó la historia real de uno de aquellos nombres por casualidad y no hace mucho, 20 años. El pescador conejero Pedro Noda de la Cruz, nacido en Yaiza el 30 de agosto de 1913, estuvo en el grupo de los hombres de mar que abandonaron a prisa y corriendo las Islas en dirección a la costa africana bajo mandato francés tras la insurrección militar. Es además un ejemplo significativo, común en otros isleños de esta lista, del doble sufrimiento que vivieron sus familias al no saber qué había sido de ellos. 

Pedro Noda, nieto de aquel lanzaroteño muerto en Bretstein, otro campo satélite de Mauthausen, el 6 de mayo de 1942 puso en un buscador de internet su nombre para encontrar información sobre el equipo de balonmano en el que jugaba. Lo que encontró aquel día del año 2005 cambió para siempre la historia de la saga, como reveló un reportaje de El País semanas después del hallazgo. Uno de los enlaces de la búsqueda remitía a un trabajo de investigación de un grupo de universitarios austriacos. Según este trabajo, Pedro Noda de la Cruz acabó en Bretstein junto a otros 250 republicanos españoles, clasificados en la letal terminología nazi como apátridas y enemigos del reich.

La familia sabía que había fallecido porque su mujer llegó a percibir una paga de viudedad de Alemania. Pero no conocía cómo se había producido el fatal desenlace. Además del intenso frío en aquel lugar remoto de la región austriaca de Estiria, del duro trabajo y las malas condiciones de vida, los prisioneros tuvieron que sobrellevar las humillaciones del kapo del campo. La tensión se incrementó por varios intentos de fuga. El líder de una de ellas pudo ser Pedro Noda de la Cruz. La profesora de aquellos estudiantes, Eva Feenstra, una mujer precisamente originaria de Gran Canaria, contó a El País que «por ello fue brutalmente apaleado, atado a una carreta y arrastrado por todo el recinto hasta causarle la muerte». «Su cadáver maltrecho fue expuesto en el campo en señal de amenaza y escarmiento», detalló Feenstra.

El otro caso muestra hasta qué extremo llegó el sadismo de los seguidores de Hitler, especialmente las SS, la organización paramilitar, policial, política, penitenciaria y de seguridad al servicio del führer. En el juicio a uno de los guardias de los campos de concentración, celebrado en el año 2018, se desveló que entre los innumerables métodos que usaron los nazis para sus asesinatos masivos había uno que no se conocía: inyectar gasolina directamente en el corazón. Así murió el estudiante palmero Orencio Mata Rodríguez el 27 de julio de 1941 en Gusen cuando tenía 27 años.

exposición "186 Escalones, en memoria de los Canarios de Mauthausen 1945-2021"

Panel de la exposición '186 Escalones, en memoria de los Canarios de Mauthausen 1945-2021'. / Andrés Gutiérrez

La historia de José Dorta Díaz

Rafael Martín, Antonio Ramos, Israel Cabrera, Emilio Reyes... Hubo hasta giros sarcásticos en unas biografías que bien podrían merecer una película. Ahí están las andanzas de José Dorta Díaz. Este tinerfeño natural de San Juan de la Rambla había emigrado a Cuba con su familia en plena adolescencia. En la isla caribeña se habría empapado de las ideas de izquierdas, pues nada más regresar se convierte en el principal promotor de la fundación del comité local de la Agrupación Socialista (AS) en San Juan de la Rambla. En las elecciones municipales de febrero de 1936 se convierte en concejal del ayuntamiento ramblero. Solo tres días después del alzamiento militar, el 21 de julio de 1936, la corporación de San Juan de la Rambla es destituida.

José Dorta Díaz es detenido y enviado a Fyffes. De Santa Cruz lo mandan a la frontera francesa en Irún en un canje con militares nacionales. Se incorpora a la retaguardia republicana en Barcelona y tras la derrota en la Guerra Civil pasa a Francia, donde forma parte de las Compañías de Trabajadores Españoles. Estaba en el contingente de 1.506 prisioneros españoles deportados que ingresan el 27 de enero de 1941 en Mauthausen. Su número en el campo de concentración es el 11.248. Según los registros, muere el 19 de septiembre de 1941 en Gusen debido a una «colitis ulcerosa».  

En octubre de 1959, las autoridades franquistas, las mismas que lo habían arrestado y forzado a irse a Cataluña y Francia, toman una decisión sobre su situación judicial. El Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Las Palmas lo había condenado en 1940 a pagar una multa de 50 pesetas, una cantidad que en aquella época era un dineral. El mismo jefe de Estado, el dictador Francisco Franco, firmó el indulto, que lo eximió de abonar una sanción que lo habría arruinado. Hacía más de 18 años que los nazis habían asesinado a José Dorta Díaz

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