Tesoros
de La Raya
hispano-lusa
Moisés Cayetano Rosado
Edita: Fundación Caja Badajoz
Depósito legal:
I.S.B.N.:
Diseño y maquetación: línea4.eu
Imprime: Imdex Impresores
Fotografías: Moisés Cayetano Rosado
Tesoros
de La Raya
hispano-lusa
Moisés Cayetano Rosado
Tesoros de La Raya hispano-lusa
Índice
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
31.
32.
33.
34.
35.
36.
37.
Tesoros de la Raya a nuestro alcance............................................8
La suerte de vivir en la Raya.............................................................10
Elvas se merece una visita detenida.............................................12
La grandeza del Forte de Santa Luzia, de Elvas.......................14
La espléndida grandeza del Forte da Graça, en Elvas..........18
El Acueducto de Elvas, un monumento lleno de sorpresas....22
Redescubrir Badajoz............................................................................24
Cara y cruz en el Fuerte de San Cristóbal de Badajoz.........28
Descubrir Campo Maior.....................................................................32
Ouguela: pequeño-gran tesoro vigilando la Raya.................34
El mirador de Portalegre....................................................................38
Marvão y Castelo de Vide: el encanto de los “nidos
de águila”...................................................................................................40
De Nisa a Sousel: La tentación del buen comer....................44
Alcántara, una ciudad monumental de frontera....................46
Valencia de Alcántara, pura Raya...................................................48
La magia de Alburquerque...............................................................52
Nueva visita al castillo de Alburquerque....................................54
Un pequeño tesoro en Barbacena................................................58
Los secretos de la Serra d’Ossa.......................................................60
Concelho de Alandroal, la tierra de los tres castillos...........62
Olivenza, el abrazo hispano-luso más extremo.....................66
Juromenha, la esplendorosa cenicienta....................................68
Vila Viçosa, la exuberante..................................................................70
Estremoz, un placer medieval.........................................................74
Sombras caminando por Evoramonte........................................78
Évora, patrimonio mundial fortificado........................................80
Acueducto de Évora: un paseo con Geraldo Sem Pavor........84
Monsaraz, la pizarra hecha ensueño...........................................88
De Mourão a Alconchel, atravesando la Raya.........................92
De Jerez a Burguillos pasando por el dolmen
de Toriñuelo.............................................................................................94
La costa alentejana, un tesoro salado.........................................98
Esplendor artístico en la azulejería de las
“estações ferroviárias”........................................................................100
El acueducto de Campillo de Deleitosa: tesoro
desconocido a nuestro alcance...................................................104
De Arroyomolinos a Montánchez, el ascenso a las
fuentes del agua..................................................................................106
Talaván, patrimonio religioso con tortuosa fortuna...........110
Rico tesoro geomorfológico de La Roca de la Sierra.........114
Corredor de invasión Madrid-Lisboa: tesoro
abaluartado de la Raya.....................................................................116
38. De Castro Marim a Valença do Minho, pasando por
Elvas y Almeida....................................................................................122
39. Fortificaciones de Lagos, un paseo entre la hierba
y el mar....................................................................................................126
40. Raya Sur: playas y fortalezas en hermosa
reserva natural...........................................................................................130
41. De Monsanto a Castelo Novo: diamantes en
estado puro................................................................................................134
42. Ciudad Rodrigo y Almeida, cara a cara en la frontera............136
43. Chaves, centinela del norte trasmontano...............................140
44. La mutua vigilancia de Monção y Salvaterra
de Miño...................................................................................................144
45. De Tuy a Valença do Minho, monumental
entrada a Portugal..............................................................................148
46. De Valença do Minho a Tuy de nuevo......................................150
47. Venturas y desventuras del Fuerte de Goián.........................154
48. O Forte da Ínsua, joya protectora de la
desembocadura del Miño..............................................................158
49. Castros gallegos, un ejemplo defensivo y
constructivo..........................................................................................160
50. De la gruta de Escoural al Cromlech dos
Almendres..............................................................................................164
51. Un paseo por Lisboa.........................................................................166
52. Casa do Alentejo: sorprendente tesoro en el corazón
de Lisboa.................................................................................................170
53. Sesimbra, un tesoro entre el mar y la serra de
Arrábida...................................................................................................174
54. Portinho da Arrábida, de las ruinas romanas a la
magia contemporánea.....................................................................178
55. Fortaleza de Outão: la serena grandeza..................................182
56. Fortificaciones de Setúbal contra piratas, corsarios
y espanhois............................................................................................186
57. La apostura encumbrada del castillo de Palmela................190
58. Líneas de invasión y herencia monumental en la
Raya..........................................................................................................194
59. Conocer y valorar el patrimonio fortificado de
la Raya......................................................................................................198
60. Volver la vista atrás con el Atlas de Lorenzo Possi.............202
61. Redondo y sus fantasiosas ruas floridas..................................206
62. Festas do Povo de Campo Maior, el arte del papel.............208
63. Comer con buche en la Raya........................................................210
64. Comer en el puerto deportivo “Isla de la Ceniza”.................212
65. El tren Badajoz-Elvas por el viejo campo de batalla...........216
Tesoros de La Raya hispano-lusa
Prólogo
La Raya hispano-lusa ha sido siempre un lugar de paso, de asentamiento,
de solidaridades y de confrontaciones,
en cambios sucesivos. Fruto de ello es
el legado que hemos heredado, manifestado de una forma envidiable en su patrimonio monumental histórico-artístico
de todas las etapas, sin que se quede
atrás el urbanístico, el del paisaje humanizado, el de sus manifestaciones festivas o su gastronomía.
Este libro pretende, precisamente,
ser un acercamiento a todo ello. A este
“todo” inabarcable del que las páginas
que siguen son una muestra para conocer, reconocer y recrearse en lo que
muchos ya han experimentado o quieren recorrer. Una muestra de lo que,
una vez abierto el camino, puede seguir
profundizándose, extendiéndose, pues
los “Tesoros de la Raya” son verdaderamente incontables.
Aparte de que ese “hilo que nos separa, pero también nos cose”, abre sus
hebras a un lado y otro, al este y al oes-
te, como mancha de aceite, siguiendo el
cauce de los ríos y la línea de cumbres
de cerros y montañas, internándose en
la Península y asomándose al Atlántico en rasgos que nos son perfectamente
identificables.
La Fundación Caja Badajoz, ofrece
la presente publicación a los amantes
de “lo transfronterizo” en el convencimiento de que se dirige a una inmensa
mayoría, pues muchos, cada vez más,
son los que se entusiasman penetrando
en el legado que tenemos ahí, al alcance de la mano, y del que formamos
parte indivisible. Y lo hace en la seguridad de poner a disposición del lector un instrumento escrito y fotográfico
que incita a que cada uno de nosotros
vaya creando y ampliando su propia relación de “tesoros” que son “identidad”
y “orgullo” para todos.
Emilio Vázquez Guerrero
Presidente Funcación Caja Badajoz
1
Paisaje de la Raya vista desde globo
Tesoros de la Raya a
nuestro alcance
Desde el Minho portugués y la Galicia española, pasando por Tras-os-Montes, las Beiras y Castilla-León,
descendiendo por Alentejo y por Extremadura, para acabar en el Algarve y Andalucía, todo un mundo fantástico de tesoros -unos naturales y otros moldeados
por la mano del hombre- se nos ofrecen al alcance
de la mano, al alcance de los ojos, del gusto, del olfato.
Lo que es un macizo rocoso desgastado, primario,
donde el granito aflora con sus grandes bolos y la
pizarra crea espacios empinados de enormes hojas
superpuestas, se ve suavizado por los depósitos de ríos
que atraviesan la Raya remansados, acumulando sedimentos en lo que millones de años más atrás fueran
entrantes marítimos que crearon plataformas calizas y
marmóreas.
El clima suave de la zona norte, de influencia atlántica, recrudecido en el centro por la influencia continental -salvo en los oasis montañosos-, se va mediterraneizando conforme descendemos hacia el sur, cambiando
hayas, robles, nogales y castaños, por encinas y
alcornoques, alternados con grandes pastizales, con jaras y romeros.
Y en medio de ese paisaje: la huella humana
de castros imponentes que ya presentan las orillas
del Miño, o de los dólmenes que entre Beira y Castilla-León son abundantes, pero se multiplican en Alentejo-Extremadura, más los restos tartésicos abajo,
siguiendo la desembocadura del Guadiana.
Elvas vista desde globo
Por encima, dominante cerros y montes, el testimonio de los enfrentamientos medievales en cas-
8
Vista de Trujillo. Castillo y torres
tillos roqueros, que después se artillarían cuando los enfrentamientos hispano-portugueses de la
Edad Moderna dan paso al nuevo sistema constructivo: el abaluartado. De nueva planta van a surgir
nuestras mejores maquinarias defensivas, algunas
de las cuales -como las fortificaciones de Elvas- han
logrado la calificación de Patrimonio de la Humanidad, y otras preparan su candidatura, tan adelantada en Valença do Minho, Almeida, Ciudad Rodrigo, Marvão, y con satisfactorios avances en Badajoz,
Olivenza, Castro Marim, etc.
Hay, también, en esta Raya, un patrimonio
monumental religioso de alto valor histórico y
artístico, que en el conventual de Alcántara alcanza
una grandeza extraordinaria, pero que no es menor
su valor en las increíbles iglesias de pueblos -hoy
pequeños, semidespoblados- que en su día fueron
puntos cruciales en el desarrollo de las órdenes militares, tan importantes durante y después de la
reconquista cristiana, con la repoblación del territorio fronterizo.
En medio de tanta variedad geomorfológica, de
toda esa carga histórica con su legado artístico, no
es menor tesoro el gastronómico, que brevemente es marítimo en las puntas norte y sur, para desarrollar una variedad creativa extraordinaria en los
cereales de secano -donde se hacen “milagros” con
el pan-, los productos hortícolas, la oveja y el cerdo
en todo el amplio resto, totalizando el conjunto más
de mil doscientos kilómetros de frontera.
Paisaje de Tras-Os-Montes
La aventura de conocerla, de vivirla, es un
apasionante reto lleno de sorpresas, un goce que
implica a todos los sentidos.
9
2
La Raya desde la Sierra de Alor (Olivenza)
La suerte de vivir en
la Raya
Vivir en la Raya es como hacerlo en una especie de mundo mágico, de país de las mil y una
maravillas. En breve tiempo, pasamos de un acompañamiento ambiental de voces en castellano
a otro en portugués, como si todo se hubiera trastocado.
Pasamos de tomarnos nuestro café con leche a
ponernos delante de umabica, pequeñísimo café tan
concentrado como solo nuestros vecinos consiguen
hacer. Del pan de nuestro lado español, esponjoso y blando, al portugués, más compacto, abultado
y oscuro. De nuestras sopas caldosas a sus espesas açordas. De nuestros fritos a sus asados. De
nuestras calderetas de cordero a sus ensopados de
borrego; de la candelilla bañada en miel a la baba
de camelo…
Pasamos sobre la línea del tiempo viendo cómo
nos dejó marcados: aquellas luchas persistentes nos
legan este patrimonio que se “encara” en un
lado y otro de la Raya, preventivamente, preparado
para cualquier ataque repentino en nuestras portentosas fortificaciones.
Y dejamos atrás nuestro flamenco y pasodobles, nuestras alegres jotas rayanas, para ir introduciéndonos en su sentido fado, en los profundos
coros de cante alentejano.
En cuestión de un momento, nos situamos al
otro lado del espejo. En la otra cara de la misma
moneda, que a veces se entremezclan y crean un
producto renovado, llevándonos a nueva dimensión.
Así es el caso de Olivenza, donde se encuentran
“las hijas de España y nietas de Portugal” (según
una de las jotas más conocidas del folklore
extremeño), con sabores ambientales de las dos
culturas, superpuestas.
Pero que también se va dando en poblaciones de
ambos lados, tan cercanas que se dan la mano,
mojada la separación apenas por un río, como Tuy
y Valença do Minho al norte fronterizo (Galicia
y Minho), o Alcoutim y Sanlúcar de Guadiana en el sur (Algarve y Andalucía); otras veces,
con una explanada que se acorta a base de construcciones acercándose, como ocurre con Badajoz
y Elvas.
10
Vista de Tuy desde Valença do Minho
El Sol cayendo sobre Elvas visto desde Badajoz
Vista de Sanlúcar de Guadiana desde Alcoutim (Portugal)
Nada más curioso que pasear al borde mismo
de la Raya, a través de los campos, e ir saludando
a caminantes de uno y otro lado, alternando los
idiomas hermanados. Y comprobar que sucesivamente cambiamos de hora, como si pudiéramos
hacer un viaje en el tiempo, retrocediendo y avanzando según nuestro gusto.
Vivir en la Raya es casi vivir en la fantasía e
incluso en el capricho de desdoblarnos en mundos
diferentes, que en su variedad se complementan y
enriquecen. ¿Nos damos cuenta de la suerte que se
tiene al ser “rayanos”? Indagarlo es nuestro destino
de “blog de caminante”, empeñado en encontrar
tesoros que iremos descubriendo paso a paso.
11
3
Elvas desde globo
Elvas se merece una
visita detenida
Lucía (del siglo XVII) y de Graça (siglo XVIII),
protegiendo a la ciudad desde los cerros que por el
sur y el norte la flanquean respectivamente, auxiliados por tres fortines monumentales.
Posiblemente estamos ante el ejemplo de arquitectura militar más completa de la Edad
Moderna de toda Europa, y la mejor conservada. Afortunadamente, en el Fuerte de Santa
Lucía han realizado una ejemplar restauración,
adaptándosele como Museo Militar. Queda que se
haga lo mismo con el de Graça, uno de los más
impresionantes que existen en el mundo, y ya cedido por el Gobierno portugués al municipio para su
rehabilitación y uso.
Dentro de este espacio privilegiado podemos visitar el castillo medieval de los siglos XIV al XVI,
desde donde las vistas son extraordinarias a todo el
entorno. Restos de amurallamiento musulmán y cristiano bajomedieval, formando tres cercas en anillo.
También podemos contemplar construcciones
religiosas góticas, renacentistas y barrocas:
iglesias y conventos con altares barrocos en madera
y mármol, azulejería historiada y tallas escultóricas
de primera calidad. Otras de tipo militar, como
diversos cuarteles, polvorines, depósitos de intendencia y hospitales, dan cuenta de la importancia
estratégica de esta Plaza.
Creo que ha desaparecido el tópico de ir a Elvas para comprar toallas y comer mariscos en El
Cristo, aguantando pacientemente colas como si estuviésemos en la puerta de un convento donde nos
den la sopa boba.
Lo triste es que aún muchos, con la urgencia
del turista repetido, no han disfrutado de una
ciudad verdaderamente hermosa y destacada, que
ha logrado en 2012 la calificación de Patrimonio
de la Humanidad por su “guarnición fronteriza
y fortificaciones”, en la que no tiene rival.
Elvas, además de ser una población comercial tradicionalmente importante en la frontera, y
tener una oferta variada y atractiva de restaurantes, puede asombrar a cualquiera con su patrimonio artístico, monumental y popular.
Todo su Casco Antiguo está rodeado por
un amurallamiento abaluartado de los siglos
XVII y XVIII, que es una fortificación completa,
con tres puertas en uso, fosos, cortinas, baluartes,
bastiones y explanadas de 5 kilómetros de extensión. Desde él se aprecian los fuertes de Santa
12
Praça da República
Su espléndida Plaza de la República, desde
la cual salen hacia el castillo calles y callejuelas de
preciosa traza medieval tiene al fondo la antigua
Sé (catedral) que es un compendio artístico en el
que destaca el manuelino.
Al oeste, presenta un monumental acueducto
de más de 8 km de longitud y casi mil arcadas,
el Acueducto de Amoreira, construido entre
los siglos XVI y XVII, e iniciado por el arquitecto Francisco de Arruda, sigue en perfecto uso,
como sus aljibes, tan imprescindibles en los múltiples asedios que la ciudad sufrió.
Por si fuese poco, en los alrededores existe una
importante cantidad de restos neolíticos, especialmente dólmenes, en una ruta visitable, así como
villas romanas de meritorios mosaicos, en medio
de espesos bosques de encinas y alcornoques,
que nos van conectando con otras ciudades y pueblos que poco a poco iremos visitando en adelante.
Y como en cualquier población del Alentejo, la gastronomía a base de productos de la tierra (açordas
campesinas; ensopados y asados de borrego y
porco alentejano; quesos de oveja; sericaia com
ameixas; vino tinto y bagaço de la zona), no tienen nada que envidiar a los mariscos que desde aquí
llevamos tantos años consumiendo en esta ciudad Patrimonio Mundial.
Iglesia de S. Domingos. Elvas
Palacios y palacetes junto a casonas de fachadas encaladas en blanco y ocre típico de Alentejo han
sido acertadamente rehabilitados.
Empedrados en piedra caliza y basáltica muestran dibujos que sólo los artesanos alentejanos saben
hacer. Numerosas fuentes de mármol y, ya saliendo de las murallas, extensos jardines que ocupan fosos y explanadas nos conducen hacia la parte
moderna de la ciudad.
Acueducto de Elvas
13
4
El Forte de Santa Luzia desde globo
La grandeza del Forte
de Santa Luzia, de
Elvas
Y es en estos fuertes donde se condensa la
grandeza y belleza de estas fortificaciones “a
la moderna”. Al estar libres de obstáculos exteriores y sin construcciones previas en el interior que
respetar o grandes espacios a los que adaptarse por
sus curvas de nivel, desplegaron todo el potencial de la ingeniería, conjugada con la geometría; la funcionalidad con la belleza, la técnica
con el arte.
Dentro de la amplia relación de fuertes en la
Raya, uno de los mejor recuperados, rehabilitados y
puesto en uso, resultar ser el Forte de Santa Luzia,
de Elvas. Un fuerte comenzado a levantar en
1641 (a raíz de la Guerra de Restauração), bajo la
dirección de Carlos Lassart, ingeniero mayor del
Reino, perteneciendo el proyecto final al jesuita holandés João Pascácio Cosmander, ingeniero militar, matemático y arquitecto, principal diseñador
de las fortificaciones alentejanas del siglo XVII. En
1648 estaba terminado, si bien desde 1644 ya
presta importantes servicios de defensa.
Tras ser asediado infructuosamente el año aludido, sufriría nuevos cercos en 1658 y 1959, dentro
de la Guerra de Restauración (1640-1668). Posteriormente, en la Guerra de Sucesión a la Corona
Española (1704-1712), protagonizó otras dos eficaces defensas: en 1706 y 1712.
La frontera luso-española está “sembrada”
de fortificaciones abaluartadas, que a un lado y
otro se corresponden frecuentemente como botón y
ojal de una camisa… desgarrada por las frecuentes
guerras de la Edad Moderna.
Estas impresionantes maquinarias defensivas,
de gran complejidad, fueron la respuesta a la invención y avances de la pirobalística: el ataque
con cada vez más potente armamento de fuego, ante
los que los elevados castillos medievales eran como
parapetos de cartón. Y hubo que remover tierras,
terraplenar espacios, cavar profundos fosos, levantar gruesas murallas inclinadas que desviaran los
impactos, proteger con obstáculos exteriores (como
revellines y medias-lunas, pentágonos en los vértices de las cortinas de murallas para favorecer fuego cruzado…). También, levantar fuertes exteriores
cuando las poblaciones tenían cerros alrededor (padrastros) desde los que el enemigo pudiera hacer
blanco con su armamento.
14
El Forte de Santa Luzia desde Fortim de S. Mamede
Nuevamente, durante la llamada Guerra de
las Naranjas (1801) volvería a ser asediado. Algo
que se repite en las Guerras Peninsulares (18071812), en dos ocasiones: 1807 y 1808; la primera por
los franceses, que logran entrar, y la segunda por el
ejército anglo-luso, que lo libera.
rediente la interior) en la cara N. Un baluarte en
cada ángulo del polígono rectangular interior, ya
en el tercer foso. Culmina -en el centro- la Casa del
Gobernador, con amplios miradores y linterna.
El fuerte está suficientemente dotado de cisternas para resistir un asedio de varios meses; almacenes de armas, municiones y víveres; cuarteles para acoger a la guarnición; cuartos para
reclusiones; galerías interiores de comunicación; instalaciones sanitarias, capilla… todo a
prueba de bombardeos.
Se comunica con la plaza de Elvas mediante un
camino cubierto (a ambos lados del paso), recto, que
se conserva en gran parte.
Tras quedar fuera de uso militar, en 1884 acogió
al Lazareto de Elvas. En el año 2000 se emprendieron obras de rehabilitación, para su uso
como Museo Militar, que es el que actualmente
tiene, habiendo sido inaugurado el 18 de noviembre
de 2001.
El Museo se distribuye en seis antiguas casernas (estancias a prueba de bombas) donde se
recrea y documenta con armamento, pertrechos,
maquetas, audiovisuales… la historia militar de Elvas desde la Edad Media hasta mediados del siglo
XIX. Se completa con la instalación exterior de
piezas de artillería reales, y militares de dive-
Covas de lobo-Forte S. Luzia
El fuerte tiene tres fosos sucesivos, poseyendo
el exterior atenazado abundantes covas de lobo (pozos disimulados con cobertura vegetal y dotados al
interior de lanzas de madera para atrapar a los asediantes), cuatro tambores y un reducto angular.
En el segundo foso posee dos revellines (al E. y al
S.). Puertas dobles (tras primero y segundo foso, con
15
sas épocas recreados en resina especial para
intemperie.
La visita, por tanto, resulta altamente instructiva para comprender los sistemas de defensa de la
Edad Moderna y del siglo XIX, así como para repasar la historia de enfrentamientos en la Raya desde
la reconquista medieval.
Y el recorrido por los paseos de ronda de las
murallas es una delicia, ya que las vistas hacia
Elvas, hacia la planicie que comunica con Badajoz (y Badajoz mismo), los fortines exteriores de la
población (S. Mamede, S. Pedro y S. Domingos, al
pie del monumental Acueducto de Amoreira este
último), el Forte da Graça y el oeste que nos lleva
al interior alentejano, resultan una experiencia inigualable.
Galeria Forte S. Luzia
16
Panorámica del Forte de Santa Luzia, Plaza de Elvas y Forte da Graça
Forte de Santa
Luzia
el Fortim
de S. Mamede
Interior
del desde
Forte de
Santa Luzia
17
5
El Forte da Graça visto desde el Forte de Santa Luzia
La espléndida
grandeza del Forte
da Graça,
En Elvas
yor altitud -monte da Graça- hacía falta una
defensa que impidiera la ocupación enemiga:
a tiro de cañón quedaba el castillo medieval y la
población en general. Su ocupación ya le ocasionó
graves trastornos en el Cerco de 1658-59, y especialmente volvería a servir para una acción gravosa
durante la Guerra de los Siete Años, en 1762.
Al estar Elvas enclavada en la entrada más expedita de Portugal, y en la línea directa MadridLisboa, ha tenido que fortalecerse y reforzarse
a lo largo de la historia como si fuera un inmenso
cangrejo, lleno de defensas y endurecido su caparazón.
En la Edad Moderna -pasados los tiempos de
avance contra los musulmanes, en línea de confrontación norte-sur-, llegan las hostilidades con “el
vecino de al lado”, España, con lo que la amenaza
viene del este para el oeste, con centro estratégico en Elvas.
Así, aparte de sus triples murallas medievales,
sobresale en ella su fortificación abaluartada de
mediados del siglo XVII, completada con el
Forte de Santa Luzia, como escudo ante Badajoz.
Pero ya en la Guerra de Restauração (1640-1668)
se vio que hacia el norte, en la elevación de ma-
Leyenda sobre la construcción del Forte en su reducto central
De ahí que, bajo el reinado de D. José I, su primer ministro -el Marqués de Pombal- decidiera encargar el proyecto de construcción de un fuerte
al Conde de Lippe, reorganizador del Ejército
portugués.
Las obras se iniciaron en julio de 1763, bajo la
dirección primero del ingeniero francés Étienne e
18
Garita antes y después de rehabilitarse
Covas de lobo antes y después de la rehabilitación
inmediatamente después por el coronel Guilherme
Luís António de Valleré, estando operativo en 1792,
si bien obras adicionales se prolongaron a lo largo
de treinta años. Trabajaron allí 6.000 hombres,
sirviéndose de 4.000 animales.
Resistió los cercos de la Guerra de las Naranjas (1801) y de las Guerras Napoleónicas, en
las que destacó el bombardeo sin ocupación de las
tropas del general Soult en 1811. Posteriormente sería desactivado como maquinaria defensiva, pasando
a ser en el siglo XX, y especialmente durante la
dictadura de Salazar, prisión militar. Instaurada la
democracia, tras la Revolução dos Cravos, queda sin
uso, aunque con vigilancia del Ejército, que en los
últimos años, a medida que se desmantelaban los
cuarteles de Elvas, se relajó, pasando al abandono.
Actualmente, por fortuna, y por una tenaz
insistencia de la Cámara Municipal de Elvas,
está magníficamente rehabilitado. La Cámara
Municipal piensa destinar sus instalaciones para
actividades culturales, musealización (Centro
Interpretativo del Fuerte y Centro de Arquitectura y Estrategia Militar), así como otras infraestructuras relacionadas con el patrimonio.
Así, lo que hoy ya -a pesar de las heridas del
tiempo, el abandono y el incivismo y rapiña de algunos- es en sí un monumento portentoso y el más
impresionante de los fuertes de la Península ibérica, se convertirá en una joya de primer nivel
en todo el mundo por lo que a fuertes abaluartados se refiere.
En la Raia/Raya, solamente el de la Concepción -también de mediados del siglo XVIII, aunque
comenzado 30 años antes-, de la provincia de Salamanca, se le aproxima en grandiosidad, si bien
éste último sufrió irreversibles voladuras en 1810
-ordenadas por el general inglés Crawford, en su
retirada ante el avance del general francés Masséna-, que destruyeron en gran parte sus baluartes y
revellines.
19
Hornabeque antes y en el proceso de rehabilitación
El Forte da Graça -o también llamado “de
Lippe”- es de planta cuadrangular, con 150 metros
de lado, cuatro baluartes pentagonales muy pronunciados y cuatro revellines protegiendo las respectivas cortinas. Tiene doble puerta monumental
y tres poternas, así como amplio y profundo foso,
caminos cubiertos espaciosos y pronunciados glacis
terraplenados en forma de estrella de ángulos destacadamente elevados.
Al medio posee un gran reducto elevado, de
planta circular, con cisterna, dependencias de servicios y capilla en sus plantas inferiores y Casa
del Gobernador en las dos superiores, más terraza,
hasta completar seis plantas. En las esquinas de los
baluartes existe un amplio complejo de estanciasviviendas y adosados a las cortinas inmensos pabellones corridos para estancia de la guarnición. Se
añade a esta estructura cuadrangular un hornabeque con revellín y poterna hacia el norte,
y al igual que todo el conjunto un foso seco extraor-
dinariamente profundo; al exterior, varias líneas
de “covas de lobo” (pozos de un par de metros de
profundidad por otro tanto de diámetro, con estacas
puntiagudas en el interior, disimuladas por fuera,
tapándose con ramaje), completan la defensa.
Caminar desde la base del monte, por el antiguo camino sinuoso aún en uso, deambular por sus
paseos de ronda, bajar a los fosos, subir a la terraza
de la Casa del Gobernador, acercarse al hornabeque y pasar a las “covas de lobo”, es toda una
experiencia inolvidable. Y desde el interior, “encontrar” el pasadizo con pronunciadas escaleras que
conduce al exterior del recinto, por donde se accedía
a manantiales de agua, resulta siempre tentador.
20
Vista desde el interior del Forte da Graça
Vista a Badajoz desde el Forte da Graça
21
6
Acueducto da Amoreira, de Elvas
El Acueducto de
Elvas, un monumento
lleno de sorpresas
Durante la Guerra Restauração (16401668) se convirtió en un obstáculo para la construcción de un nuevo conjunto de fortificaciones. Ingenieros militares exponen la posibilidad de
derribar el acueducto, respaldados por D. João
IV. La ciudad se opuso a esta medida; el Conde de
São Lourenço, gobernador de la Plaza de Elvas,
gestionó una petición a la corona, que finalmente
renunció al derribo.
En 1537 Rey D. João III encargó al arquitecto Francisco de Arruda -maestro de las obras
del Alentejo y autor del Acueducto da Água da Prata de Évora- el proyecto de un acueducto para
Elvas, ante la insuficiencia de las fuentes propias,
dado el crecimiento de la población.
El trabajo se ejecutó a cargo de los impuestos
cobrados a los pobladores, pero en 1547 las obras
se suspendieron debido a la falta de fondos. Hasta
1571 no consiguen reanudarse. Esta segunda campaña de trabajos -dirigida por el ingeniero Afonso Álvares- continuó hasta 1580: la subida al trono de Felipe I (Felipe II de España) originó un nuevo parón.
Las obras fueron retomadas en el siglo XVII.
En el año 1622 se completó el conjunto, con
un recorrido de 12.380 metros, varias galerías
que en la primera zona son subterráneas, captando
el agua de 11 fuentes diferentes y construyéndose
843 arcos en su recorrido, así como diversos aljibes
públicos y privados en el Casco Intramuros.
Cisterna del Acueducto da Amoreira en el Casco Histórico de Elvas
Para sortear las dificultades de abastecimiento
de la ciudad durante la guerra proyectó una enorme cisterna, el ingeniero Nicolás de Langres,
construyéndose a mediados del siglo XVII. Era un
22
Enlace del Acueducto con la fortificación de la Plaza de Elvas
modelo “abovedado y a prueba de bombas”,
conectado con el acueducto a través de una tubería
subterránea, la cisterna -que aún sigue dando servicio en épocas de sequía- tiene 56 m. de largo, 5
metros de ancho y 8 m. de altura.
Se accede a ella desde la calle por 25 escalones
y tiene 1.636 metros cúbicos de capacidad (según
cubicación del teniente coronel José Galheta Ribeiro).
En el Valle de San Francisco -en la entrada
oeste de la ciudad, desde donde viene la canalización- el acueducto se eleva majestuosamente a lo largo de 1.113 metros, con cuatro arcos
superpuestos, apoyados en pilares cuadrangulares,
reforzados por contrafuertes semicirculares, alcanzando treinta y un metros de altura.
Es la zona más espectacular del Acueducto, auténtico ex-libris de la ciudad, que desde sus dos
fuertes, desde el castillo medieval y desde el aire
ofrece un espectáculo lleno de belleza, armonía y
grandiosidad.
Integrado en la Guarnición fronteriza y fortificaciones de la ciudad de Elvas -clasificadas en
2012 como Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO-, es pieza estratégica esencial del conjunto defensivo. Por ello, su monumentalidad y estado
de conservación, constituye uno de los ejemplares
histórica, técnica y artísticamente más admirables del mundo.
Detalle monumental del Acueducto de Elvas
Desde la enorme explanada de aparcamientos
que hay en su base (lugar privilegiado para observarlo) podemos seguir su traza hasta cerca de
la pequeña población de Calçadinha -siempre
al borde o próximo a la carretera-, lo que constituye
un paseo a pie, entre olivos y tierras de labor, de
2’5 kilómetros, sin dificultades, apto para todas
las edades y capacidades, aparte de fantástico
para los amantes de la naturaleza, el patrimonio
artístico y la fotografía.
23
7
Alcazaba. Paseo de ronda. Torre de Espantaperros. Facultad Biblioteconomía
Redescubrir
Badajoz
Inmediatamente al sur, la Plaza Alta -con
sabor renacentista, corredores porticados y
bóvedas de aristas, su prolongado rectángulo
que comunica a través del Arco del Peso con
la Plaza de San José y sus casas mudéjares-,
nos lleva a una trama urbana llena de rincones,
plazoletas, callejuelas en cuesta, que siguen conservando una herencia medieval lleno de vitalismo.
Más abajo, y antes de llegar al cinturón de amurallamiento abaluartado del s. XVII (uno de los mejores de Europa, a pesar de pasados destrozos para
facilitar la expansión urbana, y que hasta bien
entrado el s. XX fue el límite del poblamiento),
abundantes casonas, iglesias, conventos, antiguos
cuarteles, nos hablaban del largo pasado señorial,
religioso y militar de la villa: siempre en lucha
con Portugal, reforzándose ante las continuas hostilidades, elevando testimonios de piedra, parapeto
y arte ante el antiguo enemigo. ¡Lástima que gran
parte de ese patrimonio lo haya devorado la explosión desarrollista!
En medio, la Catedral, como una fortaleza,
faro y protección, recia por fuera, pequeña,
hermosa y bien tratada en su interior tardogótico, renacentista y barroco: su altar mayor
es un gigantesco tabernáculo del siglo XVIII; su
coro atesora una magnífica sillería plateresca; en-
Cuando exhibimos valores patrimoniales,
turísticos, etc. de Extremadura, queda relegada Badajoz. Se justifica el atractivo por su gran
oferta comercial, sus importantes servicios sanitarios y su Universidad. Sin embargo, esta ciudad al
borde de la Raya, que casi se precipita al otro lado
de la frontera en su imparable expansión, guarda
tesoros que la hacen especial no sólo en nuestro entorno, sino en toda la Península.
Badajoz tiene una extraordinaria Alcazaba
(con un interesante Museo Arqueológico en el
restaurado palacio de los Duques de La Roca,
del s. XVI), vistosa, aceptablemente completa en
sus elementos esenciales, recién rehabilitada, a orillas del Guadiana, que es un legado fundamentalmente almohade, de 80.000 metros cuadrados,
incomparable. Sus puertas en recodo, especialmente
la del Capitel, y sus torres albarranas -destacando
la de La Atalaya, octogonal, coronada por templete
con añadidos mudéjares-, no tienen rival en el arte
militar islámico, por su monumentalidad y perfección.
24
Fuerte de San Cristóbal, baluartee, revelín y fosos
25
la modernidad de nuevos barrios en continua expansión, así como parques y jardines que fueron
siempre orgullo de toda la ciudad: Castelar, Infantiles, San Roque (necesitado, éste sí, de recuperar
la antigua magia “japonesa” que supo darle el artista local Antonio Juez).
Luego, hemos de adentrarnos en ese santuario
que es el Museo Extremeño e Iberoamericano
de Arte Contemporáneo (MEIAC), levantado
sobre el antiguo Fuerte de Pardaleras, después
Prisión Provincial, hoy receptor de obras de los mejores artistas de España, Portugal e Iberoamérica.
Museo rodeado de excelentes jardines con buen número de palmeras, que tanto abunda por toda la
ciudad.
Y, coronando este conjunto, el río Guadiana,
que está siendo recuperado. Buen espacio para
deportes náuticos, paseos, cita en las orillas, entre suscuatro puentes. Y desde él se nos ofrece
la Puerta de Palmas, almenada; los dos cerros de
vigía (el de La Muela -con la Alcazaba- y el de San
Cristóbal, con el impresionante Fuerte del siglo XVII, la primera fortificación abaluartada
de la ciudad).
Hay que ir, venir, descubrir esta ciudad-tesoro,
firmemente rayana y tantas veces “cenicienta”,
abierta como dos alas de mariposa desde el eje que
forma el río Guadiana, con sus antenas orientadas
(Ifeba, Lusiberia, multicentros comerciales…) hacia
Portugal.
Rejería de la catedral de Badajoz
tre ambos, espléndidas rejerías barrocas. El claustro presenta paredes de azulejería policromada, de
arabescos, y bóvedas marcadamente portuguesas en
la ornamentación.
Hay que pararse en el Museo Catedralicio, con
sus tablas de Luis de Morales, las piezas de alabastro, marfiles, orfebrería de los s. XVI al XIX. Y
de allí al Provincial de Bellas Artes, uno de los
mejores en su categoría del país. Entre uno y otro,
callejeando por la estrechez del Casco Antiguo, tascas y bares presentan una oferta interminable: ¿encontró alguien más deliciosos churros,
migas o cachuelas; tapas de jamón, prueba de cerdo
o cochinillo frito; mejor cocido extremeño, cochifrito
o caldereta?
Badajoz exige una larga parada y fonda para
descubrir su atractivo de siglos. Y para recorrer
26
Fuerte de Pardaleras-Prisión Provincial-MEIAC
27
8
Baluarte, fosos y revellín del Fuerte de San Cristóbal de Badajoz
Cara y cruz en
el Fuerte de San
Cristóbal de Badajoz
más expuesta al enemigo: la que mira a los cerros de Orinaza, al norte.
Con dos baluartes al oeste y dos semibaluartes al este, su forma rectangular irregular, de
puerta de entrada al sur, tiene en su interior las
huellas de toda la historia desde mediados del siglo
XVII a mediados del siglo XX, pudiéndose “leer”
en sus muros y construcciones nada menos que 300
años de acontecimientos político-militares.
Hasta la reciente intervención arquitectónica
que ha padecido, conservó en buen estado de
recuperación la Casa del Gobernador, esencial y señera en todos los fuertes (magníficas son
las cercanas elvenses de Santa Lucía y da Graça, o
el de Juromenha). Igualmente, las dependencias
para la guarnición de servicio, que sufriría diversas transformaciones con el tiempo, desembocando en los años treinta del siglo XX -cuando
se ceden a la ciudad las murallas, por parte del
Gobierno Central- en presidio militar, motivo por
El Fuerte de San Cristóbal -uno de los más
importantes fuertes de la Raya/Raia- es el elemento más antiguo de toda la fortificación
abaluartada de Badajoz. Construido entre 1641
y 1668, a lo largo de toda la Guerra de Restauração
de Portugal significó la barrera defensiva más
eficaz para la ciudad. En lo sucesivo la protegerá
en todo intento de invasión por la orilla derecha
del Guadiana (el camino natural desde Portugal),
junto al hornabeque de la cabeza del Puente Viejo,
con el que se unía mediante un camino cubierto ya
desaparecido. Jamás, en todos los asedios a que
fue sometido, sería conquistado al asalto.
Su extraordinaria ubicación y construcción cumplen con las normas más exigentes de la ingeniería
abaluartada. Situado en lo alto del cerro de su nombre, no es visible desde el exterior, sino que se “esconde” tras los glacis que lo rodean, contando
con una recia contraescarpa, camino cubierto,
profundo foso y voluminoso revellín en la zona
28
Recreación de artilleros
el que siguió bajo competencia del Ministerio de
la Guerra.
Al cesar este cometido, pasó definitivamente el
Fuerte a la ciudad, perdiendo sus funciones y pasando al abandono, a pesar de distintos proyectos
de rehabilitación y uso que nunca fraguaron.
El Fuerte cumplía con los dos requisitos
básicos para entrar en las exigencias de la
UNESCO para ser declarado Patrimonio de
la Humanidad: autenticidad (no adulterando su
construcción y transcurso histórico de uso), integridad (no destruyendo sus componentes en ningún
momento, presentando solamente deterioros secundarios propios del transcurso del tiempo). A ello se
une el entorno cualificado: sus alrededores no han
sido ocupados con construcciones de ningún tipo,
conservándose inalterado sus glacis.
Además de esto, presenta la condición más contundente de las que la UNESCO valora en su decisión: es un elemento monumental altamente representativo de toda una etapa histórica (las luchas en toda la Edad Moderna e inicio de la
Contemporánea entre España, Portugal y sus
respectivos aliados).
Ahora, con dotación económica, surgió el problema actuando en el interior… para darle fundamentalmente uso hotelero. Uso hotelero ocupán-
dose hasta la colmatación con edificaciones
de nuevo cuño y plataforma superior inventada como si fuera una gran terraza, introduciendo materiales extraños como el hormigón, el acero,
abundantes cristalerías y jardinería cenital
Es decir, estamos ante una actuación que respeta la “cáscara” del monumento del siglo XVII
pero ignora su significación en todo el resto de
las edades Moderna y Contemporánea hasta
mediados del siglo XX, en que pasa a la consideración de Monumento Nacional (en 1931) y Bien de
Interés Cultural (en 1985): las máximas calificaciones de protección que se dan en España.
29
Interior del Fuerte con panel de sus construcciones originales
Casa del Gobernador del Fuerte de San antes y después de la reciente rehabilitación.
30
Alerta desde el interior del Fuerte
Interior del Fuerte desaparecido
Terrazas inapropiadas en el Fuerte
31
9
Castillo y fortificación abaluartada de Campo Maior
Descubrir Campo
Maior
Como hay que dar un amplio rodeo hasta entroncar
con la carretera que viene de Elvas, durante todo el
trayecto -a mano derecha- nos irá acompañando esta
vista de la ciudad dominada por ambos monumentos
a cuyos pies se extiende un caserío de tejados rojos
y blancas fachadas que emparientan el urbanismo
rural alentejano con el extremeño. Delimitando este
espacio, tenemos amplios lienzos de muralla abaluartada de los siglos XVII y XVIII; no olvidemos
que estamos ante una ciudad fuertemente fortificada,
fronteriza, enfrentada tantas veces con España, de
la que a principios del siglo XIII (1219) dependió,
al ser conquistada a los musulmanes, hasta que
en 1297 pasó a formar parte de Portugal, por el
Tratado de Alcañices.
A estas alturas quizás sea una exageración hablar de descubrir Campo Maior, cuando tantos
rayanos hemos disfrutado de sus calles engalanadas con flores de papel en las fiestas que -sin una
periodicidad exacta- celebran en septiembre. Otros
muchos van al cercano Barragem do Caia, amplio
y pintoresco embalse, para pescar, bañarse, practicar el campismo, coger espárragos, etc. También
algunos disfrutan de sus cada vez mejor acondicionados restaurantes, que hacen la competencia
a los de Elvas, sobre todo en la preparación del
bacalao, el ensopado de borrego, los asados y los
dulces caseros.
Sin embargo, Campo Maior es mucho más. Ya
cuando vamos por la carretera que nos lleva desde
Badajoz (no el “atajo” que, llegando, se indica a la
derecha, sino de frente) tenemos una vista impresionante de su castillo medieval -mandado edificar por el rey D. Dinis en 1310- y de la Iglesia
mayor (Igreja Matriz), precioso templo de los
siglos XVI-XVII, de altísima fachada flanqueada
por dos torres gemelas.
Vista panorámica de Campo Maior
32
Praça da Câmara Municipal
Callejear por su zona antigua es una delicia. El
entramado medieval de la misma, lleno de rincones,
calles que se estrechan o ensanchan, que se ondulan,
que suben la cuesta hasta el castillo (visitable, de hermosas vistas al territorio circundante y caserío en anillo, de amplias chimeneas) nos trasporta en el tiempo
y nos envuelve con su serenidad, su remanso de paz.
Son de garantía sus pequeños restaurantes, en
muchos de los cuales han recuperado la artística bóveda extremeño-alentejana, y sus pastelerías, con buenos -y muy azucarados- dulces y café. De garantía
son también, en el Jardim -la plaza principal-, sus
terrazas, donde podemos comer unos deliciosos
caracoles a precio más que asequible, y deambular
entre la densidad de su arbolado, arbustos y parterres.
Entre este Jardim y la Iglesia principal está la
Plaza del Ayuntamiento (Câmara Municipal), que
al medio tiene uno de los Pelourinhos (Picota o
Royo, en español) más hermosos de la Península. Y al lado de esta Iglesia –de magníficos altares de mármol-, una capilla (Capela dos Ossos)
forrada de huesos humanos de la que sólo existe
otro modelo en todo Portugal, en Évora; recordatorio tétrico y pintoresco de que “todos tenemos que
morir” y de que “los huesos que aquí estamos, por
los vuestros esperamos”. En fin, siempre es un alivio poder seguirlo viendo…
Diversos museos completan el aliciente de la visita, como el del Lagar, el de Arte Sacra, el Museu Aberto do Quartel do Assento o el del Café.
A siete kilómetros en dirección noreste se encuentra una pequeña aldea que recomiendo conocer: Ouguela, con 140 habitantes, castillo de la
misma época que el anterior. La misma está reforzada por asombrosa fortificación de la Edad Moderna, que una vez más nos hablan de la importancia estratégica de la zona en las guerras con España. Una amplísima vista de la campiña hasta
Alburquerque hace las delicias de cualquiera. Incluso desde ahí se puede ir, por buena carretera, a
esta ciudad española, con la que tantas relaciones
siempre tuvo, a pesar de los polvorientos caminos
en las épocas del contrabando con que tanta gente
humilde se ganaba la vida.
Entrada a la fortificación de Ouguela
33
10
Ouguela en su promontorio
Ouguela:
pequeño-gran tesoro
vigilando
La Raya
administrativa de 1836, en que pasa a depender del
concelho de Campo Maior.
Desde uno a otro de estos dos reinados, se configurará definitivamente el castillo, pasando a
ser una de las plazas fuertes más importantes
del Alto Alentejo, defensora de la frontera frente
al poderoso señorío castellano de Alburquerque.
Esta función de control fronterizo y defensivo
volverá a desempeñarla activa y reiteradamente a lo largo de la Edad Moderna, especialmente
durante la Guerra de Restauração o independencia
de Portugal (1640-1668), en que fue tomada por
los ejércitos españoles durante veinte años (16421662). Después, durante la Guerra de Sucesión de
la Corona española (1701-1714), especialmente en
la ofensiva de 1709. Sufre nueva invasión en 1762,
y otra más en la llamada Guerra de las Naranjas
(1801), en que volvió a ser ocupada.
Por todo ello, su amurallamiento medieval
sería complementado con refuerzos abaluartados desde un primer momento de estos conflictos
modernos, bajo proyecto de uno de los ingenieros
más importantes del siglo XVII, que trabajó intensamente en la frontera alentejana: el francés Nicolau de Langres.
Subiendo de Campo Maior hacia el norte -camino de la Raya/Raia, para ir hasta Alburquerque-,
nos encontramos a 10 kilómetros de la primera,
casi pegando a la frontera, esta pequeña población de poco más de cincuenta habitantes.
Su lugar privilegiado, en un pronunciado cerro cercano al río Gévora, rodeado de tierras
feraces y de manantiales, le han hecho centro de
ocupación poblacional desde época prerromana hasta la actualidad, en que ha quedado tan
mermado de ocupantes. Celtas, romanos, visigodos,
musulmanes… han ido pasando por este promontorio, fortificándolo estos últimos, antes de que la ocupación cristiana le diera su conformación definitiva.
Será el rey D. Dinis el que le otorgue fuero propio en 1298, que D. Manuel renueva en
1512. Conservará estatuto de villa hasta la reforma
34
Alburquerque y su castillo al fondo visto desde Ouguela
Castelo de Ouguela
35
Entrada a la fortaleza e iglesia parroquial adosada
Sin embargo, las actuaciones más importantes tendrán lugar a mediados del siglo XVIII,
en que se le dota a la fortaleza de un baluarte, un
medio baluarte y revellín.
A resultas de ello, nos ha quedado un hermoso patrimonio, consecuencia de estos conflictos medievales y de la Edad Moderna. Así,
tenemos en la actualidad un espacioso patio de armas aún habitado, con amplísima cisterna al medio (pudiéndose contemplar en un hueco central las
escaleras de bajada y en otro la cavidad de la misma), horno comunal y huertas entre el caserío,
además de monumental Casa del Gobernador,
recientemente rehabilitada.
Protegiéndolo todo, conserva una hermosa muralla medieval, con extraordinarios torreones, que
puede ser recorrida por su paseo de ronda, contemplándose a esta altura de más de 260 metros
sobre el nivel del mar el extraordinario valle transfronterizo. Ello nos permite disfrutar al norte de
la Serra de São Mamede y la Sierra de San
Pedro (contemplándose claramente la silueta del
castillo de Alburquerque), al oeste la inmensa
planicie alentejana hasta más allá de Arronches
y del barragem (pantano) do Caia, al este la vega
pizarrosa de Villar del Rey, y al sur Campo
Maior.
La puerta de entrada de la fortificación medieval -posteriormente remodelada- fue protegida en el
siglo XVII por un semibaluarte, perfectamente
conservado, como también lo están otras construcciones “a la moderna”: hornabeque al este,
la zona más expuesta a la ofensiva; profundo foso
perimetral, contraescarpa, camino cubierto,
parapetos y plazas de armas.
La visita a este patrimonio monumental resulta
siempre grata. El paseo por sus ronda elevadas, un
goce para todos los sentidos: inmensas vistas
circulares a valles y planicies; avistamiento de aves
que sobrevuelan el castillo y los alrededores; el olor
de la naturaleza cambiante de una densa vegetación
contrastada de riveras y montes; el sonido relajado
de algún rebaño de ovejas… y ese aroma de la cocina casera alentejana, que nos viene de las casitas
de este interior fortificado, o de las otras viviendas
que ascienden desde sus calles empinadas hasta la
fortaleza. Goce general para experimentar y que a
partir de ahí siempre nos gustará de repetir.
36
Acceso a la fortificación
Panel informativo
37
11
Claustro gótico en Portalegre
EL mirador de
Portalegre
Cuando desde Campo Maior partimos hacia
Portalegre, hemos de pasar -en ese recorrido de
47 kms.- por tres poblaciones que hacen más
corto y grato el camino: Degolados, Arronches
y San Tiago. La primera es un núcleo pequeño, de
casas bajas muy blancas y chimeneas alentejanas
de buen porte. La segunda es una villa similar a
Campo Maior en tamaño, con una iglesia de torres muy airosas y un caserío irregular, compacto
y llamativo, pero al que apenas rozaremos, pues la
carretera lo va dejando a nuestra izquierda. A esa
altura, vamos a contemplar al este la Sierra de San
Mamede, amplia y espesa. Al llegar a la aldea de
San Tiago, ya el Parque Natural de esta sierra, nos
invita decididamente a adentrarnos en él.
Estamos enseguida en Portalegre. Ciudad
construida en lo alto de un montículo y rodeada de otros, a cual más esbelto. Podemos elegir:
campo o ciudad. Nos internamos en el espeso bosque, que asciende por encima del caserío, oteando
el horizonte desde altitudes de 1.000 metros, en medio de una fabulosa vegetación mediterránea, o nos
adentramos en una ciudad donde entre sus casas
blancas, de calles empinadas, admiraremos importantes vestigios de las Edades Media y Moderna.
El Parque Natural de la Sierra de San Mamede ocupa casi 32.000 hectáreas y allí se encuentra el pico más alto de Alentejo: de São Mamede, de 1.025 m., desde el cual una gran extensión de
Alentejo y Extremadura nos queda a la vista. Una
red de caminos medievales conecta distintos puntos
del Parque, que nos llevan al norte hasta Castelo de
Vide y al sur hasta Esperança, donde existe un núcleo arqueológico con pinturas rupestres. Encinas,
alcornoques, robles; jaras, madroños, romero,
brezo... copan el terreno que pisamos.
La ciudad de Portalegre, importante núcleo
desde el Medievo, por su producción de tejido de
lana, posee un castillo de finales del siglo XIII,
ordenado construir por el rey Don Dinís. Se conservan aún tres de las diez torres originales de la
muralla y otras tres puertas de las ocho que se
abrieron en ella; lo podemos ver en nuestro paseo
por sus calles laberínticas.
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Sé (catedral) de Portalegre
Cementerio de Portalegre
La Sé (catedral), construida entre los siglos
XVI y XVIII, sobresale -como el castillo- del
caserío, con sus dos torres rematadas en punta,
destacando en el interior sus cinco capillas. Al lado
está el Museo Municipal, instalado en una casona del siglo XVI, con importantes piezas de arte
sacro, mobiliario y cerámica, así como una destacada colección iconográfica de San Antonio. Otro
museo esencial, subiendo a la Sierra, es la Casa de
José Regio, instalado en el que fue hogar de este
gran poeta (1901-1969), de valiosa colección artesana reunida por él. Muy cerca, para el que guste del arte funerario, el magnífico cementerio,
con valiosas tumbas y panteones neogóticos,
neoclásicos, de arte moderno, etc.; pocos le ganan en originalidad.
Ciudad de conventos y palacios, sin igual en patrimonio del siglo XVIII, es digna de callejear reposadamente, descubriendo en sus pequeños restaurantes las habas guisadas con chorizo y tocino,
sopa de bacalao, cabrito asado, conejo empanado,
su delicioso pan con pasas y, de postre, tocinillo de
cielo y bolo real. ¡Más que suficientes calorías para
seguir subiendo hasta el picacho de Marvão!
Ventana manuelina en Portalegre
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12
Castillo y fortificación de Marvão
Marvão y Castelo de
Vide: el encanto de
los “nidos de águila”
alrededores, la vegetación es densa, de grandes árboles y frondoso sotobosque.
Tras atravesar los grandes lienzos de muralla
del siglo XVII, entramos en una red de callejuelas
en cuesta, de casas blancas, balcones floridos, rejas
forjadas, puertas góticas y ventanas manuelinas, sin
que falten capillas mínimas y plazoletas de árboles centenarios, desde donde se abarca una hermosa panorámica de los alrededores transfronterizos.
Más arriba está el amurallamiento medieval,
con su castillo levantado a finales del siglo
XIII, coronando el picacho como nido de águila.
Subiendo a la torre del homenaje, descubriremos
una de las vistas más impresionantes de todo
Portugal, y veremos la cercana Castelo de Vide,
villa no suficientemente valorada a pesar de su belleza, compleja y concentrada en una red urbana
relativamente pequeña.
Antes de llegar a este alzamiento cuarcítico, viniendo de Portalegre, podemos visitar la magnífi-
Marvão y Castelo de Vide están en el mismo
paralelo que Valencia de Alcántara. Y casi equidistantes de la raya fronteriza: a un tiro de piedra,
unos ocho kilómetros de gran belleza, a través de
la Serra de Marvão, de grandes picachos cortados
en vertical y con frondosa vegetación de auténtico,
bien preservado bosque mediterráneo. ¡Qué preciosos lugares para recorrer sin prisa, andando, como
lo harían en el Neolítico nuestros antecesores, que
tantos restos megalíticos -especialmente dólmeneshan dejado en la zona!
Es Marvão una freguesía que no llega a 500
habitantes, totalmente fortificado, con doble
amurallamiento: medieval y abaluartado moderno. Situado en lo alto de una cima de 865 m., se
accede a él por una carretera serpenteante que nos
va descubriendo desde lo alto un magnífico panorama: la región plana de Castelo Branco al norte,
vislumbrándose más allá la Serra da Estrela, y
la Serra de São Mamede al sur y sureste. En los
40
Ciudad romana de Ammaia
ca Cidade romana de Ammaia, del siglo I, en la
freguesía de São Salvador de Aramenha. Las
excavaciones arqueológica están dejando a la vista
un yacimiento de enorme importancia estratégica,
económica, social… y singular belleza.
Castelo de Vide también presenta doble fortificación: la medieval, con un amplio castillo
del siglo XII -que encierra varias callejuelas empedradas, de fachadas blancas, tejados rojos y numerosos tiestos con flores- y la abaluartada -casi
completa en su original traza, con sólido fuerte en
extremo contrario al castillo-, reforzando externamente la anterior.
A los pies del cerro donde se alzan estas fortificaciones está el barrio judío. Pintoresco barrio
de casas muy blancas y portadas góticas, en el que
se encuentra una Sinagoga y la fonte da Vila,
amplia fuente renacentista de granito, con agua
fresquísima. Un poco más abajo, la Praça de Dom
Pedro IV, muy espaciosa y rodeada de monumentales construcciones de los siglos XVII y
XVIII; los restaurantes que hay en este lugar
son estupendos, tanto para comer açordas, ensopados, cocido alentejano o asado de cabrito
y borrego, como para recrearse con su repostería,
sin olvidar los vinos densos de este Alto Alentejo.
Entrada a Castelo de Vide
No debemos marcharnos sin visitar su cementerio, en la ladera, con vistas muy reconfortantes a
un valle verde y exuberante. Allí está enterrado
uno de los grandes héroes de la Revolução dos
Cravos de 1974: el capitão Salguero Maia. Su
tumba, muy visitada, es un ejemplo de austeridad,
romanticismo y amor del pueblo sencillo hacia sus
grandes hombres, llenos de entrega y dignidad.
41
42
Castelo de Vide desde Marvão
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13
Castillo de Alter do Chão
De Nisa a Sousel:
La tentación del
buen comer
Bajando en línea recta al sur, en un recorrido
de unos 70 kms., vamos a encontrar puntos tan interesantes como Alpalhão, Crato, Alter do Chão,
Fronteira y Sousel, donde conviene hacer las
correspondientes paradas.
En Alpalhão, a 18 kms. de Nisa, para comer, a
pie mismo de carretera, un cocido alentejano que
levanta al más vencido, y pasear por este cruce de
caminos que alguna vez nos llevará al oeste, hasta
la hermosa tierra de Alcobaça y Batalha.
En Crato, porque en esta villa, que fue sede de
la Orden Militar de los Hospitalarios y después
de Malta, tenemos un apreciable conjunto de casas
de piedra labrada, con arcos ojivales, y un buen
patrimonio religioso y palaciego barroco, sin olvidar
su recia fortificación abaluartada, curiosamente encalada sobre la misma piedra.
Tras haber subido -pegados a la Raya- desde Elvas a Campo Maior, Portalegre, Marvão y Castelo
de Vide, ahora, ya coronando el norte de Alentejo, llegamos hasta Nisa. Ciudad con preciosa alfarería, de barro rojo con incrustaciones de piedrecitas blancas, formando motivos florales,parecida
a la cacereña de Ceclavín, y uno de los quesos
de oveja mejores que podemos degustar.
El cuidado urbanístico de la ciudad es memorable y, por ello, la armonía del conjunto arquitectónico es digna de ver y de imitar, conservándose el
sabor tradicional de las amplias fachadas blanqueadas, dinteles de granito, puertas de madera recia y
grandes chimeneas.
Los restos monumentales del medievo están
igualmente muy cuidados e integrados en el conjunto urbano, donde el paseo reposado es sumamente agradable, y la compra de bordados y alfarería
altamente recomendable.
Apurando la comida alentejana
44
Casa de campo acastillada en la ruta
no lo son menos, en especial Cabeço de Vide, villa
termal utilizada desde tiempos de la dominación
romana, sobre todo para problemas de reumatismo
y afecciones respiratorias: sólo por saborear su serenidad merecería la visita.
Ya en Sousel, con grandes muestras de azulejería setecentista en su Igreja da Misericordia, estaremos entrando en la terra dos mármores y en
un paraíso para los cazadores así como para
los amantes de la caza… en el plato.
Es, en resumen, un paseo ligero, que conviene
repasar y saborear detenidamente. Restos neolíticos, romanos, medievales; aguas termales; extraordinaria artesanía, y sabia y antigua gastronomía,
contribuirán a atraernos sin remedio.
Un kilómetro antes, veremos el monasterio
fortificado Flor da Rosa, del siglo XIV, donde lo
religioso y militar de las órdenes de caballería queda de manifiesto de la forma más clara y bella, dada
su robustez, potencia de los arcos y magnificencia
del conjunto; su restaurante ofrece deliciosos platos
regionales, como sopa alentejana o ensopado de
borrego, y un buen menú-degustación.
Más adelante -siempre hablando de entre 10 y
20 kms.- tenemos Alter do Chão. ¡Qué magia la
de sus calles antiguas empedradas y las fachadas
blancas, con esa especie de brazos levantados que
son las chimeneas! Ciudad de creación romana, fue
reconstruida en el siglo XIII y mantiene en su centro un castillo del siglo siguiente, donde se alternan las torres rectangulares con las cilíndricas, de
cobertura cónica: ¡inexcusable la visita!
Es muy elegante su Fonte da Vila, renacentista, en mármol, muy ornamentada. Si tiene hambre, pida arroz amarelo, ensopado de borrego o
bacalhau com laranja en sus diversos restaurante, y luego compre sus múltiples objetos trabajados
a navaja sobre corcho, hueso o madera.
De allí pasaremos a Fronteira, fundada en el siglo XIII por la Orden de Avis: estamos en zona de
señorío religioso, con grandes dominios territoriales
de dehesas. Si el pueblo es bonito, los que le rodean
Baluarte de la fortificación de Crato
45
14
Puente romano y presa de Alcántara
Alcántara, una ciudad
monumental de
frontera
Y de este modo, entre un siglo y otro, del II al
XIX, la ciudad extiende al visitante sus tesoros,
que nos obligan a una placentera visita reposada.
Romanos, árabes, caballeros de la Orden Militar
de San Julián del Pereiro (cambiando al nombre “de Alcántara”, al instalarse aquí en 1218),
así como religiosos y militares de la Edad Moderna,
nos han proporcionado un legado singular.
De los primeros, el magnífico puente y su templete. De los segundos, la traza urbana, el típico encalado de fachadas, las cilíndricas chimeneas cupuladas. De los terceros, señoriales palacetes, iglesias
tardorrománicas y góticas, ermitas y especialmente
el Conventual de San Benito, levantado por la
Orden de Alcántara.
Al igual que Valencia, la ciudad de Alcántara está a un paso de Portugal, a donde nos invita a
penetrar a través del puente romano más bello
y monumental que existe, escasos metros más
abajo de la espectacular presa, en la confluencia de
los ríos Tajo y Alagón.
De 194 metros de longitud, 8 de anchura y 61
de altura, se sustenta sobre seis extraordinarios
arcos de medio punto, de sillares graníticos perfectos. En el centro, sobre pretiles, se eleva el arco
de triunfo, con inscripciones referidas a Trajano y
los 11 pueblos indígenas que sufragaron su construcción, y con lápidas conmemorativas de Isabel I y
Carlos V, en cuya época se le añadieron las almenas.
Al tomarlo, para encaminarnos al país vecino,
dejamos atrás un templete en honor al emperador Trajano -de cuya época es el monumento- y
los dioses Romúleos; en el otro extremo, se levanta la torre defensiva de la fortificación, del siglo
XVIII.
Estatua de San Pedro de Alcántara
46
Conventual de San Benito
El Conventual, Casa prioral de la Orden –convento, hospedería e iglesia- se construyó en el siglo XVI,
siendo en su exterior de estilo renacentista, con
atractivo claustro gótico interior y templo de
tres naves, de ornamentación plateresca. Allí,
tras su acertada restauración, se celebran frecuentes
actividades culturales, sobresaliendo el Festival de
Teatro Clásico, de periodicidad anual, lo que hace de
Alcántara una ciudad imprescindible en la ruta de
los espectáculos culturales del oeste de la Península.
Ya en la plena Edad Moderna, además de culminarse el Conventual, destacan los palacios de los
Topete Escobar, de los Barcos y de Torreorgaz, así
como la ermita de los Remedios y la iglesia de San
Pedro de Alcántara, en cuya entrada -en la plazaencontramos una magnífica escultura del santo
natural de la villa.
De esta época son los importantes restos de muralla abaluartada que reforzaron la medieval y defendieron la ciudad en las continuadas guerras con los
vecinos portugueses. A causa de ello, la ciudad fue
fortificada “a la moderna”, con un recinto abaluartado, del que se conserva buena parte de su
lienzos de murallas y baluartes, que necesitan de
una actuación restauradora para ponerlo en valor,
pues es un patrimonio monumental e imprescindible
para conocer la historia de nuestra Raya.
Pero con ser toda la ciudad un puro monumento, no lo es menos el arte de su cocina, expoliando
las propias tropas napoleónicas el recetario de
los frailes del convento de San Benito, con lo que
después se alzaría en buena parte la refinada y
famosa “cocina francesa”. Todos aquellos platos que
hablen “de Alcántara” -si no hay fraude- han de ser
de garantía. ¡Qué bacalao… a la moda de Alcántara, frito con aceite de oliva, patatas, espinacas y
ajo! ¡Qué perdiz… a la moda de Alcántara, con su
brandy, vino de Oporto, mantequilla, almendras,
pimienta negra y sal! ¡Qué delicia de faisán!
Para postre, mormenteras -¡también!- de Alcántara, extraordinario dulce de origen árabe. Todo
ello en sus múltiples y asequibles restaurantes, que
alegrarán el camino de todo visitante.
Fortaleza y presa de Alcántara
47
15
Una entrada al barrio gótico de Valencia de Alcántara
Valencia de
Alcántara, pura Raya
cos de medio punto peraltado y columnas de fuste
cilíndrico muy similar a la portuguesa de Tomar, y
todo ello de traza y ambiente parecido a la judería
de Castelo de Vide.
Al este se encuentra la iglesia parroquial de
Nuestra Señora de Rocamador, de los siglos
XV y XVI, declarada de interés histórico-artístico,
en cuyo interior se guarda una hermosa tabla de
Luis de Morales y una talla de Cristo crucificado
atribuida a Berruguete, sobrecogedora en su retorcimiento expresionista.
Al lado mismo está el castillo, de enorme
torre de homenaje, que data del siglo XIII y se
encuentra reforzado por un recinto abaluartado de los siglos XVII y XVIII, con recios paredones, bien restaurado, aunque las casas adosadas en
buena parte del conjunto le resta prestancia exterior. Lamentablemente, de la fortificación abaluartada que rodeaba toda la ciudad a comienzos del
siglo XIX, apenas queda una puerta, un baluarte
y restos de otro y de una cortina de murallas, pues
arrasó con ellos la expansión urbana.
De allí hemos de volver al centro de la población, llegando ahora a la Plaza Mayor, pavimentada en 1873 con piedras calcáreas traídas de
Portugal, remodelada posteriormente, pero conservando el antiguo trazado en ondas a dos colores.
El nombre de Valencia de Alcántara va especialmente unido a su fabuloso patrimonio
de dólmenes neolíticos y al bellísimo barrio judío de portadas graníticas ojivales. Arropada por la
Sierra de San Pedro al norte y al este, la Sierra de
Alburquerque al sur y la Serra de Marvão al oeste,
la población se eleva sobre una fabulosa masa granítica de la que han ido saliendo los sillares de sus
construcciones.
Valencia es sin duda una ciudad y un espacio
geográfico hechos para el paseo. Paseo por las
calles, callejuelas, plazas y plazoletas de su casco
antiguo, de su barrio medieval; paseo por los cerros
y sierras de los alrededores, con sus enormes encinas
y alcornoques, sus castaños, robles y nogales, sus bolos graníticos, dorsos pétreos de ballena, gigantescos
pedruscos de todas las formas y disposiciones.
La visita urbana debe comenzarse por el citado barrio gótico-judío, derramado por diecinueve calles en las que se atesoran más de
200 portadas en las que reina el granito y los
arcos ojivales, conservándose una sinagoga de ar-
48
Fortificación abaluartada, castillo medieval e Iglesia de Rocamador
Dolmen de Valencia de Alcántara
49
además de varios castros y construcciones de
falsa cúpula de la Edad del Bronce.
La excursión para verlos siempre es una delicia,
subiendo entre rocas y espesa vegetación, por veredas y caminos bien asentados, serpenteantes. Hay
señalizadas y bien atendidas varias rutas, cada una
de las cuales lleva a unos cuatro o seis dólmenes,
donde lo impactante de los monumentos funerarios
se une a la rica vegetación y la amplitud de
vistas paisajísticas.
Un regreso a la población, tras las excursiones,
nos lleva al primor de su gastronomía, tras perdernos por su extraordinario barrio gótico. No debemos marcharnos sin probar el buche de cerdo
(sólo en primavera), las cachuelas, el frite de
cordero, la chanfaina, el gazpacho (de verano)
y las migas, sin olvidar los platos a base de
caza mayor y menor, así como la variadísima
repostería, de la que los fritos borrachos, las roscas, tortas de chicharrones y bollos de Pascua son
“bocati di cardinali”.
Indicador del barrio gótico y monumentos de
Valencia de Alcántara
Ahí se encuentra el Ayuntamiento, de amplio atrio
con arcos de medio punto y columnas cilíndricas; el
Mercado de Abastos; la iglesia gótico-renacentista
de la Encarnación; el Palacio del Gobernador de la
villa, y la antigua Prisión, que forman un conjunto de gran belleza y armonía.
Con todo lo esbozado y ser de suma importancia
además su acueducto de origen romano, los conventos de Santa Clara y San Francisco, sus paseos
ajardinados de las expansiones del sur y los múltiples caseríos y pedanías de los alrededores, hemos
de destacar especialmente el patrimonio megalítico, del que se conservan en el término municipal 33 dólmenes graníticos y 8 de pizarra,
50
Crucificado atribuido a Berruguete
Tabla de Luis de Morales
51
16
Panorámica del Castillo de Alburquerque
La magia de
Alburquerque
flictos con Portugal. Pero, sobre todo, hemos de
añadir su delicioso barrio medieval de puertas y
ventanas ojivales y adinteladas en recia piedra de
granito: afortunadamente se encuentra en continuo
proceso de restauración, tras anteriores actuaciones
“modernizadoras” desafortunadas. Ello se completa
con el sinuoso y estrecho callejero, sus vueltas, revueltas, plazoletas, cuestas, terraplenes...
De Badajoz hasta Alburquerque hay 44 kms. de
deliciosa campiña, en un principio regada por el río
Zapatón que va paralelo y cercano a la carretera
hasta Bótoa; luego, se espesa un encinar-alcornocal
que asciende por cerros y sierras que, a partir del
Puerto de los Conejeros, nos dejan ver al fondo la
imagen majestuosa del castillo de Luna, como
un enorme cirio levantado en la roca gigantesca en que se alza Alburquerque.
A un lado y otro, como guardianes del entorno,
la Sierra del Puerto del Centinela y la Sierra del
Castaño, nos muestran los efectos caprichosos de la
erosión diferencial sobre el granito y la pizarra
de distinta consistencia: es una de las vistas más
bellas que nos sean dado contemplar.
La población, declarada Conjunto HistóricoArtístico, no sólo atesora el castillo roquero de
Luna, construido a partir del s. XIV, junto a la
mayor parte de lienzos, torres y puertas del recinto fortificado que envolvía a la antigua villa, sino
también diversos salientes abaluartados del s.
XVII, levantados a causa de los continuos con-
Población. Iglesia medieval y murallas moderna y medieval
Uniremos a todo esto la notable iglesia de Santa María del Castillo, dentro del mismo, románica del s. XII; la de Santa María del Mercado,
del s. XIV, de buena estampa gótica, en la explanada occidental de las fortificaciones, y la parroquial de San Mateo, herreriana, del s. XVI, al
52
Calle del Casco Antiguo
lado del restaurado y revalorizado Ayuntamiento,
que da a su vez a una espaciosa plaza rectangular
en dos niveles donde siempre podremos hilvanar
una charla sustanciosa con los acogedores habitantes de la ciudad... comer por la mañana unos churros excelentes... y más tarde tapear en sus bares.
Desde el castillo, las vistas a la villa y al amplísimo entorno son inigualables. Queda a sus
pies la auténtica dehesa mediterránea occidental
satisfactoriamente conservada, y prolongándose al
norte sucesivas cadenas montañosas que forman la
Sierre de San Pedro, sucedida en Portugal por las
Serras de Marvão y de San Mamede, inigualables
tesoros ecológicos, todo ello declarado Reserva Natural, que invitan a las excursiones a pie, en bicicleta de montaña o a lomos de caballo.
Alburquerque, con esa sabiduría que conservan
los pueblos nobles y antiguos, sabe conjugar el arte,
el respeto urbanístico y ambiental, la recuperación
histórica (magnífico es su Festival Medieval de
finales de verano, en el que todos sus habitantes
participan), la vida sosegada y en relación amistosa
permanente entre sí y con los vecinos de un lado y
otro de la raya, con los tesoros de la buena cocina.
Tómese en sus variados restaurantes la cocina de
caza: venado en caldereta, venado en dos salsas,
arroz con liebre, perdiz estofada, jabalí al horno...
o cochinillo, o codillo de cerdo, o revuelto de criadillas de tierra, y verá como el premio al anhelado
cielo nos llega al paladar. Todo sin olvidar el antes
aludido tapeo por sus múltiples bares (váyase en
la plaza al instalado en su restaurada y apenas
retocada Ermita), de generosa y gustosa variedad.
Recomendable resulta también comprar embutidos:
lomos, chorizos, morcilla, mondongo... de cerdo ibérico, curados en estas sierras que multiplican el
sabor natural, al que se unen sus fórmulas mágicas
de preparación.
Hacia las Sierras de Marvão y S. Mamede
53
17
Vista del castillo desde el abrigo de pinturas rupestres
Nueva visita
al castillo de
Alburquerque
de la Sierra de San Pedro al medio y los extensos
valles del norte y sur, de Extremadura y Alentejo.
La entrada al castillo ha de hacerse con
guía, estando establecido en la actualidad un
horario de turnos: a las 11,00 h., 12’00 y 13’00
por la mañana, y a las 16’00 y 17’00 horas por las
tardes, menos los lunes. Dichas visitas son gratuitas, caso poco frecuente en este tipo de monumentos, en que no se nos libra de al menos 5 o 6
euros por persona. Tal vez sería conveniente ponerle algún precio, pues ya se sabe que “no se valora
lo que no se paga” y todos hemos de contribuir a
la conservación de lo que se disfruta, aparte de que
la profesionalidad de quienes nos conducen es más
que aceptable.
Además de la belleza de la Torre del Homenaje, con sus cinco pisos, es una grata experiencia
el propio acceso a través de la Torre de las Cinco
Puntas y el puente que las comunica, así como el
recorrido perimetral por la Plaza de Armas y la
Iglesia románica tardía de Santa María del Castillo, que allí se encuentra.
Desde lo alto de los paseos de ronda, mirando
hacia la población, las vistas al caserío nos permiten contemplar la belleza del estilo constructivo rural medieval y sus expansiones posteriores, con las cubiertas de teja roja y el encalado de
Después de estar cerrado durante siete años,
por unos proyectos quiméricos que pretendían llevar una Hospedería, alterando la fisionomía, la integridad y la autenticidad del monumento, hace un
año que podemos volver a disfrutar del Castillo de Alburquerque.
Esta espectacular fortificación roquera sería levantada fundamentalmente en el siglo XV, tras
haber sido disputado el lugar por cristianos y musulmanes en la Edad Media, pasando a la Orden de Santiago, cuyo Maestre, don Álvaro de
Luna lo reformó, amplió y mandó construir la
enorme Torre del Homenaje en 1445, visible a varias decenas de kilómetros a la redonda.
Su sucesor, don Beltrán de la Cueva, continuó la adecuación de las instalaciones, que se
completan entre 1465 y 1472, dotándola de unas espléndidas murallas exteriores, con altura media de
10 metros. Hoy día, recorrer su adarve es todo un
espectáculo, que nos regala la visión extraordinaria
54
Puerta de entrada al castillo
fachadas. También se observa desde allí la línea
de defensa en forma de “redientes” levantada
por los portugueses durante su ocupación en
la Guerra de Sucesión española, a principios del
siglo XVIII: el único vestigio de “fortificación abaluartada” efectuado en Alburquerque, y que aquel
“sueño” de Hospedería alteró abriendo ventanales
que simulan aspilleras y puertas en muros cuyo
sentido histórico es de defensa cerrada.
Inmediatamente que salimos del castillo, nos
encontramos con la Iglesia de Santa María del
Mercado, gótica, de los siglos XIII y XIV, con
añadidos barrocos del siglo XVIII. Monumento muy
digno de visitar con detención, donde también efectúan un recorrido explicado por personal propio. En
uno de sus laterales, hacia el Barrio de Villa Adentro, se conservan varias tumbas antropomorfas en
roca viva.
Y ya en este barrio medieval, también llamado “de la Teta Negra”, disfrutamos de un callejero
quebrado, adaptado a las curvas de nivel del montículo del castillo, con buen número de casas que
conservan sus puertas de entrada ojivales, de
granito. Barrio Judío hasta su expulsión a finales
del siglo XV, que protege en buena parte la muralla
medieval recogiéndolo, con dos magníficas puertas de entrada: la de Valencia, flanqueada por
dos torreones cilíndricos de 13 metros de altura, y
la Puerta de la Villa, por donde salimos a la plaza
principal de la población.
En esta plaza podemos tomar -de entre las múltiples ofertas de bares y restaurantes de la zona- alguna copa y tapa en la antigua Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, construcción barroca
del siglo XVIII, convertida en discreta, agradable cafetería.
Alburquerque da, desde luego, para mucho más,
pero en este breve recorrido motivado por la visita al castillo, no estará demás acercarnos a
unos abrigos rupestres que hay lindantes con
las piscinas municipales, donde podremos contemplar diversas pinturas esquemáticas en la
roca, que fueron declaradas Monumento Nacional
en 1942, y que datan de la Edad de Bronce. Lugar,
por cierto, desde donde las vistas del castillo y sus
altivas torres son fantásticas, y nos confirman lo
que ya sabíamos: que el de Alburquerque es uno de
los castillos roqueros más grandiosos y admirables
que podemos contemplar.
55
Vista a los redientes de los portugueses y a la población
56
El castillo desde la muralla perimetral
Patio de armas del castillo
57
18
Fachada del castillo abaluartado, desde la carretera de Arronches a Vila Fernando
Un pequeño
tesoro en
Barbacena
Barbacena fue conquistada por el rey Sancho II en la primera mitad del siglo XIII.
En 1519, D. Manuel le daría un nuevo fuero y
ordenó la reconstrucción de su primitivo castillo medieval. En 1536, pasa a D. Jorge Henriques, hombre
de confianza del rey D. Juan III, quien la continúa.
Ya en 1575, la fortificación es comprada por Diogo
de Castro en Río, Caballero de la Orden de Cristo y noble de la Casa Real, primero en utilizar el
título de Señor de Barbacena: es entonces cuando
este castillo queda completamente conformado, con
airosa planta cuadrangular y dos torreones cilíndricos hacia el oeste.
En el siglo XVII, en el comienzo de la Guerra de la Restauração (1640-1668), la fortaleza
fue sometido a trabajos de modernización para
adaptarse a los ataques de la artillería, con diseño del ingeniero militar francés Nicolau de
Langres. No obstante, sufrirá en este periodo frecuentes ataques y saqueos, que se repetirán durante la Guerra de Sucesión Española (17011714), pues la fortaleza, enclavada en un llano, con
escasa guarnición y limitadas defensas constructivas, no podrá detener el ataque español proveniente
de previas conquistas en Arronches y Campo Maior.
No obstante, tanto la construcción interior del
siglo XVI como los añadidos abaluartados del si-
Barbacena es una pequeña población perteneciente al concelho de Elvas, que tiene apenas
600 habitantes y se encuentra a 15 kilómetros al
noroeste de la anterior, camino de Monforte.
Cuenta en sus alrededores con numerosos
dólmenes, destacando el llamado Anta da Coutada -cerca de esa carretera de Monforte- y el Anta do
Torrão -entre Barbacena y Santa Eulalia, al norte-. Dentro de la población, son dignos de admirar
su Pelourinho -levantado sobre tres plataformas de
granito y fuste rematado en cono con pequeña esfera, del siglo XVI-; su Fonte das Bicas -de mármol,
con vaso octogonal, donde se centra la ornamentada
columna compuesta de la que salen los chorros de
agua-; su Igreja Matriz eIgreja de Nossa Senhora
de Nazaré, de alto y airoso porte, así como las altas
chimeneas de su caserío, tan altas a veces como
las propias fachadas de las casas. Sin embargo, lo
más destacable quizás sea su castillo abaluartado, en el que nos vamos a detener.
58
Castillo de Barbacena. Plano de Nicolau de Langres y actualidad
Vista del castillo abaluartado de Barbacena, con casas adosadas
tado” para conformar baluartes completos, que
al menos teóricamente defienden mejor la entrada
de la fortaleza, como me comentaba (y dibujaba)
hace unos días el ingeniero argentino Manuel
Vila García, experto en estas construcciones. Eso
sí, el propio revellín que protege al medio toda esta
línea prolongada proporciona fuego cruzado con las
puntas de los anteriores, algo que ya estudiaría en
su día el ingeniero Langres.
Es una lástima que estos monumentos tan señeros de la defensa de nuestra Raya no puedan ser
disfrutados al completo (con la visita exterior a todo
su contorno y la interior a lo allí edificado), al ser
de propiedad particular. Y más cuando observamos
-como es el caso aquí- un lamentable estado de
abandono en cuanto a ese interior, siendo un
patrimonio clasificado como “Inmueble de Interés
Público”, por Decreto de 1967. Sería lo ideal que
el propio Instituto Portugués de Patrimonio y
la Câmara Municipal de Elvas (de quien depende Barbacena) gestionaran su adquisición
para rehabilitarlo y ponerlo a disposición pública, como ya ha hecho la Câmara de Elvas, acertadamente, con otros inmuebles de similar valor.
Estudio del ingeniero argentino Manuel Vila García.
glo XVII, reforzados en el siglo XVIII, se mantienen actualmente en buen estado. Al ser de
propiedad particular, no podemos disfrutar de la
visita interior, donde se conserva la antigua Casa
del Gobernador, pero exteriormente sigue siendo un
monumento de extraordinario valor, que podemos
recorrer en sus caras norte y oeste (el sur y este
quedan cercadas en la propiedad particular).
Curiosamente, la visión aérea del monumento
no difiere del plano que realizó en 1665 Nicolau
de Langres. Sigue en pie toda la planta cuadrangular interior, con sus dos torreones cilíndricos, así
como el revestimiento abaluartado en las alas que
podemos recorrer externamente: dos medios baluartes y su cortina, al norte, y el revellín previo a la entrada en el oeste, que se alarga y encuentra con los
semibaluartes prolongados de esa cara occidental.
Este revestimiento externo del castillo resulta
llamativo, porque la prolongación de los semibaluartes de la cara oeste podría haberse “cor-
59
19
Vista de Estremoz
Los secretos de la
Serra d’Ossa
que quedan un rico legado, abrazado por el caserío
laberíntico común a las demás, excepto Evoramonte, de apenas una calle y media bien resguardadas
en su muralla trapezoidal.
La Serra d’Ossa surge como desde la entraña
de la Tierra cuando en el camino de Madrid-Lisboa atravesamos la frontera por Badajoz y hemos
dejado atrás las portentosas fortificaciones de Elvas
y Estremoz.
Merece desviarse en esta población hacia Evoramonte, al oeste, o penetrar un poco antes por Borba, hacia Vila Viçosa y desde allí a Redondo,
porque entre estas poblaciones se eleva esta pequeña zona montuosa. Sierra de lomas suaves, que apenas alcanza los 653 metros de altitud, pero que nos
obsequia con todo un mundo de valles y empinados senderos, desde cuyas mínimas cumbres
el paisaje boscoso es una masa densa.
Ya en sí las poblaciones que la rodean son todo
un regalo patrimonial, manifestado en castillos medievales con raíz musulmana que en la Edad
Moderna serían soberbiamente artillados (especialmente Evoramonte y Vila Viçosa) y concienzudamente abaluartados (Vila Viçosa y Estremoz).
Redondo y Borba se mantuvieron a resguardo de
las anteriores, con sus castillos medievales, de los
Vista de Evoramonte
Pero quizás la población más genuina de
la Serra es la Aldeia da Serra, corazón del macizo montañoso, junto al cercano Convento de
São Paulo, construido en 1182 por monjes eremitas, y ahora hotel de lujo en medio de la vegetación mediterránea.
La Aldeia da Serra es uno de los típicos
pueblecitos alentejanos parados en el tiempo,
que allí no cuenta, siendo todo reposo, tranquili-
60
Anta da Candeeira
dad, sosiego. Muy cerca, apenas a 500 metros, se
encuentra la Anta da Candeeira, dolmen de poco
más de dos metros de altura por tres de ancho, con
corredor insinuado y curiosa abertura en forma de
ventana en una de las lajas opuesta a la entrada.
Si desde allí queremos hacer un recorrido por
toda la Serra, circular, volviendo al punto de origen, serán unos 20 kilómetros de dificultad media, que nos llevará por hermosos encinares y alcornocales; pinos, acebuches, eucaliptos; naranjos; jaras,
madroño, romero, albolagas, zarzales, espino albar…
En medio del verdor, en las cárcavas de las pendientes, destacan fuentes delicadamente preservadas, generosas de agua, siempre encaladas, con
inscripciones algunas del siglo XVII. E igualmente, curiosos abrigos de ermitaños, ermitas de las
que se tiene constancia desde el siglo XV, cruceros, y ese Convento de São Paulo que merece una
parada especial.
Este convento del siglo XII, rodeado de jardines y bosque, atesora una extraordinaria colección de 54.000 azulejos (la mayor colección
privada del país), realizados en el siglo XVIII.
Presentes en salones, paredes de escaleras, corredores, etc., sus motivos (en blanco y azul-cobalto, de
gran profundidad) son religiosos, alegóricos, campestres y palaciegos.
Igualmente posee una magnífica serie de bajorrelieves de terracota, frescos, fuentes florentinas y meritoria iglesia, con claustro anexo porticado. Algunas de las habitaciones de huéspedes
son las antiguas celdas conventuales.
Las vistas de este complejo desde el monte son
extraordinarias, como lo son también los pueblos de
los alrededores, cuya contemplación sin obstáculos
de por medio son un aliciente tentador para el que
se atreve con esta desafiante caminhada, que se
presta a ser acompañada de mochila con provisiones reparadoras, regadas con el vino de
la tierra.
Convento de São Paulo
61
20
Fortaleza de Juromenha y Guadiana
Concelho de
Alandroal,
la tierra de
los tres castillos
Juromenha -de la que en alguna ocasión hemos
hablado- es población mínima, de un par de largas
calles, con casas primorosamente encaladas, de altas chimeneas, tan altas como las fachadas. Desde
su fortificación se divisa un amplio territorio
(en especial de Los Llanos de Olivenza) y el
río, que ofrece magníficos espectáculos visuales, especialmente en los atardeceres.
Sus lienzos de muralla del siglo XVII se conservan en muy buena parte, con agudísimos ángulos,
fosos profundos y baluartes de impresionante solidez. Dentro quedan los restos del castillo de origen
musulmán, de tierra compactada, así como una hermosa iglesia, una capilla y diversas construcciones
de estancias militares, pues el enclave fue históricamente importantísimo en la frontera tanto
en tiempos medievales como modernos.
El concelho de Alandroal está pegado a la
Raya en uno de los espacios más discutidos de
nuestra frontera: la zona limítrofe de Olivenza. En
los mapas y planos oficiales portugueses, esa separación no aparece, pues su reivindicación sobre
todo el territorio oliventino continúa siendo materia apasionada.
Están separadas ambas comarcas (Llanos de Olivença y Concelho de Alandroal) por el río Guadiana, que al comenzar el concelho de Alandroal -en
la freguesía de Juromenha- adquiere gran prestancia: estamos en la “cola del embalse de Alqueva”,
ancha todavía en esta gran planicie. Antes de la
construcción de la presa, en verano, podía pasarse
de un lado a otro, con el río prácticamente sin agua
en el lugar donde ahora barcas, barcazas, lanchas y
otras embarcaciones a motor navegan a placer.
62
Interior fortificación de Alandroal. Iglesia de Nossa Senhora da Graça y torre del castillo
Duarte d’Armas, 1509. Fortalezas de Juromenha, Alandroal y Terena.
Dieciséis kms. más al suroeste está Alandroal.
Su castillo -en el centro de la villa- fue fundado por D. Dinis, pero tiene amplias influencias
musulmanas en su construcción. Con dos puertas
de arcos góticos, al norte y al oeste, encerraba en
su interior un caserío en semiabandono que ha sido
demolido recientemente, ofreciendo una “plaza de
armas” expedita. El recorrido por el adarve de
la muralla resulta especialmente agradable,
por la visión del caserío y de los alrededores que
ofrece, así como las vistas a su interior, especialmente su Igreja de Nossa Senhora da Graça, de
trazos renacentistas.
Son dignas de conocer en Alandroal la judería, así como las múltiples iglesiasque ennoblecen con su porte la ciudad, y su fuente renacentista
de mármol, en la Praça da República, donde también se encuentra la monumental Câmara Municipal.
La cocina de sus restaurantes es bastante seductora, y tiene gran fama A Maria, donde
el cozido de grão, chispe assado no forno, borrego à
Ti Maria,pezinhos de coentrada o su repostería se
elevan a la categoría de arte. Pero no hay que desdeñar otros restaurantes menos afamados, aunque
más visitados por los lugareños, como puede ser Zé
63
Rua Direita de Terena. Al fondo, el castillo.
do Alto, que une a susassados de borrego, carne de
porco à alentejana y sus bacalhaus unos deliciosos
platos de peixes fritos, pescados en el Guadiana y
servidos tan frescos que a veces nos encontraremos
con la camioneta que los trae del río cuando accedemos a su interior.
Todo el concelho, en fin, es digno de recorrer con
detenimiento. Y, en cualquier caso, no deberíamos
salir de él sin visitar, 10 kms. más al sur, Terena, de esbelto castillo medieval, al que se llega
atravesando su atractiva y sencilla rua directa, de
portadas góticas, renacentista y barrocas, inmensas chimeneas y artístico pelourinho con fuste de
pizarra.
A 1’5 kms. se encuentra el Santuário de Nossa Senhora do Boa Nova, Monumento Nacional,
mandado edificar por la reina castellana doña
María -mujer de Alfonso XI e hija de D. Afonso
IV el Bravo- al tener la feliz noticia de la ayuda
portuguesa a Castilla, tras inicial oposición de la
Corte, en la Batalla del Salado (1340). Con planta de cruz griega y almenas musulmanas, es una
fortificación gótica de singular belleza, como una
maqueta de castillo en el llano, de valiosas pinturas
interiores. La romería que allí celebran en mayo
conserva un sabor popular y medieval extraordinario, como ocurre con la Semana do Guadiana,
organizada cada mes de junio por el concelho, en
diversos lugares del mismo, incluidas estas tres poblaciones.
En los alrededores, la huella prehistórica se
esparce en diversas dólmenes a los que se llega
por caminos de encinas y alcornoques, rebaños de
ovejas y de cabras, quedando en otros lugares (especialmente cerca de Terena) restos de castros
celtas, en parajes que hacen las delicias de los senderistas.
64
Alandroal
Ornamentación en el restaurante Zé do Alto
65
21
Calle y chimenea oliventina
Olivenza, el abrazo
hispano-luso más
extremo
lados, rejas en ventanales y balcones, blancura en
las paredes, rojo de arcilla en los tejados. El recio
castillo hace las delicias de los visitantes, subiendo la rampa de su Torre, tan cuidadosamente
rematada en sus corredores, ventanales, estancias
interiores, terrazas, miradores). Su espacioso patio;
las construcciones anexas de la Panadería del Rey
-actual Museo Etnográfico “González Santana”, uno
de los más completos de la Península-, y al exterior
las puertas de Alconchel y la de los Ángeles, conforman un espacio histórico tardomedieval de
alta calidad artística. Todo ello, bien rehabilitado,
atendido y ofrecido al visitante.
Al lado mismo, tenemos la Iglesia de Santa
María del Castillo, renacentista, realizada en los
s. XVI y XVII sobre otra anterior del XIII, con
bellísima azulejería barroca policromada, y a
pocos pasos la de La Magdalena, ligeramente
anterior en el tiempo, manuelina, majestuosa
en sus inusitadas columnas retorcidas, su altísima bóveda estrellada de la nave central, sus
altares barrocos, la excelente azulejería.
Y sin habernos sobrepuesto de tanta grandeza,
nos topamos con el actual Ayuntamiento, antiguo
Palacio de los Duques de Cadaval, cuya puerta
de entrada, recargada, espectacularmente manuelina, es estampa conocida en medio mundo.
Olivenza es el abrazo de las culturas hispano-portuguesas -y más en concreto extremeñoalentejana- llevadas al extremo, al acertado extremo de lo sincrético, elevado a la categoría de arte
en cada rincón y, por supuesto, en cada monumento.
Desde que divisamos la ciudad, se llegue a ella
por donde sea, ya nos sobrecoge su estampa cincelada a lo largo del tiempo, presidida por la imponente Torre del Homenaje de su castillo de los
siglos XIV y XV, mandada a construir por el rey
D. Juan II de Portugal. Conforme nos acercamos,
los lienzos de muralla, de perímetro ovalado, los
baluartes y la magnífica puerta del Calvario,
de los siglos XVII y XVIII, nos delatan la relevancia militar y su papel en las continuas guerras
de frontera.
Fundada en el siglo XIII por la Orden del
Temple, Olivenza -la Olivença portuguesa- guarda en su trazado el recuerdo medieval de rincones, calles serpenteantes, plazuelas, pasadizos vo-
66
Fortaleza de Juromenha y Guadiana
Podemos seguir admirando palacios, casonas,
cuarteles, conventos (en la capilla de la Casa de
Misericordia se encuentra el mejor ejemplo de
azulejería portuguesa, con historias del Antiguo y Nuevo Testamento), plazas y paseos. Nuevos jardines centrales y de barrios, trazados con
maestría. Casitas que nos confunden: (¿estamos en
Alentejo?), con sus fachadas bajas y chimeneas de
tiro gigante…
Podemos perdernos revisando la magnífica Biblioteca de Estudios Portugueses y la de Estudios Ibéricos que el Ayuntamiento, gracias al tesón
de su bibliotecario, Luis Limpo, ha logrado reunir.
Sin duda, nos encontramos ante un extraordinario
patrimonio, que debería serlo “de la Humanidad”.
Pero Olivenza también ofrece una rica cocina con la que animarnos el estómago, parte esencial de los viajes: cocido y caldereta extremeños,
guisos de caza menor y mayor, así como su envidiable repostería, en la que destacan las tartas de
almendra, los pasteles de higo y de bellota, perosobretodo la técula-mécula, que muchos quieren
imitar en Extremadura y Alentejo sin conseguir el
especial sabor, la peculiar textura que aquí se le da,
sobre todo en la Pastelería Fuentes.
Interor del Museo Etnográfico
Iglesia Santa María del Castillo, de Olivenza
67
22
Baluarte y garita de Juromenha
Juromenha, la
esplendorosa
cenicienta
y sillares romanos en paños de murallas; las
cruces patadas visigodas; las murallas levantadas por los musulmanes que la conquistaron, la
perdieron ante D. Afonso Henriques, la vuelven a
conquistar dos veces, hasta quedar definitivamente
en poder cristiano a partir de 1242.
D. Dinis (1279-1325) implanta importantes
refuerzos: 17 torres cuadrangulares, torre del
homenaje de 44 metros de altura, murallas revestidas en cantería de granito… Con la Guerra
de Restauração (1640-1668), se cerca con una
magnífica fortificación abaluartada, diseñada
por Nicolau de Langres, que posteriormente se pasa
al bando castellano, al que facilita planos secretos
que permiten su toma.
En 1659, el estallido del polvorín arruina en
gran parte sus instalaciones, lo que un siglo
después (con el terremoto de Lisboa, de 1755) llevará a repetir las destrucciones. Pero su importancia
como “llave” de Portugal hará que se opere su
recomposición; precisamente en 1808 sería uno de
los lugares de inicio en la rebelión contra Napoleón.
Pero en los veinte años en que llevo admirándola, nuevas conquistas, nuevos estallidos, nuevos
terremotos, nuevas invasiones y traiciones, la
van hiriendo de muerte: el abandono, la desidia,
la falta de cuidado para con esta perla del arte
Juromenha es una cenicienta, esplendorosa
todavía, a pesar de los derribos del tiempo y
la desidia, desde donde las vistas al Guadiana no
tienen rival; esa “cola” del Embalse de Alqueva forma una lámina de agua propicia para los deportes
náuticos, para la contemplación de puestas de sol
realmente increíbles.
Sus escasas dos calles conservan la tipología constructiva alentejana con esmero: pequeñas casitas en hilera; paredes blancas, con bordes
de añil en puertas, ventanas y balcones; chimeneas
troncocónicas gigantescas.
Su Fuerte no desdice de las grandes construcciones de la Edad Moderna: lo justifica su
importancia histórica, que ya lo fue en la Edad Media y continuaría a comienzos del siglo XIX.
Llevo 20 años visitando esta fortificación, a tan
solo 14 kilómetros de Elvas, hacia el sur. Admirando su amplio legado, superpuesto por el tiempo
como hojas de un libro. Esos pilares, columnas
68
Antiguo restaurante de Juromenha
fundamentalmente islámico, medieval cristiano,
abaluartado…, testigo de más de dos mil años de
historia defensiva.
ha quedado paralizada. ¿Cuál es el futuro para semejante tesoro que se nos está yendo, cayendo de
las manos? Urge una actuación inmediata sobre
ella, una de las señas de identidad histórico
y artísticas más señaladas que tenemos en la
Raya.
Juromenha desde el barragem de Alqueva
Veo cada vez un nuevo atentado: paños de murallas que se derrumban, interiores que se nos
caen al suelo, elementos que se pierden (o que
se van en manos amigas de lo ajeno).
Desolación ahora, donde antes admiré grandeza.
Decadencia. Ruina. Soledad destructiva. Pérdida
irreversible.
Se intentó una reconstrucción y puesta en uso,
que entre lo discutible del proyecto y las crisis se
Derribo en paño de muralla
69
23
Palacio Ducal y estatuaecuestre de D. João IV
Vila Viçosa, la
exuberante
sus galerías llenas de tesoros en muebles excelentes, más tapices y cuadros, claustro agradabilísimo
y estancias cómodas, donde se puede descansar,
sin que nadie te exija ni una consumición mínima
(recomiendo, no obstante, su café y chocolatinas).
Cerca está, viniendo de Borba, la curiosa Porta
dos Nós y un rosario de iglesias, palacetes y
rincones agradables de ver; entre ambas poblaciones habremos ido viendo, a ambos lados de la
carretera, las enormes canteras de mármol, que
más atrás se extienden hasta Estremoz.
Sin embargo, de la ciudad yo prefiero su
zona más antigua, el casco medieval intramuros, que ocupa un pequeño promontorio, desde el
que se domina todo el restante caserío.
Las murallas, mandadas levantar en el siglo
XIII por el rey don Dinis, fueron reforzadas
con bastiones en el siglo XVII, y rodean todo
el casco antiguo donde habitan aún buen número
de familias, en casas primorosamente blanqueadas, de puertas con arcos ojivales y teja árabe. Su
conservación es ejemplar, y pueden ser recorridas
Vila Viçosa es la villa, la ciudad “viciosa”,
o sea, exuberante, llena de verdor en sus alrededores, en la enorme dehesa de 2.000 hectáreas que servía en el pasado de reserva de caza a
los duques de Bragança (luego reyes de Portugal, de 1640 a 1910, en que se implantó la República). Conocida y visitada principalmente por
su Palacio Ducal, grandiosa construcción levantada entre los siglos XVI y XVIII, que domina una
enorme plaza en cuyo centro se alza la estatua
de D. Juan IV, el primer Bragança que llegó al
trono de Portugal.
Sin duda, este monumento de 110 metros de
longitud, de mármol blanco y gris, de 50 salas visitables, con valiosos tesoros de azulejos,
pinturas murales, tapices de Bruselas, alfombras
de Arraiolos, preciosos jardines clásicos, claustro
manuelino de gran belleza, museo de carrozas y
atractiva sala de armas, seduce a gran número de
entusiasmados visitantes.
Únase a ello la Pousada D. João IV, en un
lateral, de exquisito gusto, digna de recorrer en
70
Claustro de la Pousada de D. João IV
totalmente, permitiéndonos ver por entre sus almenas el hermoso paisaje de alrededor.
En su interior se encuentra la Igreja de Nostra Señora da Conceição, remodelada en los siglos XVIII y XIX; el cementerio -donde podemos visitar la tumba de la gran poetisa romántica Florbela Espanca, natural de Vila Viçosaprimorosamente cuidado, como todos en Portugal,
dotado de una monumentalidad que nos habla del
respeto y culto fúnebre heredado de siglos, y el castillo artillado renacentista, rodeado de profundos fosos, en cuyas salas y corredores se encuentra un Museo Arqueológico, así como el
Museo de la Caza, con armas y piezas cobradas
por los duques de Bragança en todo el mundo. Desde la terraza del Museo podemos contemplar una
bellísima panorámica del entorno.
En una de las rampas de salida de este recinto
fortificado -en la explanada occidental, delante de
una torre albarrana- veremos el Pelourinho, góticomanuelino, del siglo XVI –de fuste cuadrangular
pizarroso de 8 metros de altura, base de mármol,
como la esfera calada, de hojas de acanto, superior.
En otra salida, mirando hacia la expansión urbana
de la ciudad: dos cañones del siglo XVII, utilizados
en la Guerra de Restauración, que les llevó a independizarse de España en 1668. El resto del recinto
Tiborna
es un vergel de flores, plantas, arbustos y árboles
de todo tipo, surgidos y mantenidos gracias al microclima montañoso que allí se origina y al cuidado
y mimo de la propia ciudad.
Vila Viçosa, población enclavada sobre un subsuelo totalmente marmóreo, de transición a la pizarra hacia el este, es lugar idóneo, lógicamente, para
adquirir artesanía de objetos de mármol; también
de estaño. Su gastronomía sigue la tradición
71
Porta de Évora del castillo de Vila Viçosa
alentejana, si bien aquí podemos decidirnos
por el gazpacho, la sopa de tomates, el borrego
assado no forno y, de postre, sericaia y tibornas.
Las tibornas constituyen el dulce típico de
la población, hechas con almendra, cabello de
ángel, yema de huevo, canela y azúcar. Tomarlas en la Avenida Bento de Jesús Caraça -la
“espina dorsal de la población”-, contemplando en
lo alto la Porta de Évora, de su recinto medieval,
es un placer que no debemos perdernos al hacer la
visita.
72
Esquina de baluarte en Vila Viçosa
73
24
Estremoz rodeada por su muralla
Estremoz, un placer
medieval
na y centenares de piezas de cerámica policromada
de los siglos XVIII y XIX.
Desde la explanada central de este cerro dominamos la Serra de Ossa al sur y sureste, destacando el castillo de Evoramonte y un denso encinar en
el que pastan millares de ovejas.
La fortaleza medieval está rodeada por una
muralla abaluartada del siglo XVII, con 13
kms. de perímetro, muy vistosa desde la carretera Badajoz-Lisboa, con cuatro puertas de acceso,
en uso: esta fortificación se encuentra entre las
mejores de la Raya en cuanto a monumentalidad
y preservación, habiendo protagonizado papeles de
extraordinaria relevancia en las guerras peninsulares de la Edad Moderna.
Desde ahí, bajamos por calles empedradas, a juego la piedra negra, basáltica, de la calzada, con la
increíblemente blanca, marmórea, de las aceras: pocas poblaciones conservan tan pulcramente este pavimento heredado de siglos; cuando llueve, su
brillo le da un aire de cuentos orientales.
Abajo está el Rossío, inmensa plaza donde los
Estremoz es una de las poblaciones más vistosas del Alentejo. Con origen en una alcazaba
medieval del siglo XIII, está a 54 kms. de Badajoz,
quedando al lado de la carretera y autopista de
Lisboa; si venimos del norte, de la Serra de San
Mamede, es la encrucijada de los caminos hacia el
oeste (Évora, Lisboa…), al sur (Monsaraz, Beja…) y
al este (Borba, Elvas, Badajoz…).
La torre del homenaje de su castillo medieval (hoy Pousada: Parador español) tiene 27 metros de altura y está construida en mármol de
las canteras que cubren la comarca. En el segundo
piso hay una sala octogonal de ventanas trilobuladas, y coronan la construcción pequeños merlones
piramidales.
A su alrededor, el legado histórico-artístico es
importantísimo: Sala de Audiencias del rey Don
Dinís, con bella columnata gótica exterior y
bóveda interior estrellada; iglesia de Santa
María, del siglo XVI; casas góticas y manuelinas; callejuelas estrechas, y Museo Municipal,
con valiosos restos arqueológicos desde época roma-
74
En el mercado de Estremoz
sábados se celebra un concurrido mercado en
el que se pueden adquirir (junto a los productos de
huerta de los alrededores, caza y los más variados quesos artesanos, embutidos, etc.) toda clase de
antigüedades rústicas, libros de ocasión, así como
animales de corral vivos. Pasear mientras se saborea una fartura(churro de gran tamaño y grosor)
comprada en el mercado, es un delicioso “capricho”
que no nos debemos perder.
Ahí se encuentra la Câmara Municipal (instalada en el antiguo Convento dos Congregados),
de imponente fachada barroca, ondulada, en mármol blanco, con azulejería de enorme belleza en
sus escaleras, pasamanos y peldaños de mármol y
claustro renacentista. Se completa con un agradable Museu Municipal.
Otro tesoro cercano al Rossio es la Igreja de
S. Francisco, de fachada rococó e interior románico tardío, con capillas góticas y renacentistas, que
es toda una lección primorosa de historia del arte.
En nave lateral se encuentra el túmulo de Vasco
Esteves Gatuz, del siglo XIV, que es uno de los
ejemplares de arte gótico funerario más relevantes
de Portugal, clasificado -como la propia iglesia- Monumento Nacional.
Túmulo de Vasco Esteves Gatuz, del siglo XIV, que es uno de los
mejores ejemplares de arte gótico funerario
75
Restaurante Pixa Negra, en Estremoz
Entre las callejuelas laberínticas tenemos uno
de los restaurantes populares más prestigiosos
del Alentejo: la Adega do Isaías; en el interior,
rodeados de grandes toneles de vino arrimados a la
pared, podremos saborear en sus mesas rústicas un
delicioso arroz con lebre, una sopa de espargos bravos, una açorda alentejana, un ensopado de borrego
o unas migas con carne de cerdo, sin rivales.
Muy cerca, otro restaurante familiar (de entre
los muchos que atesora la población) merece nuestra visita: Pixa Negra, que ofrece uno de los menús
más económicos y completos que nos sean dados a
conocer, de alta calidad: sopa de grão com agriões y
el caldo verde, canja de galhina, bacalhau com patata e cebolas, feijoada com enchidos de porco, burras assadas… tienen el encanto de lo tradicional,
preservado en cocina sencilla, sabia, tradicional…
Si el presupuesto diera para ello, no estará mal
dormir en la Pousada (de la Rainha Santa Isabel), donde también se come extraordinariamente
bien. Pero si no, hay un buen número de hostales,
limpios y cómodos, que nos dejarán satisfechos, al
tiempo que nos invitan a pasear por uno de los cascos históricos mejor preservados, tranquilos, apacibles y relajantes de nuestro entorno.
76
Torre del homenaje del castillo de Estremoz
Castillo palaciego, muralla medieval y abaluartada
77
25
Entrada a la fortificación de Evoramonte
Sombras caminando
por Evoramonte
Fundamentalmente, dispone de una calle
-la rua Direita: nombre que se le da a las que
van “derechas al castillo”- y sendos callejones
laterales que dan al campo interior del recinto,
donde hay a un lado olivos y pastos, y al otro pequeñas huertas familiares. Comprendemos que, en
caso de asedio, con las ovejas que allí pueden recogerse, con los frutos hortícolas y de la siembra, sus
amplios aljibes y la seguridad del enorme castillo
que se alza al medio, puede aguantarse una prolongada temporada, incluso vivir autosuficientemente
a saber por cuánto tiempo.
En la carretera que nos lleva desde Estremoz
a Évora, a 14 kms. de la primera, se encuentra
Evoramonte. Población que no llega a 2.000 habitantes, la mayoría asentada a los pies mismos de la
carretera, y unos pocos -ancianos en su mayor parte- residiendo en lo alto de este cerro occidental de
la Serra de Ossa, de 474 metros de altura.
Desde abajo, conforme vamos hacia Évora, vemos una muralla en lo alto que nos invita a
subir: es de una fortificación perfecta, triangular,
mandada construir por el rey D. Dinis, después
de que Geraldo Sempavor (especie de Cid Campeador del primer rey de Portugal, Afonso Henriques) conquistara la villa a los moros.
Tiene un par de hermosas puertas de entrada -defendidas por dos enormes torreones
cilíndricos cada una, accediéndose a la de más
abajo a pie y a la superior también en coche-,
aparte de otros dos portalones. Adentrarnos allí
es como retroceder en la historia 700 años, no sólo
por su amurallamiento sino por el ambiente interior.
Rua Direita, de Evoramonte
78
Castillo de Evoramonte
civiles entre liberales y absolutistas, con triunfo de
los primeros. La tradición señala que las negociaciones se prolongaron mucho quedándoles sólo pan
duro para comer, y que eso dio origen a la famosa
açorda alentejana, compuesta de pan, agua, sal, poleo, diente de ajo y aceite. Pídase en el restaurante,
porque es una delicia; junto a un borrego assado
ao forno, de los que pastan por la zona. Las múltiples hierbas aromáticas que podemos coger por allí
mismo, son utilizadas sabiamente en sus comidas.
Como tantos establecimientos de este tipo en lugares recónditos, en la actualidad está cerrado, pero
ojalá sea una situación temporal.
Última recomendación: visítese en solitario o
grupos reducidos; con el bullicio, se rompe el encanto de esta villa donde apenas se ven sombras
que caminan.
El recinto conserva en su interior dos iglesias (da Misericordia, anexa a un Hogar de Ancianos, y de Santa María, con valioso portal gótico,
retablo barroco-salomónico, dibujos en el crucero y
azulejos, ambas reconstruidas en el siglo XVI). Deliciosas casas blancas de un solo piso, con portales
graníticos de arco ojival y enormes chimeneas cuyo
tiro es de mayor altura que las fachadas. Y el castillo, vasto cuadrilátero con cuatro torreones
cilíndricos en los ángulos, rodeado por dos vistosos cordones manuelinos.
El interior de éste es visitable; consta de tres
pisos de salas abovedadas, polinervadas, de pilares
poligonales y capiteles manuelinos de granito.
Las vistas al territorio adehesado de los alrededores son excepcionales desde el amurallamiento, que puede recorrerse totalmente a pie. Los
días de niebla parece que estamos alzados en una
plataforma pétrea, inmemorial, sobre el cielo; por las
tardes, las puestas de sol envuelven en rojizos, azules y malvas el denso encinar de donde nos llega el
balido de los múltiples rebaños de ovejas de la zona.
En la rua Direita, hay un restaurante muy bien
disimulado entre las casas rústicas que siempre ha
tenido extraordinaria cocina: A Convenção, llamado así porque en una casa cercana se firmó el importante tratado que en 1834 puso fin a las guerras
Vista al exterior desde las murallas
79
26
Torre de la catedral fortificada de Évora
Évora, patrimonio
mundial fortiicado
Con 50.000 habitantes, Évora es el mayor municipio de Alentejo y su capital geográfica. Desde
1986 ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad por su Casco Histórico, que Elvas logró para
su guarnición fronteriza y fortificaciones en 2012.
Distante a 100 kms de Badajoz, si venimos por
Evoramonte nos encontramos con las majestuosas murallas del s. XIV, y de frente elacueducto
de Agua de Prata, de 1537, que se interna en la
ciudad por la rua do Cano. Si accedemos por Redondo, a la izquierda tenemos la muralla abaluartada del s. XVII, delimitando al jardín público, donde está el palacio del rey don Manuel, del s. XVI, y
unas curiosas y románticas ruinas fingidas. Más
al centro: restos del amurallamiento romano del
s. I, reforzado por los visigodos.
Aquí tenemos de todo y ejemplarmente conservado. Un modelo de armonía constructiva, respeto por
el medio urbano, buen gusto y cuidado colectivo. En
el medio de esta especie de “concha de tortuga” que
es el casco antiguo vemos un exento templo romano
del s. II, de capiteles corintios, probablemente con-
sagrado a Diana. Al lado, la catedral, gótica de
transición, que presenta al exterior dos poderosas
torres con remates cónicos: ningún edificio le supera en altura y desde los alrededores es lo primero
que vemos de Évora, que se derrama como “tienda
de campaña”, con vértice en las torres catedralicias.
El interior de esta catedral, la mayor de Portugal, presenta tres naves que son un compendio
de estilos, desde el románico tardío al barroco, y su cúpula octogonal sobre trompas es una de
las más bellas del país. No podemos perdernos la
visita al claustro gótico, al museo catedralicio y a
la sillería renacentista del coro, que convierten al
conjunto en uno de los tesoros artísticos más completos del país.
Desde ahí, debemos bajar por la rua 5 de Outubro -llena de encantadoras tiendas de artesanía y
restaurantes acogedores- hasta la Praça do Giraldo, bulliciosa siempre, lugar de reunión y centro
de compras. Hermosamente porticada, tiene casi al
centro una fuente monumental de granito hasta
donde llegaban las aguas del acueducto.
80
“Encuentro” de muralla medieval y abaluartada. Évora
De ahí podemos bajar a la Iglesia de San Francisco, parando antes a observar por fuera la Iglesia
de Nuestra Señora de Gracia, de tipo renacimiento
italiano, con fachada de granito y decoración insólita
de atlantes en sus extremos superiores. La de San
Francisco es espectacular, con portada manuelina e
interior de inmensa nave con bóveda ojival. A un
lado, se encuentra la Capela dos Ossos, capilla de los
siglos XVI y XVII ornamentada en pilares y muros
con la osamenta y cráneos de unas 5.000 personas;
por encima de su pórtico hay una frase que es todo un
resumen de la reflexión que los frailes querían transmitirnos sobre la inconsistencia de la vida: Nós ossos
que aqui estamos, pelos vossos esperamos.
Volviendo otra vez al norte por las estrechas calles de esta ciudad radiocéntrica, entre nuevas
iglesias, palacetes y rincones pintorescos, llegamos
al Largo da Porta de Moura, una amplia plazoleta
con fuente y abrevadero de mármol en estilo renacentista, limitada al sur por la casa Cordovil, con
elegante terraza de arcos geminados y tejado almenado, rematado en flecha cónica, de estilo árabe.
Un poco más arriba, entre un derroche monumental que no podremos atender del todo, está
la Universidad. Fundada en 1559 por el cardenal D. Enrique (después Rey de Portugal), fue
entregada a los jesuitas, que la dirigieron durante
doscientos años, hasta su expulsión. De puro estilo renacentista italiano, se ordena alrededor de un
claustro central porticado, al que se abren las aulas
que aún mantienen preciosos púlpitos de madera y
revestimiento en sus paredes de azulejería con motivos de las materias que allí se enseñaban.
Cuando llegue la hora de comer, no es mala opción acercarse a la Adega do Alentejano, al Café
Alentejano o al Fialho (por citar solo tres de los
múltiples y deliciosos pequeños restaurantes de la
ciudad). Sirven estupendos entrantes, de aceitunas,
queso, farinheira, diversas ensaladas y buen vino
de la casa. Luego açorda alentejana (con huevos
escalfados, cilantro, pan duro y ajo), ensopado de
borrego, asados de carne, bacalhau no forno, y pastelería casera: necesario aporte en calorías para el
trabajador del campo y para el turista “buscador de
tesoros” fatigado.
Dulcería en Évora
81
Interior de la Iglesia de S. Francisco. Évora
82
Frontón y espadaña de la Igreja da Graça, de Évora
Templo romano de Évora
83
27
El acueducto al lado del convento da Cartuxa
Acueducto de Évora:
un paseo con Geraldo
Sem Pavor
Inaugurado el 28 de marzo de 1537, las el Aqueduto da Água da Prata de Évora fue construido en tiempo récord: solamente duraron seis
años las obras; casi un centenar tardó en hacerse
el de Amoreira, de Elvas.
Bajo la dirección del arquitecto real Francisco
de Arruda -el mismo que inició el elvense-, trae
sus aguas desde donde hoy tenemos el Barragem do
Divor, al sur de Arraiolos, descendiendo al sureste
hasta Évora, con casi 19 kilómetros de recorrido.
A pesar de esta considerable extensión -como
ocurre con el de Amoreira, y como es común a todos
los acueductos-, la mayor vistosidad la adquiere
en los valles, que en ambos casos citados corresponde precisamente con la entrada a la ciudad.
Así, el Acueducto da Água da Prata resulta especialmente atractivo en sus últimos dos kilómetros antes de entrar en la población, que es
además el tramo más antiguo de los conservados,
pues corresponde a la restauración del siglo XVII
(tras los desperfectos ocasionados por la Guerra de
Restauração, de 1640-1668). Los tramos anteriores
son mitad subterráneos y la otra mitad fueron reconstruidos en el siglo XIX.
Este tramo final se prolonga en el interior de
la ciudad, donde se conservan las arquerías -si
bien algunas están solapadas por las construcciones urbanas-, llegando hasta la plaza central,
la Praça do Giraldo, donde una excelente fuente de
mármol blanco, con ocho caños (Fonte Henriquina,
por el cardenal D. Henrique, rey de Portugal, que
la mandó construir) sustituyó a la anterior -más
modesta- antes de finalizar el siglo XVI.
Curiosamente, todo este espacio monumental
-de arquerías airosas, levantadas en granito bien
tallado, con espaciosos arcos de medio punto alzados sobre enormes pilares reforzados-, que va desde
el Convento de S. Bento de Castris hasta la Praça
do Giraldo, además de su belleza artística y complejidad técnica admirable, constituye un espacio
84
Arcadas del Acueducto da Água da Prata, de Évora, atravesando la muralla medieval
digno de recorrer, en un paseo de 2’5 kilómetros (0’5 kms. en el interior de la ciudad) que
nos hará rememorar las hazañas del guerrero cuyo
nombre lleva la Praça, y que montado a caballo
enarbola una espada ensangrentada, con dos cabezas cortadas a los lados: Giraldo Sem Pavor.
Al servicio del primer rey de Portugal -D.
Afonso Henriques-, conquistó la ciudad a los
musulmanes en 1165. Legendario guerrero cuyas
peripecias se asemejan a las del Cid español, llegó
incluso a invadir ciudades extremeñas como Trujillo,
Cáceres, Montánchez, Santa Cruz de la Sierra, Badajoz y Lobón. Tenía su cuartel general en Juromenha, y la toma de Évora está envuelta en la leyenda.
Según las crónicas del siglo XVI (de Frei António
Brandão y Mestre André de Rezende), estando Évora
en una planicie descubierta, solamente una atalaya
de S. Bento (donde está el Convento de S. Bento de
Castris) era el punto estratégico de avistamiento de
enemigos. Pero Geraldo aprovechó que el moro
que vigilaba había cedido su puesto a su propia
hija para retirarse a descansar, escaló la torre
y degolló a la muchacha, haciendo lo mismo a
continuación con su padre. Entonces, pudo hacer
desde allí señales falsas a los servidores musulmanes de la plaza, que salieron en persecución de una
partida de soldados que Geraldo dispuso para dis-
Escudo de la ciudad
85
Praça do Giraldo de Évora, hasta donde llegaban las aguas del Acueducto da Águas da Prata
traerlos, en tanto conseguía, en la confusión, entrar
en la ciudad fortificada, apoderándose de ella.
Es una tentación, por ello, ir desde el Convento de S. Bento (cisterciense, del siglo XIII) a
la Praça do Giraldo, siguiendo el Acueducto, que
tras el anterior pasa al lado del Convento da Cartuxa (renacentista y barroco) y penetra en elForte abaluartado de S. António (del siglo XVII).
Así, seguimos la ruta de leyenda de um esforçado capitão (en palabras de un investigador: Manuel de Carvalho Moniz -1966-) o um bandido que
tinha por culto apenas a ladroagem (en palabras de
otro: Oliveira Martins -1879-). Un Cid portugués,
en suma, según otro más (David López-1940-). Disfruten del doble tesoro: la ruta y la leyenda de Geraldo -o Giraldo- Sem Pavor.
86
Prolongación del acueducto en el interior de la ciudad
87
28
Mirador en Monsaraz hacia el embalse de Alqueva
Monsaraz, la pizarra
hecha ensueño
la más remota prehistoria, abundando en los alrededores buen número de megalitos, que merecen
una visita. Pasó por ella la civilización romana, a
la que siguieron los visigodos, llegando en el siglo
IX a ser tomada por los moros y formar parte
enseguida del reino de Badajoz. Sería Geraldo Sem
Pavor (una especie de Cid Campeador de la
Raya extremeño-alentejana) quien la conquistaría en 1167, aunque los almohades la recuperan
en 1173.
Cuando en 1252 es reconquistada por don
Sancho II, fue entregada a los Templarios, obteniendo once años después carta foral. Desde esa
fecha hasta el final de las guerras de Restauración contra España, a mediados del siglo XVII,
vivió su época de esplendor, pues constituyó una
plaza fuerte de vital importancia. De ahí su ex-
Quien visite Monsaraz -a una docena de kilómetros de la raya con España, allá donde el río
Guadiana deja de hacer frontera con la provincia
de Badajoz, entre Cheles y Villanueva del Fresno-,
se sentirá extrañado de una cosa: que aún no sea
Patrimonio de la Humanidad, a lo que aspira desde
hace algún tiempo.
Monsaraz, situada a 90 kms. al suroeste de
Badajoz y 60 kms. al sureste de Évora, es una
población sorprendente. Encaramada -como tantas en la frontera- en lo alto de un vistoso montículo,
a los pies del Guadiana, conserva vestigios desde
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Calle de Monsaraz. Pizarra, rebordes graníticos y encalado
traordinario legado arquitectónico militar, tanto
en fortificación medieval como abaluartada, que le
recubren como un doble caparazón de tortuga inexpugnable. Y lo sorprendente, para los que venimos acostumbrados a visitar fortalezas de granito,
caliza o piedra arenisca, es la casi exclusividad
de piedra pizarrosa en los enormes paredones,
torres, castillo, e incluso iglesias, casas y hasta
empedrado de las calles.
Por cierto, todo se conserva, tras sabias y
oportunas restauraciones, en un grado óptimo,
admirable. Da un poco de sana envidia, pues no
es fácil que una población que pierde su importancia estratégico-militar y económica, y que queda
fuera de ruta (para acceder a ella hay que ir intencionadamente a ella y sólo a ella), esté tan vital,
habitada, activa y sabiamente rehabilitada, sin el
mal gusto de la especulación rápida o de las torpes
actuaciones oficiales, corrientes en otros ámbitos.
Fresco del Buen y el Mal juez. Monsaraz
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Campanarios de Monsaraz. Iglesia Matriz y Museo
Tras pasar los distintos lienzos de murallas, por
callejas estrechísimas e impecables, llegaremos a su
calle central, que viene a ser como una espina dorsal de su cuerpo en forma de pez. Allí está la Iglesia Matriz (Nuestra Señora de la Lagoa), de los
siglos XVI al XVIII, de airosas torres y columnas
poderosas de pizarra, con cabecera de estilo góticorromano; una picota del siglo XVIII y, al fondo,
el castillo, de forma casi redonda, donde se celebran
a veces corridas de toros y exhibiciones ecuestres.
Subiendo a la Torre del Homenaje dominamos un hermoso paisaje de lomas de pastos y
encinares. Pero, en realidad, todo el pueblo es un
gran mirador, y desde las terracitas de sus pequeños y bien cuidados restaurantes podremos contemplar puestas de sol llenas de malvas, rosados y, a
veces, rojo encendido de la gran planicie alentejana.
Su Museu do Fresco, situado al lado de la Iglesia
Matriz, atesora el Fresco do Bom e do Mau Juiz,
considerada la única pintura mural con temática política en Portugal. Es una representación
alegórica de la justicia terrena y de la divina, descubierto en 1958 en el antiguo Tribunal de la villa, posiblemente de finales del siglo XV. En él se
denuncia la corrupción humana mostrando un juez
que admite sobornos, al tiempo que el juez divino
ejemplifica el camino de la rectitud incorruptible.
Pintura mural tardogótico de alto valor artístico y
contundente denuncia intemporal.
La villa, de poco más de 700 habitantes, está
llena de tiendas de recuerdos, y es posible comprar
a precios razonables piezas de alfarería, de corcho y
mimbre, así como mantos tradicionales de lana multicoloreada. El vino de la zona (vinho de Reguengos
de Monsaraz, concelho del que forma parte) es un
caldo con cuerpo, de los que se pegan a la garganta
e invitan a comer su incomparable borrego ao forno,
su cabrito y los omnipresentes ensopados.
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Vista panorámica de Monsaraz
Vista a Alqueva desde Monsaraz
91
29
Castillo de Alconchel desde la Sierra de Alor en Olivenza
De Mourão
a Alconchel,
atravesando
La Raya
muralla, así como revellines protegiendo las cortinas de la misma. De todo ello, queda un patrimonio interesante que precisa, especialmente en los
refuerzos abaluartados, de una rehabilitación que
resalte su valiosa monumentalidad.
En el Baixo Alentejo, marcado en la Raya por
castillos y fortificaciones, lomas adehesadas y rebaños de ovejas, nos acerca Mourão, por la inmensa
planicie, hasta Villanueva del Fresno.
Pero Mourão merece una visita, un paseo
tranquilo por sus quebradas calles, y en especial subir a su Castelo, antes de cruzar la frontera. Castillo construido en 1343, bajo el reinado de
D. Afonso IV, en un punto dominante de la villa,
alternando la predominante pizarra con mármol y
granito. Su planta rectangular se refuerza con seis
torres cuadradas, accediéndose al interior por dos
grandes puertas.
Las guerras medievales tendrán continuidad en
la Edad Moderna, especialmente con la sublevación
de Portugal contra la Unión Peninsular (16401668), por lo que se remodela la cerca exterior, dotándola con cuatro baluartes en los ángulos de la
Vista de Alconchel desde su castillo
Villanueva también es otro símbolo contundente de nuestras luchas de frontera. De su
fundación, seguramente templaria, apenas quedan
en pie unos paredones del castillo defensivo: al capitular durante la Guerra de Restauración, fue sa-
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Castillo y baluarte de Mourão
queado y arrasado. De esa fecha, eso sí, nos resta
el diseño de su traza urbana, de calles amplias y
rectas, que salen de la plaza central donde se encuentran la Iglesia parroquial y el Ayuntamiento.
Importa destacar la armonía de este pueblo
encalado, de los más representativos de nuestros pueblos blancos, muy agradable de pasear con
sosiego y tapear en sus bares, sin olvidar una visita
a la Iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción, neoclásica, del siglo XVIII, con importantes
retablos barrocos.
Hacia el norte, a una docena de kilómetros,
está Alconchel. Desde mitad de camino ya vamos disfrutando de la airosa vista del castillo.
Impresionante fortaleza templaria, del siglo XIV, que
culmina un monte en forma de triángulo equilátero
casi perfecto. La Torre del Homenaje, prismática, de
sección cuadrangular, domina un amplísimo entorno. El castillo tiene refuerzos para disponer armas
pesadas de artillería, a causa también de la Guerra
de Restauración, lo que contribuye a acentuar su
carácter inexpugnable y de bronca belleza.
Desde allí, las vistas al caserío son excelentes, destacando la blancura de las fachadas,
el rojo de las techumbres, el serpenteo de sus
calles. Y en ellas, encontramos esa disposición para
la copa y el tapeo tan propia de nuestros pueblos
extremeños, que aquí se completa con la calidad y
buen precio de la comida extremeña de sus restaurantes, cuidados y agradables.
Si fuéramos desde esta población a Badajoz, no
estaría mal desviarnos hasta Cheles, en la frontera, al pie del Guadiana, en ese gran remanso que
forma la cola del embalse de Alqueva, y donde
se guarda el secreto de la preparación de los
peces de río, que como en pocos lugares podremos
disfrutar.
Villanueva del Fresno en las Guerras de Restauração (en 1662)
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Vista de la Alcazaba desde la carretera de circunvalación
De Jerez a
Burguillos
pasando por el
dolmen de
Toriñuelo
a cuya Orden hace el rey donación de la villa. El
Temple repuebla la comarca, si bien con su forzada disolución en 1312 pasa de nuevo a la Corona,
que en 1370 se la cede a la Orden de Santiago,
quien continuará su engrandecimiento.
Las guerras con Portugal de los siglos XVII
y XVIII la afectarán negativamente, pero el legado monumental, especialmente religioso (iglesias,
ermitas y conventos), llegará en aceptable estado a
nuestros días.
De ese legado hemos de destacar especialmente sus
iglesias de portentosas torres, como quedó apuntado.
Así, la Parroquia de Santa María de la Encarnación -lindante con la Alcazaba-, uno de
los templos católicos más antiguos de España (consagrado en 556), reconstruido en el siglo XVI, con
recia torre concluida a principios del siglo XIX.
La Parroquia de San Miguel -en el centro
de la ciudad-, santiaguista, construida en el siglo
XIV y ampliada hasta mediados del siglo XVIII, en
que se remata su torre (1756), de traza barroca, con
gran riqueza decorativa.
La Parroquia de San Bartolomé, más al norte -también intramuros de la antigua cerca medieval hoy conservada parcialmente-, del siglo XV,
pero remodelada en el XVI, XVII y XVIII (en que
se levanta la torre campanario junto a la fachada
Cuando vamos de Badajoz a Huelva y dejamos
atrás los extraordinarios valles de inmensos encinares en que se cría el cerdo ibérico, nos aparece
Jerez de los Caballeros, destacando sobre el
caserío las esbeltas torres de sus iglesias.
Si entramos a la población por la circunvalación
que conduce a su Alcazaba -de origen musulmán-, allí se nos despliega un mundo esplendoroso,
dispuesto a una lección de arte que va desde este
recinto defensivo, conformado después por los templarios, hasta la sucesión de estilos que representan
sus iglesias, donde las torres constituyen lo más
atractivo del lugar.
Jerez fue conquistada a los musulmanes en 1230
por Alfonso IX de León, con la ayuda templaria,
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Parroquia de Santa María vista desde la Alcazaba
principal, de clara influencia sevillana, con enorme
riqueza ornamental en yeso policromado, barro vidriado y cerámica).
junto admirable, que en la Semana Santa redobla
su atractivo, por la fama de sus Pasos: declarada de
Interés Turístico Regional, está a poco de alcanzar
la calificación de Nacional, que bien merece.
De ahí, si nos encaminamos hacia Zafra (que
precisaría de otra “anotada visita” por sus valores
monumentales y urbanos, aparte de su envidiable
gastronomía, como también le ocurre a Jerez, sin
duda), al salir de la población nos encontramos
a la izquierda el Dolmen de Toriñuelo. Desde la
misma carretera se ve el túmulo que lo conforma.
Este monumento funerario pertenece al Calcolítico, y bajo el pequeño “cerro” que exteriormente contemplamos contiene una cámara ovalada de
3’80 por 3’50 metros, con trece ortostatos (se conservan doce de estas grandes losas verticales) y cubierta en falsa cúpula. Destaca el largo corredor
de acceso, de 25 metros, con altura máxima -a la
entrada- de 1’42 metros.
Ya puestos en carretera, merece acercarse a
Burguillos del Cerro, para subir a su portentoso
castillo templario, levantado sobre construcción
musulmana como en el caso de Jerez -con quien
también tiene semejanza en su Iglesia Parroquial,
especialmente en su sobresaliente campanario-,
destacando la Torre del Homenaje, desde la que las
vistas al entorno son inolvidables.
Torres de San Miguel y de San Bartolomé, a los extremos del caserío
La última Iglesia Parroquial -ésta extramuros-, es la de Santa Catalina, una vez más de
monumental torre, aunque más sobria que las dos
anteriores, pero espectacular en su interior, donde
destaca el inmenso retablo barroco del altar mayor, en madera policromada, dotado de bellísimas
esculturas.
Palacios, casas solariegas, cuidadas plazas,
puertas del recinto amurallado (de Burgos -s.
XIII- y de la Villa -s. XV-) completan un con-
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Parroquia de Santa Catalina
Al subir habremos quedado atrás -en la falda del
monte- a la Iglesia de Santa María de la Encina,
edificación del siglo XIV, convertida en cementerio en el siglo XIX, luego abandonada, y desde
2003 reconvertida en Centro de Interpretación
de la arquitectura popular en Extremadura,
con paneles, maquetas, audiovisuales, etc. que ilustran el modo de vida, la identidad cultural de los
pueblos agro-ganaderos.
nómicos- pareció un sueño: transformar las ruinas lamentables de lo que fue su Parroquia
de San Juan Bautista (igualmente del siglo XIV,
luego cementerio y después destrozo y desolación)
en Centro de Investigación, Turismo y Cultura,
dedicado especialmente a la Orden del Temple.
Culminó el proceso en 2011, lo que se explica
-con sus resultados- pormenorizadamente en un
cuidado volumen publicado en 2015 por el Ayuntamiento de la localidad, mostrándonos el modelo que tantas localidades de nuestro entorno
deberían seguir para recuperar, poniendo en
valor y uso, su patrimonio monumental, sus
“tesoros” heredados, que no podemos ni debemos
condenar a la ruina, el olvido y abandono, como en
tantos casos ocurre, por desgracia.
Dolmen de Toriñuelo
Burguillos, que ha sabido recuperar este monumento gótico tardío y darle un uso más que digno
admirable, también ha logrado lo que -en la larga
“batalla” de gestiones y captación de recursos eco-
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Vista parcial de Burguillos del Cerro desde su castillo
Interior del Centro de Interpretación de la arquitectura popular
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Atardecer en Sines
La costa alentejana,
un tesoro salado
tigios cartagineses y romanos -especialmente instalaciones para salazones-, que durante siglos fueron
saqueados por los múltiples piratas que buscaron
refugio en el lugar.
Cuando estamos viajando por la inmensa planicie alentejana, abrasante en verano, siempre necesitada de un golpe de lluvia, apetece hacer una
escapada hacia el mar, estirando la raya hasta el
Atlántico en esa Costa Azul que es el destino
de tantos alentejanos y extremeños, no sólo en
vacaciones sino frecuentemente en fines de semana.
Una especie de tesoro salado a nuestro alcance.
Si accedemos desde el sur, entramos por el concelho de Sines, topándonos con un reguero de playas
bajas y arenosas, suaves, delimitadas por roquedos
calizos, de plegamiento inclinado hacia el mar, que
las acotan y evitan la monotonía de una costa sin fin.
Son tantas que hemos de escoger… Yo me quedo
primero con la playa frente a la islita do Pessegueiro donde, además de comer un envidiable arroz
de mariscos, podemos deambular por su impresionante fuerte del siglo XVII al borde mismo del
agua; enfrente tenemos el islote, al que se puede
llegar en lancha de pescadores (se organizan
paseos en barcazas desde Porto Cobo): allí encontraremos restos de otra fortificación similar y ves-
Vista de la Ilha de Pessegueiro desde el Forte exterior
A unos 3 kms. tenemos Porto Covo, que merece mención aparte. Aldea de pescadores, conserva
una plaza y calles que confluyen a ella de enorme
plasticidad, maravilla de urbanismo y arquitectura
alentejana preservados desde el siglo XVIII, restaurado y acondicionado todo: pavimentos, fachadas, casas, bares… con un gusto fuera de lo común,
predominando el adoquinado calcáreo, el blanco de
fachada, azulón en zócalos, rojo y blanco en puertas
y ventanas, teja árabe y mucho arbolado.
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Cala de Porto Cobo
A este atractivo se une el de sus playitas -debajo de sus enormes acantilados- de arena
blanca y fina, sus aguas cristalinas y el pescado abundante, que podemos tomar en sugerentes caldeiradas de peixes.
De ahí, todo un rosario de playas nos llevan
hasta Sines. Es posible que la de San Torpes nos
interese más ahora. Si las anteriores eran pequeñitas, familiares, aquí estamos ante varios kilómetros
de arena, que entroncan con Sines, capital del concelho, donde podremos visitar su castillo medieval y la
Iglesia Matriz gótica, reconstruida en el siglo XVIII.
A unos 17 kms. al este se encuentra Santiago
de Cacém; antes de continuar por las playas, merece una ojeada: la justifica su sobresaliente castillo, con muralla casi completa de diez torres
y barbacana prácticamente íntegra; pero sobre
todo, la cercana ciudad romana de Miróbriga,
uno de los ejemplos romanos más completos que se
conservan en el mundo.
De allá, volvemos de nuevo a las inacabables playas, todas seguidas, 60 kms. más, hasta la Reserva
Natural del Estuario del Sado. Habremos ido pasando por la muy frecuentada de Melides, por la de Carvalhal, la de Comporta, y recalaremos en esa lengua
de tierra rodeada de mar que es Troia, que nos pone
enfrente de Setúbal y conserva unas valiosas ruinas
romanas -Cetóbriga- con 2000 años de antigüedad.
Bordeando el río Sado, dejamos las playas para
descansar en Alcácer do Sal, la Salatia Urbs Imperatoria de los romanos, ciudad episcopal con los
visigodos y uno de los emplazamientos más poderosos de la Península con los árabes, reconquistada
por los cristianos en 1217. Todas estas civilizaciones han dejado allí su impronta, destacando su monumental castillo, síntesis de estas culturas. Él le
ha dado su nombre a la ciudad: Alcácer, alcazaba,
fortificación (topónimo árabe). Y do Sal por haber
sido ya con los romanos un gran productor de sal.
Hoy lo es de arroz, de corcho, de piñones, y lugar
delicioso para el turista reposado.
Todo un reto para un verano caluroso que aquí
se ve suavizado por el Océano Atlántico, siempre
suave y acogedor.
Troia vista desde el Forte de S. Filipe de Setúbal
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Azulejo de la Estación de Elvas. Acueducto de Amoreira
Esplendor artístico
en la azulejería de las
“estações ferroviárias”
Factible ruta para todos: Elvas-Vila ViçosaEstremoz-Évora. Dos estaciones en uso: la primera y la última. Las otras, dos testigos mudos de un
antiguo esplendor ligado al transporte del magnífico mármol de la zona, que ya han pasado a ser
Museo del Mármol la primera y edificio artístico
urbano la segunda.
Llegamos a veces a estaciones ferroviarias que
son todo un mundo de desolación; desapacibles, impersonales, laberínticas. Y vamos en otras ocasiones
a destinos que ofrecen ante nuestros ojos un mundo de belleza, brillo y color, al tiempo que nos
dan cumplida información de lo que nos espera en
el lugar que representan.
Es éste último el caso de tantas estaciones y
apeaderos de Portugal, que en la Raya/Raia tienen
una rica representación, incluso en aquellas que ya
dejaron de prestar su servicio de transporte, pero siguen haciendo esta labor divulgativa y artística
con su estimable azulejería.
En las paredes de los inmuebles e incluso también
en sus interiores, despliegan ese mundo mágico, insuperable, que ha sabido enriquecer iglesias, palacios,
jardines, mobiliario urbano… por toda su geografía, y
que en las estaciones pasa muchas veces inadvertido
para el turista de urgencias, pero que bien merece un
recorrido de excursión reposada y compartida.
Estación de Vila Viçosa
Los azulejos de la Estação de Elvas son
-como es común- de figuración tradicionalista,
plasmando monumentos de la población y la región,
elaborados por el pintor y ceramista Leopoldo Battistini (1865-1936), con orla sinuosa neobarroca en
100
Estación de Elvas
blanco y dorado e interior en las más variadas gamas
de azul. Consigue en ellos una profundidad increíble,
que en la representación del Acueducto de Amoreira,
la colina y Forte da Graça, así como las murallas y
fosos urbanos, cobra una dimensión monumental.
El caso de Vila Viçosa es otro magnífico
ejemplo de azulejería de principios del siglo
XX, cuya elaboración parece ser que fue puntualmente revisada por el rey D. Carlos I (1863-1908).
A diferencia de la anterior, la orla neobarroca de
los paneles -más profusa en motivos vegetales- no
utiliza otro color que el mismo azul del interior, con
gran alarde de sombreados. Las escenas de labores
agroganaderas, los extraordinarios monumentos de
la ciudad, recorren como gigantesco friso las paredes exteriores; destacando también la constancia histórica de la Guerra de Restauração contra el dominio español (1640-1668), impulsada
por el Duque de Bragança, que desde Vila Viçosa
partiría hacia Lisboa para ocupar el trono.
Estremoz -esta otra estación ya “sin tren”- vuelve a la policromía, con más aparatosidad en los
adornos exteriores alrededor de los motivos centrales, destacando grandes búcaros con flores y frutos. También desenvuelven escenas campestres y
representan monumentos urbanos, con primorosos
matices dentro de un azul siempre brillante. Su au-
tor es el célebre acuarelista y ceramista Alves de
Sá (1878-1972), que los realizó en 1940; tanto en
esta estación de Estremoz como en la de Vilar
Formoso -igualmente de su autoría, en la frontera entre Ciudad Rodrigo y Almeida-, estamos
ante uno de los conjuntos de azulejería del siglo XX de mayor calidad de Portugal. ¡Lástima que en este caso hayan tenido que proteger los
paneles con mamparas de metacrilato a causa del
vandalismo y el robo que ya han padecido, lo que
resta valor al entorpecer la visión de la viveza de
los colores y la apreciación del conjunto, interrumpida por traviesas de aluminio.
Azulejos de la estación de Estremoz
101
Azulejos de la estación de Évora
Por último, en Évora, podemos disfrutar de
otro de los conjuntos de azulejería en estación
ferroviaria más importantes de todo el país,
realizado por Jorge Colaço (1868-1942), célebre
“azulejerista”, al que se deben obras de gran valor
como buena parte de la Casa do Alentejo en Lisboa (Palacio de Alverca), el Hotel de Buçaco, la
estación de S. Bento de Porto y las de Castelo de
Vide y Marvão, así como otros distribuidas por todo
el mundo, como el Castillo de Windsor en Inglaterra o el antiguo Palacio de las Naciones Unidas de
Ginebra. El encanto de sus composiciones -también
de motivos profesionales campesinos, monumentos
urbanos y hechos históricos- son de un preciosismo
apabullante. Encuadradas en marco cerámico verde
y floreado polícromo en ángulos y separaciones, el
azul y el blanco se combinan en juego mágico de
matices, consiguiendo una sensación de volumen y
movimiento imposible de superar.
Magnífica excursión, por tanto, para un día,
que puede completarse con el “refuerzo culina-
rio” de la zona. En esta ocasión, lo redondeamos en
la Adega do alentejano, tradicional bodega donde
la sopa de tomate, la açorda á aletajana, los pezinhos de coentrada, los lombinhos de porco preto na
brasa, la carne de porco con ameijoas… se complementan con el vino tinto y denso de la tierra,así
como los postres caseros que invitan a proseguir
con fuerzas renovadas la ruta das estações de caminhos de ferro de nuestra Raya/Raia.
102
Azulejo de la estación de Évora
Azulejo en la estación de Vila Viçosa
103
33
Arcadas del Acueducto de Campillo de Deleitosa
El acueducto
de Campillo de
Deleitosa: tesoro
desconocido a
nuestro alcance
en la espadaña, con dos hermosas campanas y nido
de cigüeñas.
El pueblo se asienta en una enorme raña (depósito sedimentario de la Era Terciaria que recubre los materiales paleozoicos, con disposición horizontal, englobando cuarcitas y pizarras en base
arcillosa y arenosa), escondido entre montículos
mayores.
Si pegado a la Raya tenemos ese envidiable
Acueducto de Amoreira -en Elvas-, y un poco
más hacia el oeste el de Água da Prata de Évora,
al noroeste, en tierras extremeñas, podemos permitirnos también un delicioso paseo siguiendo el
trazado de un acueducto excepcional, tesoro desconocido y resguardado. ¡Y además hacerlo, como
en ninguno de los otros, por dentro del canal que
transportaba el agua!
Hablo del de Campillo de Deleitosa, a poco más de
veinte kilómetros al sur de Navalmoral de la Mata
(Cáceres). Lugar donde parece como si el tiempo se
nos hubiera detenido. Tal como su iglesia parroquial, comenzada a construir en el siglo XVII,
de aire tardo renacentista, más un toque arcaizante
Valle por donde discurre el Acueducto (a la izquierda del río)
Y al lado mismo, encontramos este acueducto de más de cinco kilómetros, en las laderas
del río de Descuernacabras, y que nos lleva desde los restos del martinete (“molino”) de las Herrerías hasta las ruinas de la central hidroeléctri-
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Tramo espectacular del Acueducto
ca, que proporcionó energía en el pasado siglo a la
zona, dándole una vida de la que ahora se resiente.
El acueducto es increíble. Puede recorrerse
casi en su totalidad por dentro del vaso del
canal, que salva el vacío en algunos momentos con
más de 7 metros de altura constructiva y más de
veinte arcos consecutivos de medio punto, todo con
el material cuarcítico y pizarroso de la zona, impermeabilizado con fuerte mortero.
Atrae especialmente el paisaje. Viejo roquedo
levantado en la orogenia herciniana, hace más
de 350 millones de años. Anticlinales arrasados
por la erosión y sinclinales rellenos, especialmente durante la Era Secundaria, a lo largo de
doscientos millones de años.
Vemos enormes crestas de cuarcita resaltando en lo alto de los montes; derrames de pizarras en laderas y depositadas al fondo de los
valles, junto a areniscas y conglomerados. Por
el camino, las glaciaciones del Cuaternario han depositado bloques de estos materiales metamórficos
en las faldas y gargantas, formando enormes pedreras desnudas, contrastando con la vegetación
exuberante del resto del terreno.
La disposición de las pizarras que vamos esquivando es de buzamiento casi vertical, erosionadas en “dientes de perro”, de los que hemos de
cuidarnos, por lo afilado de sus láminas, finas como
hojas de un libro.
El valle es rico en enebros, fresnos, quejigos, loreras, higueras, alcornoques, encinas,
jaras, madroños, zarzamoras, hierbas aromáticas… Da para oler, mirar e incluso “masticar”…
Todo ello lo atesora Campillo de Deleitosa, que
fue ruta trashumante esencial, por sus notables
pastos y su abundante agua, precipitada desde las
crestas que encajan el arroyo de Descuernacabras,
llegando a las fuentes y pilares del pueblo todavía.
Vista al río desde el acueducto
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34
Torre de molino y valle
De Arroyomolinos
a Montánchez, el
ascenso a las fuentes
del agua
Del mismo modo que un paseo por la Serra
d’Ossa, en el centro de Alentejo, nos llevaba a un
tesoro de la naturaleza que, aun no siendo totalmente rayano, es frecuentado por los que viven en
la Raia/Raya, deambular por la Sierra de Montánchez es como completar la “otra cara del espejo”, igualmente envidiable.
Y entre las muchas rutas que podemos hacer en
busca de esos tesoros que una malentendida “desruralización” no ha conseguido eliminar -¡pese a
su empeño!-, está una atractiva caminada entre
Arroyomolinos y Montánchez, siguiendo precisamente la Garganta de los Molinos, que tras
siete kilómetros ascendentes nos deja de la primera
en la segunda localidad.
Inmediatamente que salimos por el noroeste de
la primera, se nos presenta la imagen sucesiva de
los molinos que nos sirven de guía en la ascensión durante más de tres kilómetros. Serán
una treintena de construcciones, presentando
una misma estructura, aunque varios han perdido
algunos componentes, especialmente la casa de molienda, y otros han sido reconstruidos, pero dejados
ya en lamentable abandono.
De origen romano en buena parte, ha ido
completándose el conjunto hasta el siglo XIX,
manteniéndose en uso hasta los años sesenta del
pasado siglo. Su tipología viene dada por la pronunciada pendiente del valle, que facilita la caída del
agua desde una charca de embalsamiento en cada
uno, a la que sigue un recio canal que acaba en un
brocal de pozo con profundidad de unos 4 metros
hasta la piedra de moler, en el cuarto o casa de
molienda.
106
Conducción, torre, molino y valle
Aquí las veredas se han convertido ya en
caminos empedrados, que facilitan el acceso motorizado y la explotación de huertos, regados por
abundantes torrentes, manantiales y fuentes que
brotan de continuo.
Subiendo un poco más, pasamos a un terreno
remansado, prácticamente llano, amparado el camino por altos muros de piedra que delimitan pequeñas propiedades, en cuyo acceso encontramos
portales monumentales, estructuras adinteladas techadas con lajas de granito y vigas de
castaño, que albergan olivos, vides y plantaciones
hortícolas en su interior.
Ya cerca de Montánchez, un bosque de castaños, apretados como si fuera una alameda,
nos acompaña casi hasta la visión del castillo
portentoso de la ciudad. El camino, umbrío, tiene en
sus muros de granito pegados musgos, líquenes, ombligos de Venus… que le dan un aire irreal, como
si fuera un paisaje elaborado por nuestra fantasía.
Y al final, coronando un picacho elevado a
más de 700 metros sobre el nivel del mar, el
castillo medieval, abrazado por el caserío encalado
y de techumbres rojas, precedidos de más bancales
que resguardan higueras, vides y olivos.
Arriba planean las águilas. Abajo vuelan oropéndolas, currucas, ruiseñores, picapinos. Deambu-
El agua que sale de cada uno es aprovechada por el siguiente, en esa sucesión como de
cuentas de un rosario, de la que vamos disfrutando siguiendo una empinada vereda sinuosa, a cuyos
lados se aprieta el matorral de jaras y retamas, escobas blancas y amarillas, tomillo, esparragueras.
Las conducciones están labradas en piedra de
granito y el terminal circular parece suspendido en el aire, abierto siempre al valle como una
garita descubierta de fortificación.
Cuando hemos ascendido a los últimos molinos, la
visión hacia el sur nos descubre un impresionante
paisaje de valle fluvial en “V” abierta -excavada por riachuelos, torrenteras-, de donde afloran
bolos de granito a veces gigantescos. Y al fondo la
explanada de Cornalvo, la espléndida dehesa de encinas y alcornoques que nos lleva hasta Mérida.
Más arriba de esta Gargantea de los Molinos,
conforme ascendemos, se nos presenta otra
obra humana levantada con el esfuerzo y el tesón
increíble del que sabe sacar el mínimo producto
a la tierra: bancales graníticos que más parecen amurallamientos sucesivos, apretados. Así
crean rellanos que posibilitan la presencia de olivos
muy cuidados, donde la naturaleza de por sí no lo
permitirían, o al menos no iba a facilitar su explotación.
107
Bancales de olivos
lan deprisa por el sotobosque los mirlos y también
alguna culebrilla. Montánchez nos aguarda con
sus tentadores anuncios de jamones y chacinas
envidiables, curados por el aire puro de la sierra.
Hay que lamentar, eso sí, que no esté bien cuidada la señalización de la ruta y que estén sometidos
a sistemático abandono esos tesoros patrimoniales
que constituyen los molinos en cascada, maltratados por el hombre y el tiempo.
Castillo de Montánchez
108
Cercado y entrada adintelada
Conducción y torre de molino
109
35
Ábside capilla del Cementerio Antiguo o antigua ermita del Santo Cristo
Talaván, patrimonio
religioso con tortuosa
fortuna
de Nuestra Señora de la Asunción, que también
merece una reflexión.
El paseo, de 5 o 6 kilómetros desde el pueblo
hasta el encuentro del arroyo Maya con el Tajo, es
un agradable recorrido por un paisaje netamente
mediterráneo, de fondo pizarroso, compacto de jaras
y alcornoques, que en el cabezo interpuesto entre
ambos ríos nos ofrece los restos de un castro
celta del período del Hierro II, del que se conservan restos de murallas, torres y estancias, y poseyó
tres recintos de amurallamientos concéntricos.
Vueltos al pueblo, si al salir no habíamos reparado en ello, ahora veremos destacar de entre el
caserío la torre de su Iglesia parroquial. Monumento sencillo pero de buena factura, levantado entre los siglos XV y XVI, en estilo tardogótico y renacentista, del que enseguida nos
llamará poderosamente la atención su torre, alzada
en la cara norte. Problemas de conservación de su
último tramo llevaron a que en los años sesenta
del pasado siglo se hiciera una intervención de urgencia, colocando una cubierta inclinada, habiendo
desaparecido prácticamente todo el cuerpo superior.
En 2009 se procedió a su rehabilitación y, para
no reconstruir con mimetismo (algo que se rechaza
en las técnicas y normativas de intervención en monumentos), se levantó una estructura cúbica en
Si en la Serra d’Ossa y en la de Montánchez
hemos podido hacer interesantes rutas compatibilizando patrimonio natural con humanizado, otra
vez más apartándonos ligeramente de la “línea de
Raia/Raya” volvemos a gozar de nuestros montes,
ahora yendo entre Cáceres y Plasencia, por el Valle
del Tajo, en ese preanuncio del Parque Nacional de Monfragüe que son los alrededores de
Talaván.
¿Y por qué en esta zona menos conocida de los
tesoros que conforman nuestro patrimonio? Por
eso, por abrir nuevas opciones y porque el empeño,
siempre loable, del Grupo de facebook ARQUEONATUREX -tan eficazmente administrado por Amparo Carrasco- insistió en invitar a cuantos lo desearan a compartir una ruta senderista moderadamente montuosa, con el descubrimiento de
un patrimonio artístico especial. Concretamente, ese pequeño tesoro que es la antigua Ermita
del Santo Cristo, vecina de la Iglesia parroquial
110
Castro celta (La Torrecilla. Del Hierro II) y río Tajo
hormigón visto con aberturas rectangulares en
vertical y remates de machones blancos, de una
altura doble de la del tramo de torre conservado. Y
así, para evitar una reconstrucción “imitadora”, se
ha implantado un auténtico bodrio que a nadie
deja indiferente por lo disparatado: el impacto visual es terrible, al tiempo que carece de la mínima
“inspiración de la gracia artística” que cualquier
actuación en un patrimonio histórico debería tener.
Un cubo, en definitiva, que está pidiendo a gritos
su desmonte.
XX sirvió como cementerio municipal, pasando
posteriormente al total abandono, en que ahora
se encuentra.
Es especialmente inexplicable su estado de dejadez y ruina, porque estamos ante un patrimonio
singular en cuanto a su interior decorativo se
refiere, del que apenas si queda la capilla mayor,
pues lo demás está prácticamente destruido, a no
ser los arcos que definen los tramos de su única
nave.
Iglesia parroquial Ntra. Sra. de la Asunción, después y antes de la
“intervención”
Cúpula del ábside
Pero lo más lamentable corresponde a la Ermita
del Santo Cristo, pequeño monumento del siglo XVII, que durante el XIX y buena parte del
Esta capilla es de planta ochavada y cúpula semiesférica sostenida sobre pechinas irregulares, to-
111
Capilla del Cementerio Antiguo o antigua ermita del Santo Cristo
talmente esgrafiada. La ornamentación de la cúpula es floral y geométrica desde la clave superior
hasta el círculo de base en donde se presenta lo más
singular de la decoración: un friso de ángeles réprobos, o condenados, o “malos”, que podemos
llamar. Sobre fondo blanco, se delimitan las alas
con trazos lineales curvos; en sus cara se muestran
ojos de terror y en la boca enormes dientes puntiagudos, dejando entrever un fondo rojo, como rojo es
el contorno y punteado del capirote triangular que
cubre sus cabezas, de cordón con borla del mismo
color, lo que les da un aire grotesco y desamparado.
La imagen de estas figuras “angélicas” -todo
cabeza y alas- es sobrecogedora, pareciendo
representar las penas de la condena eterna. Un
versículo en latín recorre el círculo inferior. Corresponde al profeta Isaías, que traducido viene a decir:
FUE OFRECIDO PORQUE ÉL LO QUISO. Y ÉL
CARGÓ CON NUESTROS PECADOS. ISAÍAS 53.
Queda rematado con la fecha que nos indica el momento de su realización: 15 DE MARZO DE 1628.
Pero tan sobrecogedor, sin duda, es que todo lleva abandonado más de medio siglo, a merced
del que quiera entrar a “pintarrajear”, a van-
dalizarse mejante obra singular que pertenece a
la corriente artística de los esgrafiados bejaranos y
trujillanos (como ha estudiado, entre otros, Roberto
Domínguez Blanca) y de los que no hay ejemplos
parecidos en otro lugar.
Buena ruta, por tanto, para hacer. Buen patrimonio artístico para contemplar, admirar y… lamentar. Y también para exigir que se cuide y
ponga dignamente a disposición de todos, como
apreciable tesoro de nuestras tierras fronterizas,
tan ricas en ello y tantas veces ignorados.
112
Ángel réprobo
113
36
Bolos graníticos en berrocal. Dehesa Boyal de La Roca de la Sierra
Rico tesoro
geomorfológico
de La Roca de
la Sierra
buenos pastizales y tierra de labor, de amplios horizontes visuales.
Al Norte (hacia Cáceres): terrenos montuosos,
donde se encuentran afloramientos de pizarra y
cuarcitas ordovícicas, densas de vegetación mediterránea: encinas, alcornoques, jara y romero, muy
aptas para la ganadería ovina y porcina extensiva.
La Roca de la Sierra, enclavada en las estribaciones de la Sierra de San Pedro, tiene una
situación geomorfológica privilegiada, con un
legado natural edafológico que constituye un notable tesoro.
A ello hay que unir su patrimonio históricoartístico, que va desde magníficos dólmenes de los
alrededores, al Monasterio de San Isidro de Loriana
-hacia (y de) La Nava de Santiago-, del siglo XV;
puente medieval interior e Iglesia Parroquial tardogótica-renacentista de finales del siglo XIV terminada en el XV (ambos poseen bien labrada sillería
granítica, aparte de notable portada principal de la
iglesia, de magnífica arcada, e impresionante navesalón de bóveda de crucería y retablos barrocos),
casas blasonadas, etc.
Presenta al Suroeste (hacia Badajoz) terrenos
llanos, de sedimentos arcillosos miocénicos, con
Granito en “dorso de ballena”
Al Este y Sureste (hacia La Nava de Santiago
y Montijo), roca ígnea, plutónica, en suelos ondulados: se elevan al exterior formaciones graníticas,
elevadas y muy erosionadas (“bolos”, “hongos”, “dorsos de ballena”…); amplios berrocales muy aptos como materiales constructivos. Generosas dehesas, ofrecen asiento a ovejas y cerdos de montanera.
114
Formación en hongo granítico. Dehesa Boyal de La Roca
Al Oeste (hacia Villar del Rey), metamórfica pizarra, muy valiosa para tejados, suelos, aislantes,
en terreno de cerro y monte (sobresaliendo el de
Valdevilano). Abrupto territorio de caza mayor, con
algunas zonas de olivar y buen terreno para cabras
y ganadería bovina en libertad.
Alrededor, alguna roca ígnea, volcánica: duro basalto, así como canteras metamórficas, de cuarcitas.
Entre ellas, buena tierra de labor.
De todo se han aprovechado siempre los canteros,
faenando en medio de sus dehesas de encinas y alcornoques, con rico sotobosque y corrientes erosivas de aguas torrenciales, retenidas en charcas
legendarias.
Por cualquier lado, caminos de vistas formidables,
que invitan al senderismo y a la contemplación. Con
todo, lo mejor, su Dehesa Boyal, de buenos pastizales,
regada por la ribera Lurianilla, de extensos y elevados berrocales graníticos, con formas variadas, de
espectaculares “dorsos de ballena”, “hongos” y “bolos”.
De allí, las rutas hacia la zona de dólmenes y
Convento de Loriana serpentean por su ribera,
rica en fresnos y zarzamoras, con molinos de agua
que conservan -especialmente recuperado el de su
Dehesa Boyal en la zona donde se celebra la Romería de San Isidro-, su estructura central y conducción de agua en arco de ballesta.
Todo un goce para los sentidos, al alcance de las
manos de cualquiera.
Mapa geológico de los alrededores de La Roca
115
37
El Corredor de invasión Madrid - Lisboa
Corredor de invasión
Madrid-Lisboa:
tesoro abaluartado
de La Raya
Badajoz. A lo largo de los siglos XVII, XVIII y
XIX completaría unas defensas artilladas y abaluartadas de gran importancia. Al norte estaba
auxiliada por Alburquerque, e inmediatamente
al sur por su poblado efímero de Telena; fortaleza
esencialmente bajomedieval la primera y del siglo
XVII la segunda.
Pero el “embudo de contención” alentejano superaría con creces estas construcciones de defensa e
impulso a la infiltración, teniendo ante Badajoz una
inmediata tenaza primero de fortalezas medievales y después revestidas de abaluartadas con enorme
despliegue técnico: Campo Maior al norte, Elvas
al centro y Olivença al sur. Vanguardia fortificada
de impresionante alarde bélico y extraordinaria belleza monumental mirándolo como legado histórico.
A esta línea de inmediato choque le sucede
como una primera e inmediata retaguardia otro
conjunto donde igualmente lo medieval ha sido
revestido a partir de la Guerra de Restauração
Las sucesivas guerras de la Edad Moderna convirtieron la Raya, en la línea de invasión MadridLisboa, en una sucesión de “escudos abaluartados”, que ya en la Baja Edad Media tuvo una
importante implantación de castillos góticos,
de defensa activa.
Este corredor, este inmenso valle del Guadiana
fronterizo, que se prolonga por la planicie alentejana hasta Setúbal-Lisboa, presenta en la parte
española una importante población que fue sucesivamente fortificada desde su fundación islámica:
116
Escudos sucesivos
de 1640-1668: Arronches más al norte de Campo
Maior; Ouguela en el norte inmediato y Juromenha a espaldas de Olivenza, a orillas del Guadiana.
Estrechándose ese “tubo de embudo”, internándose hacia el inmenso llano alentejano que lleva
cómodamente hacia Lisboa, una segunda, casi
horizontal línea de retaguardia: Vila Viçosa,
Estremoz y Évora. Otra vez más lo medieval se
reviste de abaluartado, y -como los anteriores- protagonizan importantes confrontaciones entre portugueses y alentejanos, con sus respectivos aliados,
ingleses y franceses en la Edad Moderna, tras las
guerras de frontera anteriores ante las conquista a
los musulmanes.
De todo ello nos ha quedado un patrimonio artístico-monumental verdaderamente extraordinario, único; testimonio singular de una prolongada
época de lucha fronteriza, en muy buena parte preservado en cuanto a su integridad y autenticidad.
Digno de contemplarse, “leerse”, disfrutarse en serie.
RECORRIDO POR LAS LÍNEAS DE CHOQUE Y
CONTENCIÓN.
Amurallamiento medieval (izquierda) y redientes abaluartados
(derecha) en Alburquerque
Partir de Alburquerque, con su incomparable
castillo roquero del siglo XV y sus redientes arti-
117
llados del siglo XVIII (sin olvidar su barrio gótico)
para dirigirse a Arronches, que conserva gran
parte de la muralla abaluartada iniciada en el siglo
XVII, es un buen comienzo. No falta en el camino
muestras interesantes de pintura esquemática rupestre, como en sus cascos históricos un notable
patrimonio arquitectónico religioso.
Antiguos cuarteles militares de Campo Maior
El paseo desde allá nos lleva a Badajoz, a
dieciséis kilómetros, distancia que prácticamente
no hemos superado en los anteriores recorridos con
parada. El tesoro de esta ciudad, la mayor de su
entorno, con más de 150.000 habitantes, es de sugerente complejidad: desde su alcazaba musulmana
hasta su Museo de Arte Contemporáneo ubicado
donde estuvo -y fue lamentablemente destruido- el
Fuerte de Pardaleras, recorremos todo el arte y la
historia cuando menos de los siglos X al XXI.
Baluarte en Arronches
De Arronches podemos bajar a Ouguela, deliciosa y mínima población de apenas 50 habitantes
que sorprende por su fortaleza medieval artillada
y complementos abaluartados, con enorme cisterna
en el patio de armas y envidiables vistas alrededor,
que rivalizan con las de Alburquerque, visible desde allí.
Esquina de baluarte. Badajoz
Al sur, la Olivenza española (Olivença portuguesa), que une a su patrimonio fortificado neurobalístico y pirobalístico -como las demás- su riquísimo y variado patrimonio monumental y urbano,
así como un Museo Etnográfico de los más completos que podamos contemplar.
El “plato fuerte” puede que lo detente la siguiente parada: Elvas, con uno de los conjuntos de fortificaciones abaluartadas y sus complementos más
Casa del Gobernador. Ouguela
Una decena de kilómetros más abajo: Campo
Maior, conjunto medieval, renacentista y moderno
extraordinario en cuanto al patrimonio militar, civil y religioso, complementado con sus museos etnográficos e industriales.
118
Castillo y fortificación moderna. Olivenza
grandiosos e íntegros del mundo, enriquecidos por
dos cercas islámicas y otra más bajomedieval, en
parte conservadas (y coronadas por su castillo, primer Monumento Nacional clasificado en Portugal,
en 1906), así como un conjunto de iglesias donde la
riqueza gótica, manuelina y barroca se muestra con
generosidad.
decena de kilómetros debajo de Elvas, cuyas murallas musulmanas en adobe quedan amparadas por
un inmenso fuerte abaluartado que eleva sus murallas en el cerro a orillas del Guadiana, ofreciendo
una estampa llena de grandeza.
Fortificación de Juromenha y Guadiana
Forte da Graça y plaza fuerte de Elvas
Internándonos en la planicie, defendiendo
el camino de Lisboa, encontramos tres sucesivas
maquinarias defensivas, a punto para la ofensiva
de contraataque: Vila Viçosa, a la que el viajero
puede acceder desde Juromenha sin necesidad de
volver a la carretera principal. La ciudad ducal es
un libro abierto de arte y de historia, bajo el signo
Estas poblaciones de primera línea geográfica en
la Raya, que exigen parada y fonda en su amplia y
sugerente oferta de estancia y gastronomía, se completa con Juromenha -en la “cola” impresionante
del Barragem (embalse) de Alqueva, apenas una
119
Vista hacia el castillo y fortaleza de Estremoz
principal de los duques de Bragança, no solo por
su Palacio Ducal incomparable, sino también por
su castillo artillado del siglo XVI, imponente, amenazante, a un lado de su fortificación medieval, y
revestido de tenazas abaluartadas que defienden el
flanco más expuesto al enemigo.
Para terminar, cerrando el “embudo abaluartado” del corredor de invasión Madrid-Lisboa: Évora,
Patrimonio de la Humanidad, como también lo es
Elvas, y como ella con extraordinario acueducto,
obra esencial de los hermanos Arruda, del siglo
XVI, que igualmente intervendrían en el castillo
artillado de Vila Viçosa o el de Evoramonte, en el
camino entre ambas poblaciones. Ciudad-museo,
como habríamos de calificar a Elvas y Vila
Viçosa, y como todas las demás testigo esencial de la historia fronteriza desde las correrías de Geraldo Sem Pavor (a quien recuerda en
su escudo), del siglo XII, hasta últimas confrontaciones en las invasiones napoleónicas, siete
siglos después.
Panorámica de Vila Viçosa
Enseguida: Estremoz, magnífico en su Torre del
Homenaje, donde vivieron el rey D. Dinis y la reina
Dña. Isabel, extraordinario en su cerca abaluartada
y único en su mercado de los sábados en la espaciosa plaza principal, en que las antigüedades se
alternan con los productos artesanales y los hortofrutícolas de los propios productores.
Acueducto y Forte de Santo António, de Évora
120
Recorrido zizagueante
Tesoro en serie inigualable de la Raya, testimonio y ejemplo de conjuntos urbanos fortificados
que ejemplifican el desarrollo tecnológico e ilustran
etapas esenciales de la Baja Edad Media y de la
Edad Moderna. Patrimonio indiscutible de la
Humanidad. Recreo artístico-monumental para las
generaciones actuales y para las venideras.
Un paseo en zig zag atravesando nuestra Raya/
Raia, un día tan llena de conflictos y hoy repleta
de monumentos heredados que debemos preservar
y disfrutar.
121
38
Fortificación abaluartada de Castro Marim
De Castro Marim a
Valença do Minho,
pasando por Elvas y
Almeida
¿Cómo es posible, en medio de tanta barbarie
para con el Patrimonio Histórico-Monumental como
ocurre por todos los puntos cardinales, que unas
poblaciones del oeste peninsular -“apretadas” de recursos económicos- mantengan tan admirable tratamiento de su propia herencia patrimonial, realzándola, revitalizándola, ofreciéndola a todos de una
forma tan ejemplarmente extraordinaria?
Castro Marim es “la joya de la corona” dentro de las fortificaciones del sur de la Raia/Raya,
como Elvas lo es en el extenso espacio extremeñoalentejano. Y como más arriba Almeida para las
Beiras-Castilla/León, o Valença do Minho en el
norte portugués/sur gallego.
El castillo medieval de Castro Marim -posteriormente artillado- y sus murallas fortificadas “a
la moderna” -con esa maravilla de Forte de São
Sebastião, mínimo y admirable rectángulo de cuatro semibaluartes resaltados entre sendas cortinas y
tenazas-, se alzan en las marismas salinas de la desembocadura del Guadiana como diamante gigantesco
y pluriforme, que guarda en su interior un caserío
singular, algarvío, blanco y ocre, de calles que suben
y bajan de una a otra maquinaria defensiva, enclavadas en su extremos resaltados, de cerros vigilantes.
Ha sido su rehabilitación respetuosa, ejemplar,
enaltecedora de sus potencialidades. Conjunto bien
visible desde los extensos alrededores: Ayamonte en
España, Vila Real de Santo António en Portugal…
Guarda y vigía de la entrada del Guadiana, testigo desde lo más remoto de invasiones; conteniendo
avances con su poderoso amurallamiento de sucesivo perfeccionamiento, y que hoy es testimonio y
tesoro para todos.
122
Paiol (polvorín) de Nossa Senhora de la Conceição, de Elvas
Elvas, la más compleja de las fortificaciones de
la Península y, sin duda, una de las que atesora
mayor legado de defensa militar del mundo, nos ha
vuelto de nuevo a impresionar. Ya no es solo su recinto fortificado general, con tanta profusión de baluartes, revellines, mediaslunas, coronas, tenazas,
redientes, glacis, puertas monumentales, cuarteles,
antiguos hospitales, almacenes de barcas y pertre-
chos, edificaciones de intendencia, sus dos fuertes y
los tres fortines…
Ahora se nos exhibe con esos tesoros menos conocidos como es su increíble Cisterna da Praça -de 56
metros de largo, 5 de ancho y 8 de altura,- diseñada
por el ingeniero jesuita Cosmander en el siglo XVII,
de bóveda de cañón con arcos fajones y monumental
escalera -de 26 peldaños para acceso a la base-, ca-
Puerta de entrada a la fortaleza de Almeida
123
Vista de Tuy desde las murallas de Valença do Minho
paz de contener 2.320 metros cúbicos de agua. También fue recuperado hace algún tiempo, para uso
cultural, expositivo, el Paiol de Nossa Senhora da
Conceição (polvorín), inmensa construcción circular
con cúpula en “media naranja” (casi 15 metros de
circunferencia en su base), rodeada de corredor de
protección -diseño del ingeniero francés, igualmente del siglo XVII, Nicolau de Langres- y amparada
posteriormente por gigantescos pararrayos.
Almeida sigue proyectando rehabilitaciones de
su portentoso conjunto, recuperado ya en su mayor
parte.
Una nueva etapa para intervenir en el Castelo
Medieval de D. Dinis, luego artillado, así como en
el Quartel das Escuadras (del siglo XVIII), completará un conjunto singular y portentoso, hexágono
casi regular que contiene todos los elementos de
una fortificación rigurosamente abaluartada.
Más arriba queda, entre los muchos testimonios
de estas maquinarias defensivas de la Edad Moderna en la Raia/Raya (auténticos valores punteros del
arte universal), Valença do Minho: igualmente
sorprende por el tesón con que se cuida el patrimonio militar encerrado en su doble fortificación: obra
coronada hacia el sur, unida por leve pasadizo
al extenso cuerpo ovalado con siete baluartes que
da hacia Tuy.
Como las anteriores, mantiene el interior lleno
de vida, de actividad, de acertado uso ciudadano y
oferta cultural, recreativa y lúdica abierta al visitante. Sus vistas hacia las vegas del curso bajo del
Miño y hacia Tuy resultan impactantes.
¡Qué ejemplo para todos! ¡Qué envidia para tantos que vemos cómo en la misma Raia/Raya muchos
responsables de sus poblaciones con legado monumental fortificado no saben entender la lección que
estas ciudades nos están dando cada día!
124
Amurallamiento de Elvas
Recreación de enfrentamientos en Almeida
125
39
Fortificación de Lagos. Zona oeste
Fortiicaciones de
Lagos, un paseo entre
la hierba y el mar
Madeira, durante el siglo XV, lo que obliga a
una constante revisión de la fortaleza costera, como
lugar de resguardo de embarcaciones y preparación
de flotas.
D. Manuel I (1495-1521) ordenó reconstruir la
parte de muralla que con los años se había ido
descuidando, se inicia el edificio de Paço dos Gobernadores (especie de Torre del Homenaje, frente al
mar) y se comienza una segunda línea de murallas, a partir de 1521, más amplia y con diseño
adaptado a las nuevas armas ofensivas de la
artillería. Esta segunda cerca se concluye bajo el
reinado de su hijo D. João III (1521-57), levantándose diversos baluartes, hasta alcanzar un total de
14: seis mirando hacia el mar y ocho hacia tierra,
sector menos atendido hasta aquel tiempo.
Con estas actuaciones, Lagos pasa a tener
la primera muralla abaluartada de Portugal -la Cerca Nova-, si bien el sistema es aún muy
primario, pues salvo las esquinas (con dos escudos
formando ángulo agudo, como flechas cubriendo torres adelantadas), los extensos paños de muralla
apenas poseen torres cuadrangulares con plataforma delantera sobresaliendo, como orejones rectos.
Eso sí, todos estos escudos y plataformas presentan
amplias aberturas abocinadas, para instalación de
artillería.
Aunque algo distanciado de la Raya, tendiendo
hacia la punta oeste del Algarve marítimo, Lagos
es una población muy apreciada por los que
desde nuestra frontera nos decidimos por las
playas soleadas e inmensas del sur de Portugal.
Pero al margen de ese tesoro que constituyen
las arenas doradas de una costa que parece inacabable, Lagos pose el conjunto amurallado más
extenso y completo del Algarve marítimo, con
origen romano, reconformación musulmana (siglo
X), con restauración y ampliación a finales del siglo XIII (bajo el rey D. Dinís) hasta mediados del
XIV (reinado de D. Afonso IV), lo que se conserva
con mucha integridad en la zona que mira al mar,
hacia el este.
La mucha importancia que Lagos tuvo con los
descubrimientos portugueses se materializa en numerosas partidas de expediciones al norte de
África, la costa hasta Cabo Bojador Azores y
126
Puerta de entrada a la Cerca Velha. Lagos
En la actualidad, no conservan ni fosos, ni contraescarpa al exterior; ni revellines protegiendo las
extensas cortinas; ni taludes de refuerzo interior,
como es propio de las fortificaciones abaluartadas,
ni garitas, y ni siquiera caminos de ronda en adarves. De esta manera, más parece un amurallamiento tardomedieval reforzado con torreones
recrecidos para disponer elementos artilleros, a
los que por delante se les hubiese dotado de
unas “mamparas” a manera de escudos artillados, planos en el recorrido de los paños y como
flechas en las esquinas.
Toda la fortificación es revisada, reforzada
y modernizada en 1598 (tras los ataques del cor-
Baluarte y cortina. Lagos
127
Forte, Cerca Velha y refuerzo del siglo XVII. Lagos
sario inglés Francis Drake), en 1621 (al aumentar la importancia del embarcadero de Lagos), en
1642 (por las Guerras de Restauração contra España) y tras el destructivo terremoto de 1755.
Actualmente, por la zona sur y oeste, que forman
entre sí casi un ángulo recto, se conservan tres
baluartes triangulares (en las puntas y el vértice) y cuatro rectos (dos en cada cortina). Hacia
el norte (bajando desde la colina interior hacia la
ría que da de inmediato al mar), apenas queda un
trozo de la muralla, habiendo desaparecido el resto
engullido por la expansión urbana, lo que ocurre a
lo largo de toda la ría, hasta su tramo final: zona,
por cierto, de gran bullicio turístico.
En el tramo del este, ya llegando al mar,
no solo se conserva la muralla medieval (Cerca Velha) en buen estado -con magnífica puerta
de entrada flanqueada por dos altivas torres albarranas-, sino un refuerzo de finales del siglo
XVI (Cais da Ribeira: Embarcadero de la Ría), con
diseño “a la moderna”,envolviendo al Paço dos
Gobernadores, de principios de ese siglo. Éste
presenta almenas con saeteras como el resto de
la Cerca Velha, algo que no aparece en el resto de
las murallas.
Enfrente, asentado en la orilla del mar, se
construyó entre 1680 y 1690 el Forte da Ponta da
Bandeira, como defensa del acceso al embarcadero
y de la propia muralla medieval de la ciudad. Magnífico ejemplo de fuerte con planta cuadrangular,
gruesas paredes de plano inclinado, foso, puente levadizo y garitas cilíndricas restauradas. Visitable,
didáctico, con singular capilla forrada por azulejos
del siglo XVII.
Puede recorrerse todo el perímetro exterior de estas murallas -exento de edificaciones
al demolerse las adosadas a partir de 1955-, pasear
cómodamente en casi su totalidad por una senda
sinuosa apenas separada de la escarpa y rodeada
de vegetación arbustiva y césped, lo que hace del
paseo una delicia artística, histórica y… deportiva.
128
Esquina abaluartada en Lagos
Forte Ponta da Bandeira, en Lagos
129
40
Ría Formosa
Raya Sur: playas
y fortalezas en
hermosa reserva
natural
sotros que las del oeste algarvío, con una oferta
hotelera y de restauración magnífica. Merece una
parada la ciudad fronteriza de Ayamonte, de extraordinaria biodiversidad en sus marismas, con
pequeños y múltiples canales naturales, poseyendo
la población un abundante legado artístico eclesiástico y civil (el militar -castillo y fortificaciones
abaluartadas- se perdió, salvo una muralla de ésta
última), y hermosas vistas al entorno, tanto marítimo como terrestre.
Muchos solemos frecuentar esa extensión de playas envidiables y relativamente cercanas que conforman el recodo de Huelva -finalizando el Golfo de
Cádiz-, así como el espacio que desde Faro va hasta
la punta de Sagres, olvidando casi siempre el este
del Algarve y la desembocadura del Guadiana.
Sin embargo, ¡qué belleza serena la del mar sosegado por el dique de arena y flora generosa de la
portuguesa Ría Formosa, remanso de paz que
invita al paseo tranquilo por sus bordes, al
tiempo que a una navegación de bajura que
nos asienta en playas discretas y tranquilas,
desde Faro a Cacela, del concelho de Vila Real de
Santo António!
Y tras la desembocadura del Guadiana, vienen
las muy turísticas españolas de Isla Canela e
Isla Cristina, aún de mayor aceptación para no-
Torre de vigilancia en Ayamonte
Y junto a la serena atracción de la faja del mar,
el este del Algarve es todo un tesoro a descubrir.
Así, Tavira es una población de amplio patri-
130
Forte de Cacela Velha
lujo de las puestas de sol ya merece la visita. Solo
queda que se restaure y ponga en uso esta fortificación abaluartada, como ocurre con la Fortaleza
de São João da Barra, en Cabanas de Tavira,
utilizada como hotelito apacible al lado mismo
de la ría.
monio artístico monumental, desde el Medievo
hasta la actualidad, cuya oferta hotelera variada
está marcada en gran parte por el buen gusto y la
discreción. Esto pasa con la almadraba transformada en hotel, al lado del sobrecogedor Forte do
Rato, en medio de las dunas interiores, donde el
131
Amurallamiento Castro Marim
Y es Cabanas de Tavira un pueblo de pescadores, como un poco más al este Cacela, en cuya
parte Velha -al borde del mar- tenemos otra
fortaleza de la Edad Moderna -puesto de vigilancia marítima de la GNR- en lo alto de un morro,
que puede bordearse por el sur tocando el sosegado
mar de la ría.
A partir de ahí, las playas son accesibles desde
la tierra firme -sin el dique de esa ría-, y sus arenas finas, extensas sobre un mar que coge profundidad muy lentamente, invitan al paseo, al ejercicio
saludable, acercándonos hasta Vila Real de Santo
António -del que nos sorprenderá su pulcro
urbanismo bien trazado y su marina-, en la
frontera y desembocadura del Guadiana. De ahí, se
“salta” a las de Huelva, inigualables en sus arenas,
extensión e infraestructura de acogida.
Desde ese “encuentro internacional”, subiendo
el río, llegamos a Castro Marim, la joya monumental fortificada del sur de la Raya Ibérica. ¡Impresionante su castillo medieval, tan bien
tratado, tan didáctico, con esas vistas inigualables
desde sus murallas a la Reserva Natural do Sapal,
inabarcable extensión de salinas, riqueza histórica
y actual de la población! ¡Fantástica su fortificación
abaluartada que abraza al castillo y se extiende por
los cerros de los alrededores, con un grandioso re-
vellín en herradura y un bien recuperado Forte de
São Sebastião, flanqueado por enormes baluartes!
Aún sigue siendo para muchos “la gran desconocida”, intacta y tan cuidada, que quien se acerca se
sentirá tentado a repetir.
Repetir en todo este espacio, tesoro natural de
sol y playa, de fortificaciones y de sorpresas culinarias por el pescado fresco de este rincón del Atlántico y las huertas feraces que llegan casi al mar.
132
Fosos do Forte do Rato, de Tavira
133
41
Casa “de una sola teja”
De Monsanto a
Castelo Novo:
diamantes en estado
puro
dos, en ocasiones tan cercanos de un lado a
otro de la calle que casi se tocan? Y el olor de
su cocina, tantas veces centenaria, de cazuelas de
hierro, recipientes de barro, leña y horno de piedra,
arcilla y cal, ¿desde cuándo preside los fogones donde perfuman el aire con su olor las feijoadas, el cabrito asado, la perna de borrego o la chafana?
Cuando uno cree que ya nada puede sorprenderle en este mundo indescriptible de la Raya, toma
la falda sur de la Reserva Natural de la Serra
de Malcata y baja hasta Monsanto. ¿Fue todo a la
vez, granito en bolos gigantescos y caserones
igualmente de granito, confundidos en un levantamiento simultáneo?
Esas calles que ascienden y retuercen quebradas plataformas donde brilla el cuarzo, ¿no
son también obra de la naturaleza, soberbia, gigantesca en los enormes peñascales de donde se levanta el caserío -como naciendo en sus entrañas- y que
lo protege con exageración por todos lados?
Y la Pousada de Monsanto, tan discreta, de tan
buen gusto, siempre recomendable, ¿no forma parte
igualmente de la creación infinita de los tiempos,
como la bruma constante que desdibuja los teja-
Barragem (embalse) en Penha García
Monsanto es el resultado de la más delicada y natural confabulación de los dioses y los
hombres, como la muy cercana Penha García, caserío y roquedo que dominan el barragem de
su nombre y permiten ver hasta las lejanas Serra
134
Caserío en los valles de la Beira Baixa
da Estrela, da Gardunha, da Malcata y Gata, gozándose de unas puestas de sol inolvidables.
O como la vecina Idanha-a-Velha, hoy mínimo
pueblecito, que en su momento fuera importante
ciudad romana, núcleo visigótico, fortificación
árabe y sede episcopal en el siglo XII, de lo que
conserva importantes vestigios: lápidas romanas,
baptisterio paleo-cristiano, muralla medieval, sin olvidar su castillo (como las otras dos poblaciones). En
la villa, podemos adquirir recuerdos artesanales de
excelente gusto, que rememoran su pasado glorioso.
Las tres poblaciones forman un triángulo isósceles, de apenas 14 kms. entre sus tres lados, donde
dan ganas de perderse, de confundirse entre el boscaje y las piedras monumentales, que invitan al
paseo sin prisas, sosegado, siempre reparador.
Pero si nos desviamos ligeramente hacia el oeste,
tampoco iremos mal encaminados. En los soberbios
contrafuertes orientales de la Serra da Gardunha hay un nuevo conjunto de pequeñitas poblaciones que van a conquistarnos. Destacaremos Alpedrinha y Castelo Novo, al pie casi de
la carretera que desde el norte alentejano y Castelo
Branco llevan al cuadrante nororiental de Portugal.
Otra vez castillos, casonas, granito en paredones imponentes, agua y verdor, nos acompañan, como sustituyendo a una población que escasea
y envejece. Todo son aldeas detenidas en la historia, en su gloriosa historia medieval, y preservadas
aún de la avaricia de un descontrolado turismo de
consumo novedoso.
El silencio predomina, junto al levísimo sonido
permanente del aleteo de las bandadas de pájaros
y algunas aves de rapiña. Y siempre encontraremos una tasquinha, un mínimo restaurante
donde degustar la cocina tradicional heredada
de la mezcla de civilizaciones que por aquí se
han superpuesto.
Levada de agua. Canal de riego
135
42
Ovejas en los fosos de Ciudad Rodrigo
Ciudad Rodrigo y
Almeida, cara a cara
en la frontera
Como Valença do Minho y Tuy al norte. Como
Castro Marim y Ayamonte al sur, o ligeramente más arriba Sanlúcar de Guadiana y Alcoutim.
Como Badajoz y Elvas en el corredor Madrid- Lisboa… Ciudad Rodrigo y Almeida forman ese
“ojal y botón que cose la frontera”.
En este caso es entre Castilla-León y las Beiras, y están acompañadas por otras fortalezas,
que en España tiene sus hitos decisivos en San Felices de los Gallegos y el Fuerte de la Concepción de
Aldea del Obispo -al noroeste de Ciudad Rodrigo-;
en Portugal: en Castelo Rodrigo y Sabugal -al norte
y sur, respectivamente, de Almeida-.
El patrimonio artístico-monumental de Ciudad
Rodrigo, una ciudad de menos de 14.000 habitantes, es increíblemente inabarcable. Su castillo de
Enrique II de Trastámara, del siglo XIV, es un
delicado, elegante Parador Nacional; junto a su Catedral de Santa María (de los siglos XII al XIV,
con torre del siglo XVIII), hermoso conjunto ro-
mánico de transición al gótico, forman lo que podríamos llamar “las joyas de la corona local”.
Sus murallas -imprescindibles en esta ciudad
de frontera marcada por las guerras del Medievo y
Edad Moderna- tienen más de dos kilómetros de
perímetro y fueron iniciadas durante el reinado de
Fernando II de León, en el siglo XII. Serían complementadas en el XVIII con refuerzos abaluartados y
magníficos fosos que en buena parte se conservan.
A este patrimonio ha de unirse un gran número de palacios, palacetes, casonas señoriales, iglesias, conventos, plazas monumentales,
de extraordinario valor y belleza, como es el caso
del propio Ayuntamiento, el Hospital de la Pasión,
los palacios de los Águila o el de los Ávila y Tiedra,
renacentistas, como la propia Plaza Mayor.
Ciudad Rodrigo, por su posición estratégica
en la frontera, ha sido continuamente lugar de
enfrentamiento, conquista, asentamiento militar,
desde su repoblación en 1161 hasta la misma Gue-
136
Doble revellín en Almeida
rra Civil en 1936. De ahí la importancia de su
patrimonio militar amurallado, así como sus recias
construcciones.
Y este es el caso también -al otro lado de la frontera- de Almeida, que pese a su reducida población
(no llega a 1.500 habitantes en la zona intramuros)
presenta una de las fortificaciones más admirables de la Raia/Raya, una de las más notables
de las fortificaciones abaluartadas del mundo.
Su actual estructura se debe a la construcción
iniciada en 1641, a raíz de las Guerras de Restauração (1640-1668), siendo perfeccionada sucesivamente a lo largo de los sucesivos enfrentamientos hispano-portugueses, especialmente de nuestra
Guerra de Sucesión (1701-1714) y los cercos de 1762
-durante la Guerra de los Siete Años- y de 1810,
durante la Invasión Francesa.
Esta envidiable fortificación presenta forma de
estrella ligeramente irregular de seis puntas,
con seis baluartes y seis revellines -uno de
ellos doble- y un perímetro de 2.500 metros,
abarcando una superficie de 650.000 metros cuadrados. Está dotada de un impresionante foso de
doce metros de profundidad y una anchura mínima
de diez metros y máxima de sesenta y dos.
La fortaleza tiene dos extraordinarias puertas
monumentales de entrada y un patrimonio interior
de edificios militares ejemplarmente restaurado y
puesto en uso, destacando también el aprovechamiento de las casamatas para Museo Histórico-Militar. Éste ocupa siete salas, cada una monográfica, destacando las dedicadas a las Guerras
de Restauração, Guerras Peninsulares y la Guerra
Civil Portuguesa de 1828-1834.
A este tesoro militar se une el propiamente urbano, presentando un caserío medieval muy cuidado en su estructura, morfología y tipología
edificatoria, que hacen de esta ciudad-museo una
de las más admirables “aldeias históricas de Portugal”, título que ostenta y cuida con excelente esmero.
Y al medio, en la misma Raya/Raia, en la carretera que nos conduce de una población a la
otra, Vilar Formoso: buena parada y fonda con
deliciosa estación ferroviaria, cuya azulejería
(del acuarelista Alves de Sá) es una de las más
destacadas del siglo XX en Portugal.
137
Museu Militar de Almeida
Azulejo Estación de Vilar Formoso
138
Castillo de Ciudad Rodrigo
139
43
Murallas abaluartadas y castillo medieval
Chaves, centinela
del norte
trasmontano
Las defensas serían ampliadas y readaptadas a la artillería a causa de la Guerra de
Restauração (1640-1668), emprendiéndose su modernización entre 1658 y 1668.
En una primera etapa, entre 1658 y 1662, se
le dotó de baluartes; fosos secos; un revellín (“da
Madalena”, al sur, al borde del río, protegiendo al
puente romano) y un fuerte al norte: el de São
Francisco, reforzando la fortificación a manera de
ciudadela, en su esquina nororiental.
Entre 1664 y 1668, más arriba se levantó el
Forte de São Neutel, donde primeramente se había
colocado una estacada, en el “Alto da Trindade”,
padrastro peligroso, que de tomarse por el enemigo
serviría para batir el norte de la fortificación, incluido el Forte de São Francisco.
Con la Invasión Napoleónica, todo el conjunto sería potenciado, si bien tras la paz peninsular irá siendo absorbido por el progreso urbanístico, perdiendo parte de sus cortinas y baluartes, así
como el Revellím da Madalena, si bien afortunadamente se conservarían sus dos imponentes fuertes.
Desde finales de la década de los años cincuenta del siglo XX, la Direcção Geral dos Edifícios e
Monumentos Nacionais ha ido llevando a cabo una
serie de actuaciones de consolidación, limpieza, restauración y reconstrucción que culminó en 1978,
Viniendo de Galicia o del norte de CastillaLeón, Chaves es una “llave” de entrada a Portugal. De ahí la importancia que adquirió ya en la
conquista romana, dotándosele de amurallamiento
y de un hermoso puente -el Puente de Trajano sobre el río Támega, del siglo I-, que hoy día sigue
sirviendo al tránsito peatonal de la ciudad.
Desde la invasión musulmana en el siglo VIII,
hasta el XII, en que fue conquistada por la corona
portuguesa, bajo su primer rey -D. Afonso Henriques-, los choques entre moros y cristianos
serían frecuentes, reedificándose sus murallas periódicamente.
Lo que hoy resta de estas defensas medievales son fundamentalmente del siglo XIII, realizadas en los reinados de D. Afonso III y D. Dinis:
una parte de murallas y la Torre del Homenaje, de
planta cuadrangular, con casi veintiocho metros de
altura, recia y grandiosa en lo alto del casco antiguo.
140
Baluarte de S. Francisco
se readaptó para utilización hostelera, que lo viene
siendo desde mayo de 1997, como hotel de cuatro
estrellas.
La planta del Forte de São Francisco tiene forma estrellada, con baluartes en sus esquinas. Se
accede al mismo por un amplio portón del lado sur,
existiendo accesos secundarios por el este y el oeste.
En el interior se conserva la antigua Capela de São
Francisco.
El Forte de São Neutel se construyó entre 1664
y 1668, protagonizando diversos enfrentamientos a
lo largo de los siglos, incluso en 1912, entre fuerzas
civiles, militares y el régimen republicano, sirviendo luego de prisión.
También de planta cuadrangular, con baluartes
en los vértices, cercado con foso y con una segunda
línea defensiva, tiene su acceso por la parte que
conduce a la ciudad, al sur, con puente sobre el foso.
Transferido a la Câmara Municipal, se construyó
en su interior un anfiteatro para espectáculos, pero
generalmente permanece cerrado. Muy interesante
sería dinamizar su uso en actividades abiertas, así
como su musealización sobre las fortificaciones de
Chaves, completando el museo de la Torre del Homenaje del castillo medieval.
con la instalación de un museo histórico-militar en la Torre del Homenaje (abierto actualmente al público), ajardinándose el baluarte contiguo, el mejor conservado del conjunto, así como
los dos fuertes, magníficamente preservados, tras
posteriores actuaciones, de finales del siglo XX.
Tras unos derrumbes debido al mal tiempo y a
diversas actuaciones de reconstrucción mal ejecutadas en 2001 (de las que nadie “parecía” ser responsable), entre 2004 y 2007 se pudo consolidar la
fortificación con éxito.
LOS FUERTES
Del patrimonio abaluartado, sin dudas, lo
más monumental y completo son sus dos fuertes, auténticas joyas del arte monumental militar
del siglo XVII.
El Forte de São Francisco, levantado en una
colina donde antes existió un convento franciscano,
se construyó entre 1658 y 1662. Ocupado por los
franceses en la Guerra Peninsular, fue recuperado
en 1809, tras violentos combates, favorables para
los portugueses. En la segunda mitad de la década
de 1970 fue utilizado como alojamiento provisional
para familias retornadas (o refugiadas) de las excolonias portuguesas en África. Y a partir de 1994
141
Entrada al Forte de São Francisco
142
Forte de São Neutel
143
44
Baluarte con batería baja hacia el Miño, de Monção
La Mutua Vigilancia
De Monção Y
Salvaterra De Miño
Como las vecinas Valença do Minho y Tuy, o las
del otro extremo de la Raia/Raya: Alcoutim-Sanlúcar de Guadiana, el cauce de un río separa, “al
borde del agua”, a las poblaciones de Monção
y Salvaterra de Miño, dando parte del nombre a
esta segunda población.
La portuguesa Monção tuvo una cerca medieval, de la que se poseen restos muy reducidos, habiéndose utilizado parte de sus elementos
para elevar la fortificación abaluartada que sí ha
llegado hasta nosotros.
Monção. Dibujo de Duarte de Armas, 1509
Dicha cerca del Medievo pudo ser levantada
en tiempos del rey D. Afonso III (1248-1279),
aunque algunos defienden que sería bajo el
reinado de D. Dinis (1279-1325), especialmente
por lo que al castillo se refiere. Bajo D. Manuel I
144
Doble revellín en Almeida
Monção. Puerta mirando a Salvaterra de Miño
(1495-1521), obtuvo la población “carta de foral” y
el castillo aparece en el Livro das Fortalezas (1509)
de Duarte de Armas.
Durante la Guerra de Restauração se acometió la modernización de las defensas de la
villa, iniciándose su levantamiento en 1556, bajo
proyecto del ingeniero militar francés Miguel de
L’ Ècole y con la dirección de obras a cargo del
maestro João Alves do Rego. La extraordinaria estructura artillera levantada resistió el asedio español de octubre de 1658 a febrero de 1659, en que
la exhausta guarnición se vio obligada a pedir la
rendición el día 7.
Bajo la ocupación castellana -que se prolongaría hasta el 13 de febrero de 1668, en que retorna
a Portugal por el Tratado de Paz- se acometió lareorganización de la plaza, que continuaría conformándose a lo largo del siglo XVIII.
En el plano de 1713, del ingeniero militar
Manuel Pinto de Vilalobos, aparece ya dotada
de seis grandes baluartes orientados de este a
oeste rodeando el sur, y otros cinco salientes
artilleros hacia el río, siendo uno de los centrales
un pequeño baluarte, que junto a un semibaluarte
defienden la Villa Antigua. Sin embargo, en la propia leyenda del plano anota que faltan elementos
importantes como trincheras interiores, contraescarpas, caminos cubiertos, etc.
A partir de 1762, con la intervención del
Conde de Lippe se consolida el circuito amurallado, que obtendrá nuevas mejoras a lo largo
de lo que restaba del siglo XVIII, dotándose de
doce baluartes, cinco puertas, así como cuartel para 600 o 700 hombres y 120 caballos, que
disuadirían a los franceses en la Guerra Peninsular
(1080-1814) la invasión por esta zona del Miño.
145
Salvaterra de Miño. Esquina de la fortificación
que ha permitido salvaguardar los elementos
fundamentales de la fortificación, aunque de las
cinco puertas solamente quedan la de Salvaterra y
la del Rosal (hacia Valença).
La amplitud del perímetro cercado dejaba en el
interior amplios espacios vacíos que permitían una
mejor movilidad de las tropas y, posteriormente,
una buena disposición de los elementos constructivos de que sucesivamente se ha ido dotando.
En la orilla derecha del Miño tenemos a Salvaterra, guardando la frontera en estrecha vecindad “amenazante”. La villa fue promovida por
el rey Alfonso IX de León, potenciando así el
asentamiento de villanos y pecheros, en contrapeso
con los señores feudales.
Durante la Guerra de Restauração, estuvo
bajo dominio portugués entre 1643 y 1659, en
que las tropas españolas lograron la capitulación
tras ocupar Monção y efectuar un sitio de diez días,
que acaba en victoria, tras conseguir cortar la retaguardia portuguesa.
Establecida la paz, a partir de 1840 comienza
un proceso de ruina y demoliciones que duran
hasta la mitad del siglo XX, en que se da paso
a una sistemática actuación de rehabilitación
146
Ovejas en los fosos de Ciudad Rodrigo
Salvaterra. Capilla de la Virgen de la Oliva en el interior de su fortificación
La presencia portuguesa fue decisiva para
las mejoras de las defensas de su castillo, la
construcción de nuevas murallas y el refuerzo
con baluartes, lo que la dotó de una estructura
artillera bastante considerable, ocupando el recinto
9.700 metros cuadrados. Se atribuyen las obras de
fortificación al ingeniero francés Carlos de Lassar,
que por entonces trabajaba en Tras-os-Montes.
Destaca en su interior La Capilla de la Virgen de la Oliva (levantada durante la ocupación
portuguesa), de planta rectangular, muros de granito, y recubierta de teja sus varias vertientes. La
portada, de estilo barroco, tiene en el tímpano una
pequeña imagen de la Virgen; se culmina con airosa espadaña de dos cuerpos, teniendo dos vanos con
campanas el inferior y uno con una campana más
pequeña el superior.
El legado abaluartado de Salvatierra también ha tenido la suerte de una atención institucional, y especialmente municipal en los
últimos años, que ha llevado a lograr un estado
de conservación y acceso público satisfactorio del
conjunto monumental.
147
45
Vista de Tuy desde el río Miño en la orilla de Valença
De Tuy a Valença do
Minho, monumental
entrada a Portugal
poder después recorrer cómodamente a pie el interior de la localidad.
Y ese interior nos recuerda lo que fue hace
pocos años Elvas: ciudad de múltiples comercios detallistas, primorosamente ambientados
para satisfacer todos los gustos de los turistas que
complementan la visita monumental con compras
de recuerdos. Sus calles estrechas y empedradas,
iglesias, casas señoriales, plazas, etc. nos presentan
una población acogedora, tranquila y rica en patrimonio urbano monumental.
Con todo, lo más impresionante es la fortificación abaluartada, los recios baluartes, amplios
revellines, puertas monumentales, profundos
fosos y glacis despejados. Desde ella, la vista
del entorno es espectacular, especialmente hacia el
norte, por donde discurre el Miño y se encuentra la
vecina Tuy, con la que hoy día forma una hermanada eurociudad.
La fortaleza consiguió resistir las incursiones del
comienzo de la Guerra de Restauração (1643), si
bien cayó en manos españolas en 1654, aunque enseguida sería recuperada, reforzándose la construcción, que se culmina en 1713.
Durante las Guerras Napoleónicas sería tomada
por las tropas del comandante general francés Jean
de Dieu Soult (1809), y de nuevo cobrará prota-
¡Qué peligroso recorrido a lo largo de la historia
el que nos lleva desde Galicia a Portugal, atravesando el Miño! Extraordinario corredor que, especialmente en la Edad Moderna, sería como punta de flecha que atraviesa el solar lusitano por
el norte, como la línea Ciudad Rodrigo-Almeida lo
sería más abajo, o Badajoz-Elvas un poco más al sur.
No es de extrañar, entonces, que en ese gran
cabezo en que se alza Valença do Minho se encuentre una de las tres fortificaciones más portentosas de la Raia/Raya. Las otras dos son las
que corresponden a las poblaciones portuguesas
más atrás mencionadas.
Valença presenta una doble fortaleza, unidas
por la Porta do Meio. Hacia Tuy, se alarga la fortificación con siete baluartes y unos glacis de enorme
inclinación; hacia el interior portugués, presenta
una Obra Coroada de tres baluartes y dos medios
baluartes, con puerta de acceso que nos coloca enseguida en una amplia zona de aparcamientos, para
148
Interior de la fortificación de Valença do Minho
Valença do Minho. Puerta de entrada
gonismo durante las Guerras Liberales de Portugal
(1828-1834). Todo ello redundará en la actuación de
refuerzo y recomposición de las murallas, que actualmente, tras una reciente rehabilitación, le
han otorgado una grandeza extraordinaria.
Desde allí, la vista de Tuy resulta admirable.
A la otra orilla del Miño, la ciudad española tiene el
aire medieval que el ser un lugar clave de la ruta jacobea le fue dando. Se conservan especialmente numerosas edificaciones de los siglos XV y XVI,
blasonadas y con arcos conopiales, pero la “joya
de la corona” es su Catedral de Santa María.
Su construcción tuvo inicio en 1120 y se finalizó
sesenta años después. Esto hace que la composición
sea puramente románica, si bien tuvo reformas posteriores, como es el caso de la fachada principal,
ya de principios del siglo XIII, como ocurre con
el claustro, magnífico ejemplo de gótico cisterciense. El complejo escultórico de su entrada, de
un gótico inicial, con cierta rigidez compositiva, está considerada el primer conjunto escultórico gótico de la Península ibérica.
Sus coronamientos almenados y la estructura
compacta, de escasa aberturas, nos sitúan ante
una catedral-fortaleza, edificio religioso y al mismo tiempo defensivo, como corresponde a su situación geoestratégica.
Alrededor de su plaza -amplia, despejada-, se extiende un callejero laberíntico, digno de visitar
pausadamente, lleno de ofertas culinarias en los
múltiples restaurantes y bares de la zona, donde
tomar un “pulpo a feira” inigualable. Ello, regándolo con vino de ribeiro o albariño, es buen
preámbulo para enfrentarnos a la monumental entrada a Portugal que nos supone Valença, atravesando el sinuoso Miño/Minho.
Fachada catedral de Tuy
149
46
Livro das Fortalezas. de Duarte de Armas. Valença y Tui.
De Valença do
Minho a Tuy
de nuevo
No es de extrañar, entonces, que en ese gran
cabezo en que se alza Valença do Minho se encuentre una de las tres fortificaciones más portentosas de la Raia/Raya. Las otras dos son las
que corresponden a las poblaciones portuguesas
más atrás mencionadas. Como Almeida, prepara su
expediente para ser Patrimonio de la Humanidad,
como ya lo es Elvas.
Valença presenta una doble fortaleza, unidas
por la Porta do Meio. Hacia Tuy, se alarga la Fortificación Magistral (o de la Vila Velha) con siete
baluartes y unos glacis de enorme inclinación, que
constituye el recinto abaluartado levantado envolviendo la antigua población medieval. Hacia el interior portugués (al sur), presenta una Obra Coroada -creada para reforzar la defensa de la villa en un
padrastro peligroso de ser ocupado por el enemigo
-de tres baluartes y dos medios baluartes.
¡Qué peligroso recorrido a lo largo de la historia
el que nos lleva desde Galicia a Portugal, atravesando el Miño! Volvemos con nuevos datos a este extraordinario corredor que, especialmente en la
Edad Moderna, sería como punta de flecha que
atraviesa el solar lusitano por el norte, como la
línea Ciudad Rodrigo-Almeida lo sería más abajo, o
Badajoz-Elvas un poco más al sur. Valença y Almeida preparan su candidatura a Patrimonio de la Humanidad, como ya lo es Elvas. De lograrlo, Badajoz,
Tuy y Ciudad Rodrigo irían “necesariamente” detrás.
150
En el proyecto de Manuel Pinto Villalobos,
de 1691, la Obra Coroada aparece sin caserío,
como obra nueva creada ex profeso para la defensa;
la primitiva población medieval está rodeada por
cuatro baluartes y un semibaluarte, más otra Obra
Coroada -de tres baluartes- orientada hacia la anterior, también sin caserío. Ya en el plano de Gonzalo Luis da Silva Brandão, de 1758, la Obra Coroada del sur se presenta como en la actualidad se
conserva (idéntico al que presenta Villalobos), y la
que prolonga a la envolvente del recinto antiguo se
diseña formando con dicha envolvente un “todo”, de
siete baluartes (uno es, en realidad, semibaluarte):
ahora todo el conjunto está urbanizado, si bien en
la Obra Coroada predominan los espacios libres
(que en buena parte así permanecen). Similar
es el plano de Champalimaud de Nussane, de 1766.
Y similar es la planta que nos ha sido legada y
que está en óptimas condiciones de recuperación y
revitalización.
Y ese interior nos recuerda lo que fue hace
pocos años Elvas: ciudad de múltiples comercios detallistas, primorosamente ambientados
para satisfacer todos los gustos de los turistas que
complementan la visita monumental con compras
de recuerdos. Sus calles estrechas y empedradas,
iglesias, casas señoriales, plazas, etc. nos presentan
una población acogedora, tranquila y rica en patrimonio urbano monumental.
Con todo, lo más impresionante es la fortificación abaluartada, los recios baluartes, amplios
revellines, puertas monumentales, profundos
fosos y glacis despejados. Desde ella, la vista
del entorno es espectacular, especialmente hacia el
norte, por donde discurre el Miño y se encuentra la
vecina Tuy, con la que hoy día forma una hermanada eurociudad.
La fortaleza consiguió resistir las incursiones
del comienzo de la Guerra de Restauração (1643),
si bien cayó en manos españolas en 1654, aunque
enseguida sería recuperada, reforzándose la construcción, que se culmina en 1713.
Durante las Guerras Napoleónicas sería tomada
por las tropas del comandante general francés Jean
de Dieu Soult (1809), y de nuevo cobrará protagonismo durante las Guerras Liberales de Portugal
(1828-1834). Todo ello redundará en la actuación de
refuerzo y recomposición de las murallas, que actualmente, tras una reciente rehabilitación, le
han otorgado una grandeza extraordinaria.
Desde allí, la vista de Tuy resulta admirable.
A la otra orilla del Miño, la ciudad española tiene
el aire medieval que el ser un lugar clave de la
ruta jacobea le fue dando. Se conservan especialmente numerosas edificaciones de los siglos XV
y XVI, blasonadas y con arcos conopiales, así
como parte de sus murallas, pero la “joya de la
corona” es su Catedral de Santa María.
Su construcción tuvo inicio en 1120 y se finalizó
sesenta años después. Esto hace que la composición
sea puramente románica, si bien tuvo reformas posteriores, como es el caso de la fachada principal,
ya de principios del siglo XIII, como ocurre con
el claustro, magnífico ejemplo de gótico cisterciense. El complejo escultórico de su entrada, de
un gótico inicial, con cierta rigidez compositiva, está considerada el primer conjunto escultórico gótico de la Península ibérica.
Sus coronamientos almenados y la estructura
compacta, de escasa aberturas, nos sitúan ante
151
una catedral-fortaleza, edificio religioso y al mismo tiempo defensivo, como corresponde a su situación geoestratégica. Desde la terraza de su claustro,
la vista de la Fortificación Magistral y parte de
la Obra Coroada de Valença do Minho es estratégicamente extraordinaria.
Alrededor de su plaza -amplia, despejada-, se extiende un callejero laberíntico, cuya traza delata
su pasado medieval, con restos de paños de sus antiguas murallas.
linda con el río Miño (barrera natural). Parecida
composición tenemos en plano anónimo de 1730, si
bien con el añadido de dos defensas exteriores (un
talud y un revellín) hacia el norte, en los paños
de murallas comprendidos entre un baluarte y dos
semibaluartes que lo flanquean, a orillas el último
del Miño.
En el plano de Miguel de Hermosilla, de
1777, se nos muestra el denso caserío del antiguo recinto medieval, que contrasta con la
ligera ocupación del resto del espacio protegido por la fortificación abaluartada, donde
existen espacios libres, de labor y arbolado. Algo
que persiste en el plano de Francisco Coello,
de 1856, en que el recinto abaluartado todavía
se muestra completo, quedando rebasado por la
expansión urbana, formándose arrabales por todas
las direcciones (menos en el este, lógicamente, por
la barrera del río).
Año 1670. Proxecto do Conde de Humanes
La fortificación abaluartada, que ampliaba
hacia el norte su recinto medieval, se nos muestra en el Proyecto del Conde de Humanes, de
1670, con tres baluartes completos y cuatro semibaluartes que protegen todo el espacio que no
152
Año 1777. Plano de Miguel de Hermosilla
Año 1856. Plano de Francisco Coello
153
47
Puerta de entrada del Fuerte de Goián
Venturas y
desventuras del
Fuerte de Goián
El origen del Fuerte de San Lourenzo -a orillas
del río Miño, en Goián (del concejo gallego de Tomiño)- viene dado por los enfrentamientos habidos
entre españoles y portugueses durante la Guerra de Restauração (1640-1668). Tras el Tratado
de Paz de 1668, sería abandonado, construyéndose
sobre sus bases, en 1671, por orden de Mariana de
Austria, la actual fortaleza.
El Fuerte -cuadrangular, con baluarte en cada
esquina- está construido en piedra de granito. Los
muros presentan aparejo de mampostería -salvo en
las esquinas de los baluartes y en la puerta, donde
se utilizan sillares, así como en los remates superiores de los entrepaños-. Sobre cada baluarte existe un montículo de tierra, a manera de “caballero”, para facilitar la vigilancia y apoyo de
armas desde mayor altura.
En 1843 aún tenía guarnición, pero en 1869 se
encontraba en estado ruinoso. El 8 de noviembre
de 1873, fue subastado en Pontevedra, pasando
a manos de particulares. A partir de ese momento, el fuerte sufrió agresiones en su estructura y
configuración con extracciones de piedra, hasta que
el Concello de Tomiño lo adquirió para emprender su rehabilitación, que sigue en curso.
Cuando ahora nos acercamos al Fuerte -pese
a estar en proceso de rehabilitación-, lo primero
que nos da es sensación de abandono, como tantos tesoros de nuestra Raya/Raia, desgraciadamente. El acceso es fácil, pues se encuentra casi a la
orilla del camino que conduce al embarcadero inmediato, por el que se llega a la población portuguesa
de Vilanova de Cerveira. Pero, en su soledad, se
rodea de hierbajos, así como arboleda invasiva que
ocupa fosos, sus tres revellines y el interior.
Cortinas y baluartes nos denuncia el tremendo saqueo de sus piedras de mampostería y
sillares, habiendo sido cubiertos los muros por largueros de madera para evitar el derrumbe del relleno. Nada conserva de lo que fueron su cuerpo de
154
Revellín del Fuerte de Goián
guardia exterior, casa de guardia interior, cuartel,
casa del gobernador y otras dependencias de intendencia, estancias de tropa, etc. ¡Incluso en el cartel
indicativo exterior faltan la mitad de las leyendas
de dependencias…!
Y si nos subimos a sus cortinas y baluartes, en
la cara que da al Miño y población portuguesa
de Vilanova vemos debajo de sus glacis, hacia la
orilla del río, algo singular: una construcción moderna, reciente, en forma casi de hornabeque
Construcción añadida hacia el río Miño
155
Vista del río Miño y Portugal
trucciones defensivas del Miño y adecuación para
actuaciones de recreación histórica.
A ello habría que unir la programación de actividades sistemáticas conjuntas con la vecina
Vilanova de Cerveira, al otro lado del río, cuyo
fortificación en el mismo frente forma con ésta un
conjunto que merecería se reinstaurara el paso fluvial con ferry -suprimido al hacer aguas arriba el
Puente Internacional que comunica ambas orillas-:
así estarían ambas fortalezas a unos minutos una
de otra y no habría que dar el amplio rodeo a que
ahora nos obligan.
En fin, que la desidia, el abandono y los “falsos amigos” constructivos no sigan lacerando
los tesoros tan dignos es revitalizar y disfrutar
en nuestra Raya/Raia.
(como imitando -eso que le gusta tanto a algunos “restauradores”- a un elemento defensivo
externo), que desemboca en playa fluvial, donde
los bañistas se refrescan no solo en el río inmediato
sino debajo de la ducha instalada a propósito.
Hay unas curiosas pintadas en este singular
pseudo-hornabeque recienteque son más que
elocuentes: SANDRA MENTIREIRA o FORA
SANDRA… Y especialmente me llama la atención: ISTO É ILEGAL. Se referirán, claro, a Sandra
González Álvarez, alcaldesa de Tomiño, del Bloque
Nacionalista Galego.
Desde luego, a la luz de la Ley de Patrimonio
Histórico Español, de 1985, debe serlo, por irrumpir
y distorsionar el espacio de un BIC (Bien de Interés
Cultural), creando un añadido burdo en su concepción “imitadora”, perturbador de la integridad
del entorno monumental.
Es un pegote inexplicable, como tantos pegotes inexplicables se han hecho y se siguen haciendo, distorsionando nuestro patrimonio monumental. En fin, una desventura más en un venturoso
Fuerte que al menos se mantiene en pie, esperando que se cumplan los proyectos que
con respecto a él se formularon: rehabilitación
completa; puesta en uso con carácter museológico, con centro de interpretación de las cons-
156
Cartel indicador del Forte de San Lorenzo, de Goián
Vista de San Lourenzo de Goián (España) y Vila Nova de Cerveira (Portugal)
157
48
Forte da Ínsula. Desembocadura del río Miño
O Forte da Ínsua,
joya protectora
de la desembocadura
del Miño
Estamos tratando de A Ínsula, una isla portuguesa, granítica, con extensión de unos 400
metros de norte a sur, situada en la desembocadura del río Miño, en el concelho de Caminha, al
suroeste de esta población “enfrentada” a la española A Guarda. Está a una distancia de menos de tres
kilómetros de aquella ciudad miñota y kilómetro
y medio de la gallega Camposancos, pero en línea
recta dista de la costa menos de 400 metros, habiéndose conectado en algunas ocasiones históricas.
En ella, una comunidad franciscana edificó
un cenobio en 1392, por determinación de Juan I
de Portugal, ampliado y mejorado en 1471. El rey
D. Manuel ordenó nuevas obras de remodelación en
1502, y a finales de ese siglo XVI (bajo el dominio
de Felipe II de España y I de Portugal) fueron ejecutadas obras para colocación de baterías artilleras,
contra los ataques corsarios ingleses y franceses.
Pero la estructura del hermoso fuerte abaluartado que todavía persiste es de la época del
rey D. João IV, ejecutada entre 1649 y 1652,
para proteger la entrada del Miño durante la Guerra de Restauração. Durante las invasiones francesas fue ocupado por tropas españolas y francesas.
El Fuerte presenta forma cuadrada con dos
baluartes (al norte y oeste) y dos semibaluartes (al sur y este) en sus ángulos. Un revellín al
Dentro de la extensa relación de fortificaciones abaluartadas de la Raia/Raya luso-española, contamos con todo tipo de monumentos dignos de
admiración. Unos totalmente terrestres, pertenecientes a lo que llamamos la “Raya seca” (como es
el caso de Almeida/Ciudad Rodrigo, defendiendo un
lado y otro de la frontera); otros casi bañados por
los ríos fronterizos, la “Raya húmeda” (como Badajoz/Elvas, enfrentados en la defensa de sus respectivos países), y otros costeros, al norte y al sur, por
las desembocaduras de los ríos Miño y Guadiana y
cercanías (como A Guarda/Caminha y Cacela Velha/
Ayamonte, “botón y ojal” a ambos lados, respectivamente). Pero ahora vamos a “visitar” una fortaleza
extraordinaria, enclavada en un islote “fronterizo”,
taponando el “binomio” La Guardia (A Guarda)/
Caminha, lo que le otorga una especial singularidad.
158
Forte da Ínsua en 1758. Plano de Gonçalo Luís da Silva Brandão
noreste defiende la puerta de entrada; junto a un
paredón exterior que cubría de norte a este, reforzaban la única parte del islote accesible al desembarco, pues el resto del territorio queda salvaguardado
por salientes graníticos muy compactos, irregulares
y prolongados. Al sureste hay un saliente triangular a modo de plaza de armas. En los picos
exteriores de baluartes, semibaluartes y revellín se
levantan garitas poligonales con cúpula semiesférica.
En la leyenda del plano levantado por Gonçalo Luís da Silva Brandão en 1758 podemos
leer “Em hum ilhéu de figura ovada se acha o Fortalleza que seve de N. Sra. da Insoa, cercada de rochedos no mejo das barras de ambos os Reynos. He
quadrada com dous baluartes inteiros e dous mejos
baluartes, com hum ângulo saliente de alvenaria de
pedra e cal, e cordaó de cantaria, e da mesma tem os
socalcos, q mostra a letra L, para a resistência dos
mares; quase todos os annos se gasta muito d(inhei)
ro em reedificallos”. Plano y leyenda ilustrativos de
lo que hoy se conserva.Al interior, además de las
dependencias monacales (iglesia, claustro, dormitorios, comedor, salas y otras estancias, rodeados
de terreno de cultivo, ocupando el centro, sur y oeste), se establecieron la vivienda del gobernador
y el cuerpo de guardia principal, a ambos lados
de la puerta, los cuarteles de la guarnición al
noroeste y el almacén de municiones al oeste.
A partir de 1834, al ser extinguidas las órdenes religiosas, lo han de abandonar los frailes
que allí habitaron casi ininterrumpidamente
desde finales del siglo XIV. Quedó entonces bajo
utilización exclusiva del Ejército, que permaneció
hasta 1940, en que el Ministerio de Marina se
lo cede al de Finanzas. Desde entonces, se han
acometido diversas obras de conservación y restauración, en diversas campañas, pero queda aún en el
aire el proyecto de instalar en su interior un Centro
de Investigación Avanzada de Áreas Marinas.
Esta joya constructiva religiosa bajomedieval y militar de la Edad Moderna, bien merece
figurar entre los tesoros más vistosos y notables de
la Raia/Raya luso-española, digno de un destino
público, para disfrute ciudadano.
Detalle del Fuerte
159
49
Castro de Santa Trega
Castros gallegos,
un ejemplo
defensivo y
constructivo
¡Los castros gallegos! A casi todos nos suena el
de Santa Trega (Tecla), asomado al mar y a
Portugal, tan imponente, en el municipio de A
Guarda, objeto de múltiples visitas de turistas y
estudiosos. O el también marítimo, bañado incluso
en las aguas del Atlántico de tan pegado al océano,
cual es el de Baroña, en Porto do Son.
Ambos tan completos, vistosos, puestos en valor
y reinterpretados en sus funciones urbanística y
defensiva, que estando en ellos parece que vivimos
dos, tres mil años atrás.
El mar es escenario frecuente en estos levantamientos defensivos, por estrategia y por supervivencia, que se ha ido prolongando en sus funciones
civilización tras civilización, como es el caso también del de A Lanzada, en un promontorio al
borde de la playa del mismo nombre, tan fre-
Castro de la Lanzada
cuentada por bañistas: la más concurrida, seguramente, de Galicia. Pero son más abundantes en las
cercanías de ríos y humedales, que tanto proliferan
por el territorio gallego, hasta hacerlos incontables.
Ahora bien, de los muchos que he visitado y he
ido viendo “crecer” año a año, descubriendo sus
secretos gracias a una buena acción arqueológica
sostenida, tengo predilección por el de Monte do
Castro, en el municipio de Ribadumia, en la
Ría de Arousa.
160
Castro de Baroña
Toiriz, en Silleda
Castro Landín, en Cuntis
Al contrario de lo que ocurre con otros castros
(como puedan ser el magnífico de Castrolandín,
en Cuntis, que tuvo una época de detalladas
atenciones; los Castros Grande y Pequeño de
Neixón, en Boiro, sobre los que tantos proyectos
se hicieron, o el castro de Toiriz, en Silleda, que
contó siempre con la actuación entusiasta de sus
vecinos en la recuperación, pero que luego han ido
cayendo en la dejación oficial e incluso en la
decadencia o abandono de proyectos), éste ha
seguido en actividad por parte de los equipos de
recuperación y puesta en valor, sin que la “excusa”
de la crisis económica generalizada le haya restado
significativamente el progreso en su valorización.
Ocupado y reocupado desde el siglo IV a.C. al I
d.C., se emplaza en un alto cabezo al borde del río
Umia, con gran empalizada, muralla perimetral,
diversas estructuras habitables, canteras de extracción... que cada vez que lo visito veo cómo descubre
sus secretos milenarios y nos da a conocer un
modelo defensivo y urbanístico que en buena
parte ha pervivido a lo largo de la historia.
Allí está el “glacis” exterior, la muralla aterraplenada, el foso, la entrada curva y reforza-
161
da en sus extremos. Las casas protegidas por
gruesos muros de piedra, haciendo juego de
calles quebradas y manzanas compartidas. Los
altos observatorios que dominan el amplio espacio de los alrededores sin que nada se les escape.
Abajo, el río que les proporciona el agua necesaria y recursos con que alimentarse; al medio, el bosque, ofreciendo también su contribución
al sostenimiento del grupo humano.
posteriores de la antigüedad, del medievo, incluso de la Edad Moderna, tan modificadas las
estructuras a causa de la irrupción pirobalística,
pero con base en el modelo que aquí se nos ofrece.
Monte de Castro. Cartel, 2011
Visitar los castros gallegos es todo un viaje por
la técnica constructiva defensiva y urbanística,
por los afanes de los pueblos en su supervivencia,
por la armonía e interacción con el medio. Lástima
que algunos, muchos, hayan sido abandonados tras
una puesta a punto prometedora. A ver si es verdad que estamos saliendo de la crisis y se le hace
justicia, atendiéndolos como bien merecen, a estos
vestigios del pasado que tanto nos enseñan y que
resulta tan placentero contemplar.
Neixón
Monte de Castro desde fuera
Es una constante en las construcciones colectivas, desde que dominaron la acción grupal sobre
el medio, la práctica de la agricultura y la ganadería, la rivalidad con otros grupos.
En el caso de los castros gallegos -en el de Monte
do Castro tienen un ejemplo didáctico, intuitivo y
bien conducido en su redescubrimiento-, se nos presenta un modelo que hemos ido imitando y reinventado en nuestras defensas y construcciones
162
Monte de Castro, 2015
163
50
Exterior Gruta do Escoural
De la gruta de
Escoural al Cromlech
dos Almendres
huesos humanos incrustados en la roca caliza.
En el Centro de Interpretación de Santiago
do Escoural (población a 2’5 kilómetros de la
Gruta) podemos obtener una información muy
intuitiva del monumento, su ocupación sucesiva,
instrumentos líticos encontrados y representaciones pictográficas y grabados. Así, podemos saber
que su primera ocupación se remonta al Paleolítico Medio: grupos de cazadores-recolectores neanderthalensis la utilizan como abrigo
temporal, hace alrededor de 50.000 años. En el
Paleolítico Superior (35.000 a 8000 a.C.), se
reaprovecha por cromañones como santuario,
dejando ya vestigios decorativos figurativos. En el
Neolítico (5.000 a 3.000 a.C.) se transformaría
en cementerio, y de este periodo serán los motivos esquemáticos y estilizados de arte rupestre. A
continuación, la Gruta queda cerrada, sin que se
sepa la causa, pasando comunidades calcolíticas (2.000 a.C.) a ocupar el espacio superior
de la misma.
El paseo guiado por el interior, muy didáctico,
nos permite comprobar estos aspectos y disfrutar
de la belleza natural del amplio espacio, que sigue
conformándose, con la filtración de agua que
disuelve la caliza.
A pocos kilómetros de allí, en un territorio
donde abundan los dólmenes (antas) y menhires, merece acercarse, camino de Évora, al gran
Menhir y al Cromlech dos Almendres.
Las zonas calcáreas de Portugal y España son
propicias a la formación de cuevas y grutas, donde
admirar el bellísimo capricho de las estalactitas,
estalagmitas y columnas que en su interior se forman. Y aunque en algunas de España están presentes representaciones de arte paleolítico en
sus paredes, en Portugal solamente es conocida una: la Gruta do Escural, en el concelho de
Montemor-O-Novo, no lejos de la carretera que
lleva de esa población a la de Évora.
Descubierta en 1963, la cavidad se encuentra
en terrenos calcáreos cristalinos metamórficos, que se intercalan con fajas de gneis (roca
también metamórfica, pero similar en composición
y dureza al granito), y presenta diversas cavidades, algunas de las cuales son visitables.
Han sido descubiertas más de cien figura naturalistas (bovinos, ciervos, caballos…), pintadas en negro y rojo fundamentalmente, así como
más de sesenta representaciones de carácter
abstracto, aunque el visitante puede observar de
manera clara una decena aproximada entre pinturas y grabados, a lo que se unen restos de
164
cazueletas, incisiones esquemáticas…, aplanándose
algunos, transformándolos en estelas.
Interior Gruta do Escoural. IGESPAR-MC
Cromlech dos Almendres
A poco más de un kilómetro de este último, por
el mismo camino, se encuentra el Menhir, de 3’5
metros de altura, que ostenta en su tercio superior una decoración compuesta de un báculo y una
faja de líneas onduladas. Al mismo se accede a pie
por una vereda vallada a ambos lados, de medio
kilómetro aproximadamente...
Pero enseguida tenemos la “estrella” de estos vestigios neolíticos, levantados entre el sexto y el tercer
milenio antes de Cristo: el Cromlech dos Almendres.
Parece ser que en el periodo calcolítico dejó
de utilizarse, abandonándose este recinto, amplio
espacio de 70 por 40 metros, con 95 monolitos graníticos conservados, donde da gusto “perderse” y
contemplar desde allí el agreste espacio exterior,
denso alcornocal con potente sotobosque heredado
“de la noche de los tiempos”.
Menhir dos Almendres
Alrededor del sexto milenio (Neolítico Antiguo), fue levantado un conjunto de monolitos de
mediano tamaño, agrupados en tres círculos
concéntricos.
En el Neolítico Medio (quinto milenio), se
levanta un nuevo recinto de dos elipsis concéntricas, tangentes al anterior triple círculo, con
monolitos de mayor tamaño que los anteriores, llegando algunos a 2’5 metros.
En el Neolítico Final (tercer milenio) se remodelaron los recintos, posiblemente por funciones religiosas, grabándose algunas de las
paredes de diversas piezas, con círculos, bastones,
Cromlech dos Almendres. Estudio de Mário Varela Gomes
165
51
Arco triunfal de entrada a la Baixa
Un paseo por
Lisboa
e igualmente magnífico. Admirar el derrame del
caserío por todas las colinas; los tejados brillantes
-encendidos de rojo-, las fachadas blancas, las muchas plazoletas, monumentales cúpulas. El trajinar
de los barcos y barcazas en el encuentro del río con
el mar.
Bajar después, tranquilamente, degustando rincones, plazuelas, azulejerías en las esquinas, ruas y
ruelinhas quebradas de la Alfama, hasta el Panteón
Nacional, barroco edificio cupulado donde se custodian las tumbas de presidentes y grandes personalidades portuguesas, y desde cuya terraza volveremos
a disfrutar de las vistas irrepetibles de Lisboa.
Es gratificante coger desde sus cercanías el Eléctrico 28, ese tranvía emblemático, pequeñito, centenario, que no para de subir y bajar por toda esta
intrincada orografía ribereña. Al llegar a la Sé-Catedral es conveniente bajar para una visita a esta
joya gótica fortificada, cuyo claustro guarda importantes vestigios arqueológicos en su patio, desde la
Edad del Hierro a la ocupación cristiana, pasando
por romanos, visigodo, musulmanes.
Tras la visita (y comida en los pequeños restaurantes de sus alrededores, donde el olor de sardinas
y bacalao asados resulta seductor), podemos volver
a tomar el tranvía para ir -estuario adelante- hasta
el Monasterio de los Jerónimos, la gran joya
Si tuviera que escoger lugares en Lisboa para
hacer una visita rápida, de un día, me vería en un
apuro indescriptible. Iba a ser necesario levantarme muy temprano y acostarme con la noche vencida para dar un mínimo vistazo a lo que luego tendría que dedicar varias jornadas y ampliar a unos
cuantos lugares no menos atrayentes.
Pero de momento la Baixa pombalina sería un
punto de partida. Recorrer, abriendo el día, la Rua
Augusta, hasta la Praça do Comercio (Terreiro
do Paço), por la que asomarme al Estuario do Tejo.
Contemplar desde allí la arquitectura racionalista
de la plaza (con la impresionante estatua de D. José
I al medio) y las calles en cuadrícula de la Baixa,
con sus “cerros guardianes” a ambos lados; el Chiado hacia el oeste y Alfama al este, a donde iría de
inmediato, antes de que lo invadan multitudes de
turista, como ocurre cada día.
Hay que subir, callejeando, hasta el Castelo de
São Jorge. Contemplar desde lo alto el espectáculo
de los puentes sobre el Tejo: el 25 de Abril, con su
soberbia altura, y el Vasco de Gama, interminable,
166
Vista del Castelo de S. Jorge desde la Paraça da Figueira
Panteón Nacional
167
Claustro del Monasterio de los Jerónimos
manuelina, Patrimonio de la Humanidad, calificación que también posee la cercana Torre de Belén,
emblemático monumento artillado de principios del
siglo XVI, obra igualmente manuelina, del arquitecto portugués Francisco de Arruda, uno de los
constructores más universales de Portugal.
No sé si a uno le quedan fuerzas para más, tras
una jornada tan apretada, recorriendo la historia,
el arte, el patrimonio de la zona “fluvial” de Lisboa.
Pero si fuera posible, merecería subir hacia Campo Pequeño, dejando atrás la monumental Praça
do Marqués de Pombal (con su estatua imponente subida a pedestal de 40 metros de altura, repleta
de figuras alegóricas), desde donde la Avenida da
Liberdade lleva a la Baixa en que empezamos el
recorrido.
Desde Campo Pequeño -cuya Plaza de Toros tiene en la planta subterránea múltiples restaurantes,
tiendas de todo tipo, multicines…- hasta la Praça
de Espanha hay un agradable recorrido urbano y
al borde de ésta última tenemos la Fundação Calouste Gulbenkian. La Fundación posee un agradable y extenso jardín, y especialmente colecciones
de arte incomparables: del Antiguo Egipto, cerámicas orientales, vidrios sirios, mobiliario francés,
monedas griegas, medallas italianas, numerosas
obras pictóricas (destacando los impresionistas)…
No es posible estirar el tiempo más pero hay que
apuntar para otro día el Museu do Azulejo y el
Monasterio de S. Vicente de Fora (al este y oeste respectivamente del Panteón); el Museu de Arte
Antiga (entre la Praça do Comercio y la base -cerca
del río- del Ponte 25 de Abril); la Basílica da Estrela, un poco más arriba; el Palácio da Fronteira
y el Jadim Zoológico, al noroeste… ¡sin olvidar,
claro, el tomar un café en A Brasileira, del Chiado -donde lo hacía Fernando Pessoa-, tras visitar
las ruinas del Convento do Carmo y recorrer algunas de las múltiples iglesias y librerías de viejo
de la zona!
Estuario do Tejo desde la Alfama
168
Sé (Catedral) de Lisboa
Ruinas del Convento do Carmo
169
52
Patio de la Casa do Alentejo en Lisboa
Casa do Alentejo:
sorprendente tesoro
en el corazón de
Lisboa
Quien se acerque a las Portas de Santo Antão -por la zona más concurrida de la ciudad, en
la Baixa lisboeta, al lado de la Praça dos Restauradores-, se encontrará con la sede de la Casa do
Alentejo, un sorprendente tesoro de la Raia/
Raya en el corazón de Lisboa.
Situada en el antiguo Palácio dos Viscondes
de Alverca -construído a finales del siglo XVII,
aunque renovado a comienzos del siglo XX-, al
detenernos ante su fachada no recibimos otra impresión que la de una casona de buen porte, pero que en
modo alguno presagia lo que dentro veremos.
Subiendo unas breves escaleras de entrada, se
nos abre un mundo de “fantasías orientales”:
gran patio neoislámico, columnado, de corredor cubierto, con grandes arcos de ojiva abierta, angrelados, de alfiz con profusa ornamentación geométrica,
rica azulejería, mobiliario en madera y cuero, gran-
des macetones “arborescentes” y fuente central, con
gran luminosidad natural, resaltando los vivos y
variados colores del conjunto.
La monumental escalera del fondo nos conduce al piso superior, donde se difumina el estilo
oriental, dando paso a dos grandiosos salones
(comedor y de representaciones), modelos Luis
XV y Luis XVI, de una dimensión y elegancia
extraordinarias. Amplios ventanales, con molduras
rococó que llegan hasta el techo, magnífico mobiliario de madera y telas coloridas, pinturas murales
y en los techos, entre grandes molduras de las que
cuelgan lámparas ornamentales de cristal. Es de
admirar, en especial, el gran fresco en el techo del
salón-comedor, obra del celebrado pintor Benvindo
Ceia (1870-1941).
Aparte de estas dos joyas palaciegas, son de destacar la extensa dependencia destinada en la
170
Del salón. Pinturas de Benvindo Ceia (1870-1941)
más notables de la azulejería del siglo XX en Portugal, admirablemente policromada, con unos efectos
de profundidad y movimiento insuperables.
Su autor es el notable pintor Jorge Colaço
(1868-1942), que al igual que el artista antes citado
trabajaría allí entre 1918 y 1919, cuando se realizó
actualidad a comedor abierto al público, la sala
de lecturas y la de Olivença. Las tres están ricamente ornamentadas con azulejería de temática
festiva campesina (el primero), de caza y “touradas”
(el segundo) y alegorías basadas en la obra “Os Lusíadas” (la tercera); constituyen uno de los ejemplos
Biblioteca. Azulejos de Jorge Colaço (1868-1942)
171
Acto cultural alentejano en el salón-comedor
la remodelación del inmueble, bajo la dirección del
renombrado arquitecto António Rodrigues da Silva Junior (1868-1936).
Se completa lo anterior con la profusa decoración del hall de entrada al piso superior, pasillos y otras dependencias, con reminiscencias
decorativas neo-renacentistas, neo-barrocas,
neo-rococó… y más azulejería en frisos y paredes, de motivos geométricos, vegetales y florales, de
la máxima calidad.
Toda esta riqueza, de tendencia romántica e
historicista, fue consecuencia de la instalación en
el lugar del “Magestic Club”, luego “Monumental
Club”, a partir de 1917: casino de lujo que se
mantuvo hasta 1928.
El edificio fue alquilado en 1932 al Grémio
Alentejano (después Casa do Alentejo), que
siguió manteniendo los juegos de azar, lo que le
proporcionó importantes ganancias y le permitió
la adquisición del costoso inmueble en 1981.
Hoy en día, sin esos ingresos del mundo del juego, y con uso fundamentalmente cultural (conferencias, recitales, presentaciones de libros…), artístico
(exposiciones pictóricas, escultóricas, de artesanía;
variados actos musicales), impulso de las potencialidades monumentales, turísticas, culturales del
Alentejo, además de restaurante de promoción regional… difícilmente puede mantener tan costoso patrimonio, que exige permanentes cuidados de restauración.
Esta “embajada” de Alentejo, de la Raia/Raya en
Lisboa, este tesoro en complicado estado de recuperación, bien merece una atención institucional
para su sostenimiento, por su intrínseco valor
y por lo que representa para las tierras del
interior como “escaparate” en un lugar tan privilegiado de Lisboa.
172
Comedor de la Casa do Alentejo
Fuente central del patio de la Casa do Alentejo
173
53
Playa de Sesimbra
Sesimbra, un tesoro
entre el mar y la serra
de Arrábida
al mar por medio de pequeñas calas, en las que se
disfruta del agua rodeados de intensos, apretados
bosques de pinos y alcornoques.
La Serra da Arrábida, de donde procede el delicioso queso de Azeitão y espléndidos vinos de
cosechas pequeñas y selectas, tiene un encanto
natural que encontraremos en pocos lugares, con
sus senderos sinuosos, intrincados cerros, pequeños
pueblecitos, sosiego y paz inalterados en medio mismo del bullicio al borde de Setúbal y a un paso de
la gran Lisboa.
Portinho da Arrábida, con su playa a medio camino entre Sétubal y Sesimbra y su Museo Oceanográfico en el Forte de Santa María -que vigila
este entrante- es una buena opción de parada entre
Desde el estuario del río Sado hasta el
del Tejo, tenemos un rosario de playas que son el
destino más cercano de los veraneantes de Badajoz
y de gran parte de Extremadura, al tiempo que cita
obligada para los propios portugueses.
Inmediatamente después de Setúbal, comienza
la intrincada y bellísima Serra da Arrábida,
Parque Natural, que en su borde sur se arrima
174
Acantilados de Cabo Espichel
las múltiples del camino. Sus restaurantes, alzados
sobre pilotes a la orilla del mar, ofrecen toda clase de
pescados y mariscos asados y cocidos, para degustar bajo el azote de las olas y entre la espera de las
múltiples gaviotas que vigilan nuestros movimientos.
Participando de su verdor -y anunciando otro espacio increíble de gigantescas piedras calizas con
plegamientos aflorados al borde del mar-, la ciudad
de Sesimbra. Precioso pueblo de pescadores,
de una extensísima playa que termina en el
puerto pesquero y queda recogida por las montañas que protegen la población como si fueran grandes manos formando un cuenco.
Sesimbra está escoltada desde lo alto por
un magnífico castillo de origen musulmán, to-
mado en 1147 por D. Afonso Henriques, primer
rey de Portugal. Rehabilitado en 1200 por el rey D.
Sancho I, tras intensas guerras con los almohades,
pasó a manos de la Orden de Santiago. Las vistas
a la Serra da Arrábida y a Sesimbra desde allí
son espectaculares, y el paseo por las laderas, muy
cuidadas, resulta gratificante, con la visión del mar
inmenso al fondo.
Abajo -cortando en dos la playa, en marea
alta- está la Fortaleza de Santiago, mandada construir por el rey D. Manuel, concluída
en 1648. Se mantuvo como fortaleza militar hasta
1832 y actualmente pertenece a la Guarda Fiscal,
pero puede visitarse libremente durante gran parte del día. Hasta allí nos llega el olor irresistible
175
Línea de playa de Sesimbra desde la sierra de Arrábida
de los asados de los múltiples restaurantes de la
ciudad. Pescados y mariscos recién capturados son
una tentadora oferta para el visitante, que aquí se
encuentra en un paraíso gastronómico portuario,
con precios razonables.
A unos doce kilómetros está el Cabo Espichel,
cortado sobre el mar a una imponente altura,
y desde donde vemos, diminutas, playitas que nos
parecen como de juguete. Aquí podemos seguir las
huellas de dinosaurios que poblaron la zona hace
doscientos millones de años y encontrar -con un
poco de suerte- algunos fósiles de ammonites y pedruscos calizos de caprichosos plegamientos en tirabuzón, rizo, espiral…
Desde este cabo hasta la misma desembocadura
del Tajo, nuevamente las playas se dan la mano
una a otra, entre escarpes calizos y de arenisca profundamente erosionados y de gran
belleza: Praia de Albufeira, de suave inclinación
arenosa hasta Caparica, con un fondo interior impresionante de relieve fósil, que posee la calificación de Paisagem Protegida. Sus cárcavas en abanico, iluminadas por el sol poniente, adquieren tonos
anaranjados que dan la sensación de grandes masas
de tierra encendida.
Lugares para pasear, recrearse en la fantasía de
las rocas, respirar tranquilidad. A un paso mismo
de allí, la Bahía del Tajo forma un mar interior que
nos conduce hasta el bullicio de Lisboa.
176
Fortaleza de Santiago
177
54
Portinho da Arrábida
Portinho da Arrábida,
de las ruinas
romanas a la magia
contemporánea
Setúbal es todo un tesoro en patrimonio
monumental eclesiástico y civil, así como en
militar, donde sobresale el portentoso Forte de S.
Filipe, que inaugura la Edad Moderna; no digamos
la importancia de su oferta gastronómica autóctona, que en peces y mariscos no tiene rival.
Enfrente, al sur, Troia es un destino tentador
por sus playas inmensas y por sus yacimientos romanos, que nos hablan de la importancia
especial de las conservas y salazones de pescado, de
hace más de dos mil años.
Al norte, Palmela parece un gran barco varado encima de la montaña que corona el espacio septentrional de la Serra da Arrábida:
medieval, renacimiento y barroco se concentran en
su recinto fortificado, formando un conjunto inigualable.
Y si caminamos al oeste, ¿qué decir de Sesimbra, apenas 20 kilómetros más allá, otra tentadora oferta de playa, montaña, fortalezas y
gastronomía?
Al este, las marismas del río Sado se prestan
a la aventura marinera de sus aguas tranquilas,
donde reinan bandadas de flamencos y gaviotas.
Pero ahora quiero detenerme en ese espacio intermedio insinuado. En ese borde marítimo delimitado al sur por un mar generoso con pequeñas
y medianas playas, semiescondidas por las elevaciones que enseguida las protegen, y al norte por
ese paredón calcáreo, tan cubierto de exuberante
vegetación que es la Serra da Arrábida, uno de
Ruinas romanas do Creiro
178
Forte de Portinho da Arrábida
gueirinha y Galápagos, pero antes de la playa de
Alpertuche y la de California, ya casi en Sesimbra.
Lo primero que se nos ofrece, al borde de la
carretera sinuosa es la indicación para llegar a
las ruinas romanas de Creiro, a pocas centenas
de metros de esta vía que sigue las curvas de la
costa.
Colocadas sobre un morro que parece precipitarse hacia el mar que está a sus pies, contemplamos
un asombroso complejo industrial de producción de salazón de peces (sardina y caballa),
de los siglos I al V d.C., con unidad fabril de
numerosos y variados tanques de aristas en media
caña (curvas) por cuestiones de higiene, balneario
los parques naturales más importantes de la
Península ibérica.
E incluso quiero acotar aún más, pues podríamos
perdernos en la Sierra, en su Convento franciscano -siglo XVI-, de Nossa Senhora da Arrábida,
o en sus encantadores pueblecitos, no resistiendo
la tentación de pasar por Azeitão, cuyo queso de
oveja -con denominación de origen protegida
a nivel europeo-, es uno de los más deliciosos que
nos sean dando degustar.
Hablemos ahora -tras este extenso preámbulosolamente de los alrededores de Portinho da
Arrábida, pasado el fabuloso Forte de Santiago de
Outão, del siglo XVII, así como las playas de Fi-
179
Lapa de Sta. Margarida
completo, cisterna, almacenes de planta rectangular y sistema de captación, canalización y almacenamiento de agua dulce.
En un espacio limitado, rodeado de abundantísima vegetación mediterránea de montaña, se nos
ofrece toda una lección de las actividades industriales relacionadas con la salazón y almacenamiento
de pescado por los romanos, con su complemento
de asueto para los trabajadores: el balneario. La
extraordinaria excavación y su conservación
son admirables.
De ahí, un poco más adelante, pasamos al Forte
de Santa María, pequeña fortaleza al borde del
mar, construida a partir de 1670 y reforzada en
1798. Tras perder su función militar de protección a
Portinho y al Convento de Arrábida, pasó en 1932
al destino de hostelería y restauración, que conservó hasta 1976.
En la actualidad, el Forte alberga un pequeño Museu Oceanográfico, con un centro de
biología marina. Las vistas desde su terraza, tanto
al mar como a la sierra, son extraordinarias.
Y ya, por el mismo camino que desde la carretera inicial nos ha llevado al Forte, un poco antes, sale una senda descendente, escalonada -con
unos 200 escalones-, que nos lleva de inmediato a
la Lapa de Sta. Margarida, una inmensa gruta
calcárea, que alberga una curiosa capilla del
siglo XVII en su zona central, donde pueden reunirse hasta 500 personas.
La vista del mar, el choque de las olas, el
piar de las gaviotas, desde el interior, nos ofrecen una imagen de luz y sonidos extraordinaria; ese interior, que semeja un gigantesco cuenco
cerrado, con pasadizos laterales poco explorados, estalactitas goteando, gruesas columnas calizas
que parecen sostener la amplia techumbre, el
altar lleno todavía de vírgenes, santos, flores,
velas… -pues aún se siguen haciendo ritos religiosos en ella- nos coloca en una dimensión especial.
Belleza natural, religión, leyendas, magia,
se mezclan en este increíble espacio, utilizado por
marinos, pescadores y lugareños a lo largo de los
siglos, como lugar de encuentro y de celebraciones,
que -transformadas- se mantienen.
Salimos al exterior, al puerto de Portinho:
¡qué olor a pescado asado en sus casas y en
sus restaurantes palafíticos! ¡Y qué olor, también
a fragancia de bosque y de mar!
180
Entrada del Forte de Portinho da Arrábida
181
55
Entrada a la Fortaleza de Outão
Fortaleza de Outão:
la serena grandeza
Resguardando la entrada al estuario del Sado por
el oeste, frente a la lengua de arena que forma la
península de Troia, se encuentra la magnífica Fortaleza de Santiago do Outão, garantizando la
tranquilidad de Setúbal.
Ya en 1390 se construyó en el lugar una torre de
vigilancia por orden de D. João I, que se mejora en
el reinado de D. Manuel, al comenzar el siglo XV.
Pero será a finales del XVI y mediados del XVII
cuando adquiera el porte impresionante que en
la actualidad conserva.
A partir de 1572, se inicia la construcción de una
cerca abaluartada, siguiendo el modelo italiano de
defensa frente a los ataques de la artillería pirobalística de la época: tendría su “bautismo de fuego” defendiendo la independencia frente al Duque de Alba,
en 1580, cuando se realiza la Unión Peninsular. Después, entre 1643 y 1657 -en la primera parte de
la Guerra de Restauração- se ampliará, reconformándose al modelo que hemos heredado.
La fortaleza sería residencia veraniega de D. Carlos y Dña. Amelia en la última década del siglo
XIX, e iniciado el XX pasó a adaptarse como sanatorio de tuberculosos, con lo que se levantan edificios apropiados para los enfermos y se remodela
el interior. Otra década más tarde, será convertido
en lo que hoy día sigue siendo: Hospital Ortopédico, dadas las buenas condiciones del lugar para
dolencias óseas, por la influencia marítima y de la
barrera inmediata de la Serra da Arrábida.
Desde entonces, se han efectuado diversas intervenciones de consolidación, especialmente en los
años cincuenta, ochenta y noventa del siglo XX, en
cuanto a las instalaciones interiores, cuidando con
esmero el “cinturón” abaluartado, así como su singular capilla de la segunda mitad del siglo
XVII, donde destacan valiosos paneles de azulejos
y el retablo frontal.
Pasear hoy día por sus dos baluartes laterales (al
este y al oeste), contemplando el mar, entrar en sus
garitas cilíndricas, recorrer el borde siguiendo la
línea de los parapetos, en tanto oímos el azote del
mar y vemos la lengua estrecha, larga y dorada
de la península de Troia, el caserío de Setúbal
182
Capilla de la Fortaleza
y las playas recortadas del noroeste, es una experiencia grata, relajante, balsámica.
Observar la grandeza vertical de su cuerpo central
desde la terraza principal, con el mar a nuestras espaldas y la Serra da Arrábida de frente, al fondo,
resulta sobrecogedor, por su grandeza y armonía.
Entrar en la Capilla, dedicada a Santiago, con
escenas de su vida en azulejería llena de movimiento, profundidad y detallismo, y extraordinario retablo dorado de fondo, nos envuelve en paz serena,
pese a las escenas de luchas que allí contemplamos,
en las que el insuperable virtuosismo artístico se
sobrepone a la narración bélica, compensada también por escenas piadosas y tranquilas.
En la muralla central que da al mar podemos
leer (con dificultad) una inscripción que resume los
primeros momentos de la fortaleza: “A torre desta
fortaleza de Santiago do Outão foi edificada por El
Rei Dom João o Primeiro e depois cercada de muro
por El Rei D. Sebastião e o sereníssimo D. João IV,
libertador da pátria, mandou acrescentar a fortaleza para a parte do mar e terra com magnificência
Forte de Outão. Plano (y alzado) de João Tomás Correia, de principios del siglo XVII, y situación actual
183
Forte de Outão en la actualidad
e grandeza que hoje se vê. D. Fernando de Menezes,
conde da Ericeira, lhe lançou a primeira pedra em
XXV de Julho de MDCILIII e sendo governador
dela Manuel da Silva Mascarenhas e das armas de
Setúbal e sua comarca e superintendente da fortificação João de Saldanha mandou pôr aqui esta
memória ano de MDCILIX”.
En plano de João Tomás Correia, de principios del siglo XVIII, vemos la estructura de la
fortificación: planta que apenas difiere de la que
hoy disfrutamos. Solo cambia, claro, el alzado interior, que también nos muestra Correia en su estado
de principios del siglo XVIII, por lo que al cuerpo
central (principal) se refiere; pero la disposición de
hoy nos evoca en gran parte la que contemplamos
en el plano, aunque falta la ermita exterir y las escaleras que conducen a la planta superior, todo ello
a la izquierda. Lo demás, apenas si difiere.
¡Gran lugar para ver ponerse el sol y oír
batir las olas, con ligera playa a nuestros
pies, donde los pescadores acaban la tarde echando
sus cañas como siglos atrás se echaba el fuego de
las potentes baterías contra los invasores de este
tesoro que resguarda a Setúbal y sus alrededores!
184
Garita del Forte de Outão
Baluarte del Forte
185
56
Litoral de Setúbal desde el Forte de S. Filipe
Fortiicaciones
de Setúbal contra
piratas, corsarios y
espanhois
control de la población y proyecta nuevas murallas, de tipo abaluartado. El ingeniero militar
francés Nicolau de Langres, diseñará las trazas del
recinto fortificado abaluartado en los primeros años
de la Guerra de Restauração.
Hasta 1696 se desarrollará un plan constructivo,
financiado por los negociantes de la sal y por la
población de Setúbal a través de nuevos impuestos.
Así, se completa un cinturón de murallas, con
el refuerzo de los Fortes Velho y da Estrela
al norte, y perfeccionamiento general de los
baluartes, fosos y obras coronas al este y oeste, proyectándose hornabeques al norte y este,
que hacían de la fortificación una maquinaria defensiva de enorme relevancia, con once baluartes y
dos medios baluartes.
Llegamos, así, al siglo XVIII con un amurallamiento y defensas exteriores que sitúan a Setúbal
en primera línea de las fortificaciones de la
Península ibérica. Fortificaciones que se completarán en la línea de costa con fuertes tan importantes como el de Albarquel y Santiago do Outão, en
la zona norte del Sado.
¿Qué queda hoy día de todo este Patrimonio
Histórico-Artístico Monumental? Fundamentalmente, el Forte de S. Filipe -revitalizado con
el funcionamiento de una hermosa y activa Pou-
El recinto medieval de Setúbal se circunscribía a la zona central, nuclear, de la población
actual. Serán los límites resguardados por murallas
mandadas levantar por D. Afonso IV y terminadas
bajo su sucesor, D. Pedro I, en el siglo XIV, para
defenderse de los corsarios y piratas norteafricanos.
En 1582, el rey Felipe II de España (ya rey
de Portugal con el nombre de Filipe I), ordenó
la construcción de la fortaleza de São Filipe,
tras vencer al Prior de Crato, D. António, por el
que había tomado partido Setúbal a raíz de la crisis
dinástica. Se trataba de una enorme fortaleza artillera, abaluartada, defensiva de la cuenca del Sado,
con una situación geoestratégica privilegiada en un
morro al noroeste de la población, completamente
bajo su control.
Pero el 1 de diciembre de 1640 es aclamado
rey de Portugal D. João IV, que se hace con el
186
Forte de S. Filipe visto desde la playa de Setúbal
sada-, así como algunos restos de los baluartes del
recinto central y vestigios del Forte Velho.
El Forte de S. Filipe es una auténtica joya
de las primeras construcciones abaluartadas,
con traza del arquitecto e ingeniero militar italiano Filippo Terzi y acabado del también italiano
Leonardo Torriano, que se hizo cargo de las obras al
fallecer el anterior; realizó una batería baja de refuerzo João de Saldanha a mediados del siglo XVII.
Mirado desde abajo, desde la playa fluvial, parece un gran barco encallado en lo alto de
una montaña. Acercándose a él, el portento de sus
enormes paredones y su foso profundo, sobrecogen.
Dentro, el espectáculo del paisaje que se domina
resulta indescriptible: la belleza de la ciudad a sus
pies; la enorme masa vegetal de la Serra da Arrábida y la extensa planicie que lleva al Alentejo, por
detrás; la extraordinaria duna de Tróia, el estuario
del río Sado y el mar, hacia delante…
El Forte Velho, o de São Luís Gonzaga, se
ejecutó a consecuencia de la Guerra de Restauração, bajo traza de Luís Serrão Pimentel, militar e ingeniero portugués, que trabajó fundamentalmente en las fortificaciones de Alentejo y fue un
importantísimo tratadista de los métodos de fortificación abaluartada. Hoy día presenta un preocupante estado de abandono, pese a su importan-
cia histórica y artística, estando en gran parte en
ruina e invadido de maleza; su contemplación en
mapas de Google nos hace ver su relevancia: planta
pentagonal perfecta, con baluarte muy agudo en
cada pico y glacis exento, que pide “a gritos” una
rehabilitación y puesta en uso como museo de las
fortificaciones de Setúbal.
El Forte da Estrela, desgraciadamente, se ha
perdido, como ha ocurrido con buena parte de las
cortinas y baluartes del recinto principal, si bien se
conservan algunos tramos cuya puesta en valor también serían de gran importancia para
la valorización integral histórico-artística de la
ciudad.
Es el caso de los baluartes de: Conceição y Livramento al sur, a la orillas del Sado; Santo Amaro
y da Saude, al noroeste; S. António y S. João, al
noreste, y S. Domingos al este.
Un “tesoro”, en fin, importantísimo, digno de admirar y mejorar. Oferta clave turístico-cultural
de Setúbal (que tanto patrimonio urbano y
eclesiástico posee, sin olvidar la importancia
de su envidiable mercado de abastos, tan bien
surtido de excelente pescado) y punto de arranque del muy atractivo conjunto de fortificaciones de
las estribaciones de la Serra da Arrábida.
187
Terraza de la Pousada instalada en el Fuerte
188
Baluarte del Forte de S. Filipe, con Troia al fondo
189
57
Castillo de Palmela. Torre del Homenaje y refuerzo abaluartado
La apostura
encumbrada del
castillo de Palmela
La mole del castillo de Palmela se encuentra a
unos 5 kilómetros del estuario del río Sado y poco
más de 15 del que forma el Tajo frente a Lisboa,
ambos ante el Océano Atlántico. Ubicado en lo
alto de un promontorio de la Serra da Arrábida, a 240 metros sobre el nivel del mar cercano, vigila el casco urbano de la localidad
y domina una amplísima panorámica de los
alrededores.
Allá los musulmanes realizan la primera
fortificación entre los siglos VIII y IX, siendo ampliada notablemente entre los siglos X y
XII. Conquistada por el rey D. Afonso Henriques a mediados del siglo XII, se realizaron importantes obras de refuerzo. Su sucesor,
D. Sancho I, cede la población y sus dominios
a la Orden Militar de Santiago en 1186; en
los años finales del siglo cayó bajo el poder de los
190
Vista a la población y planicie desde la fortaleza de Palmela
almohades, pero de nuevo pasa a la Orden en los
primeros años del siglo XIII.
La muralla interior, primero de los tres perímetros defensivos que integran el complejo, data
de los tiempos de este dominio santiaguista. La torre del homenaje se levantó a principios del siglo
XIV, reinando en Portugal D. Dinis (1279-1325),
bajo cuyo reinado se realizaron gran cantidad de
fortificaciones y se completaron otras anteriores en
el área de Lisboa y Alentejo.
Ya durante el reinado de D. João I se procedió a las obras de ampliación y consolidación
del castillo (1423), construyéndose la Iglesia -de
estilo tardogótico- y Convento, donde se instaló la
Orden de Santiago a partir de 1443, hasta 1834 en
que se extinguen las órdenes en Portugal. Todo el
legado patrimonial, artístico-monumental interior
que hoy disfrutamos, está configurado desde esos
tiempos del final del Medievo.
En el siglo XVII, a lo largo de la Guerra de
Restauración con España, se levantó el tercer
y último perímetro amurallado, necesario para
adaptar la fortaleza a las exigencias defensivas surgidas por la aparición de la artillería.
Se construyen tres medios baluartes, un baluarte
irregular con tenaza, un revellín -ante la puerta del
castillo-, todo con camino cubierto, hacia el norte
(espacio más vulnerable, de pendiente relativamente suave); se continúa con tenaza y reducto angular
al este y otro medio baluarte al sur, espacio defendido fundamentalmente por la muralla primitiva
y el propio precipicio del terreno. Y este es el otro
legado, complementario, que en el exterior podemos
disfrutar y que desde lo alto del castillo observamos
como si fueran espolones de un gallo de pelea.
191
Pousada de Palmela
cercana Bahía de Setúbal con los afamados queijos
amanteigados de Azeitão, el vino tinto de Palmela y sus doces conventuais de amêndoa, açucar e
ovos, más las compotas y licores locales, todo tan
gustoso de sabor como discreto en el precio.
El Convento santiaguista es ahora una de
las Pousada más acogedoras del país, y todo el
conjunto fortificado está abierto gratuitamente al
visitante, que en este espacio reducido tiene ante sí
todo un tesoro inigualable de arte religioso, palaciego y militar de la Plena y Baja Edad Media, así
como de la Edad Moderna; tesoro también natural,
por la belleza del paisaje que domina, de la extensa
planicie que se abre hacia el este, los estuarios del
Tajo y el Sado al oeste y las ciudades “a sus pies”:
Palmela y Setúbal, contempladas a vista de pájaro,
que incluso nos lleva más allá de Lisboa.
Únase a ello la oferta hotelera (amplia en la
ciudad, aparte de la Pousada), completada con la
gastronómica, donde se conjugan los pescados de la
192
Interior del castillo de Palmela
193
58
Tuy desde Valença do Minho
Líneas de invasión
y herencia
monumental en
La Raya
pero también de invasión, que nos han dejado un
legado extraordinario. Los castillos medievales y
las fortificaciones abaluartadas modernas son
la expresión material de esos desencuentros,
pero al mismo tiempo los magníficos representantes del ingenio humano, manifestado en construcciones de alto bajo militar y artístico, que en
buena parte nos ha llegado en aceptable estado de
conservación, rehabilitadas en muchas ocasiones
con acierto (pese a las destrucciones y alteraciones
abundantes) y mantenidas en la actualidad.
Hay una primera línea de invasión en la
zona de Galicia/Minho, en la que deberemos destacar las fortificaciones de A Guarda y Goyan, al
lado mismo del Atlántico, frente a las de Caminha y Vila Nova de Cerveira, con ese sentido de
“botón y ojal” tan frecuente en toda nuestra frontera, de “mutua vigilancia y contención”. Al este, las
La Raia/Raya entre España y Portugal ha
sido frecuente línea de confrontaciones, especialmente durante la Edad Media y la Moderna.
Primero en la Alta Edad Media, en el sentido
norte-sur, desde Galicia a Minho/Tras Os Montes, por el empuje cristiano contra los musulmanes.
Después -creado el reino de Portugal en el siglo XII,
se presentarán los conflictos en los corredores este-oeste, por la rivalidad entre los reinos luso y
castellano-leonés. Posteriormente, tras la reunificación de los reinos peninsulares bajo Felipe II, una
etapa de paz desembocará en 1640 en la guerra de
separación, que tendrá réplicas bélicas en diversos
momentos del siglo XVIII y principios del XIX.
Todo ello ha llevado a altos grados de sufrimiento para la población fronteriza, así como a
extraordinarias obras de defensa y contención,
194
La monumental fortaleza de Almeida
gallegas Tuy y Salvatierra de Minho se enfrentan a Valença do Minho (doble fortificación moderna que supone uno de los hitos fundamentales
de la ingeniería militar) y Monção.
A continuación, hacia el este, la parte más
oriental de Galicia se enfrenta a Tras os Montes en esas dos fortalezas que, como muchas de las
que presenta la Raia/Raya, presenta un magnífico
castillo medieval protegido posteriormente por recinto abaluartado, como es el caso de la fortificación
de Monterrey (Verin) frente a Chaves. O las del
norte de la región leonesa con las del este de Tras
os Montes, de las que debemos destacar Toro y Zamora con sus vecinas Bragança y Miranda do
Douro.
La siguiente línea de invasión, entre el Duero
y el Tajo, presenta un corredor de enorme interés, que del lado español tiene sus fortificaciones
de vanguardia, medievales y abaluartadas, en San
Felices de los Gallegos y Ciudad Rodrigo. A
ellas se enfrentan una cantidad importante de castillos roqueros, como los de Castelo Rodrigo, Castelo Bom y Castelo Mendo, aunque la maquinaria
de guerra más espectacular será la de Almeida, de
castillo medieval desaparecido por explosión de sus
almacenes de pólvora, pero con una de las fortificaciones abaluartadas en estrella más espectaculares
que existen.
Ya metidos entre Extremadura y Alentejo, la
abundancia de castillos bajomedievales y fortificaciones abaluartadas nos delatan la importancia de este corredor en la línea Madrid-Lisboa y sus alrededores. Al norte, Alcántara, Brozas y Valencia de Alcántara frente a Castelo
de Vide, Marvão y Portalegre, con una segunda
línea en retaguardia, donde destacan Crato yAlter
195
Sanlúcar de Guadiana desde Alcoutim
do Chão. Al sur, Alburquerque, Badajoz y Alconchel, frente a ese “muro de contención” que
forman fundamentalmente Arronches, Ouguela,
Campo Maior, Elvas (una de las fortificaciones
más completas del mundo), Olivença(entonces de
Portugal), Juromenha… y más abajo Monsaraz,
Mourão y Moura, con retaguardia en Vila Viçosa, Estremoz, Évora y Montemor-o-Novo, casi
todas con la “doble presencia”: medieval y moderna.
Detalle de la fortificación abaluartada de Badajoz
196
Líneas de invasión y herencia monumental marcadas en plano del francés
Nicolás de Fer, de 1703, donde remarca las principales fortificaciones rayanas
197
59
IV Jornadas de Valorización del Patrimonio Fortificado de La Raya
Conocer y valorar
el patrimonio
fortiicado de
La Raya
Una vieja aspiración que no acaba de cuajar en
el éxito definitivo es la de lograr para las fortificaciones de la Raya Hispano-Portuguesas
la calificación de Patrimonio Mundial. Bien lo
merecen, por ser un patrimonio que representa una
de las etapas más significativas de la Historia de la
Humanidad: la de las luchas de la Edad Moderna
entre las que eran de las primeras potencias mundiales del momento; por su monumentalidad bien
preservada en buen número de poblaciones; por el
198
O PELOURINHO Nº 16: I JORNADAS DE
FORTIFICACIONES ABALUARTADAS
O PELOURINHO Nº 17. II JORNADAS DE
FORTIFICACIONES ABALUARTADAS
“encaje” como botón y ojal de muchas de ellas en
un lado y otro de la Raya, y por el alarde científico
e ingenio técnico que desplegaron en ellas los más
afamados ingenieros militares que las trabajaron,
procedentes de Italia, Francia, Países Bajos… y los
propios.
De ahí, el empeño en que nos hemos ido envolviendo, tratando de estudiar y divulgar un patrimonio de semejante valor. Así, tras haber celebrado
las I Jornadas sobre Valorización del Patrimonio Abaluartado de la Raya Transfronteriza en
Badajoz, los días 19 y 20 de octubre de 2012, se desarrollaron las II Jornadas en Castelo de Vide el
17 y 18 de mayo de 2013, a las que siguieron las III
Jornadas en Castro Marim durante los días 26 y
27 de septiembre de 2014, y las IV Jornadas corresponden a Chaves en el 25 y 26 de abril de 2015.
En las I Jornadas tratamos fundamentalmente el espacio abaluartado de Badajoz, Elvas y Campo Maior, además de una introducción general a la valoración del conjunto rayano luso-español, presentándose seis ponencias, y
199
Con las ponencias de las III Jornadas
O PELOURINHO Nº 18. III JORNADAS DE
FORTIFICACIONES ABALUARTADAS
O PELOURINHO Nº 19: IV JORNADAS DE
FORTIFICACIONES ABALUARTADAS
publicándose en la Revista O PELOURINHO, nº 16
(2012), de la Diputación de Badajoz, cuya Imprenta
Provincial ha sido y es el apoyo decisivo de estas
actuaciones.
En las II Jornadas abordamos esencialmente otro espacio extremeño-alentejano: Castelo
de Vide, Marvão, Alcántara, Valencia de Alcántara y Brozas, además de algunos aspectos
de la fortificación de Olivenza y una ponen-
cia general sobre el maltrato en el patrimonio
monumental de nuestro entorno. En total, cinco
ponencias, publicándose en O PELOURINHO, nº 17
(2013).
En las III Jornadas estudiamos sobre todo
el espacio del sur extremeño-alentejano y el
ámbito fronterizo andaluz-algarvío. Así: de
Monsaraz a Mértola, el suroeste de Badajoz,
todo el Algarve y el oeste andaluz, con especial
200
Carteles anunciadores de las I, II y III Jornadas
Nada mejor que -tras la consecución del título
de Patrimonio de la Humanidad por parte de Elvas
en 2012- todos estos elementos monumentales de la
Raya puedan obtener este preciado y merecido galardón de la UNESCO. En estas Jornadas quedan
suficientemente demostrados sus méritos.
profundización en el patrimonio de Castro Marim, Sanlúcar de Guadiana y Ayamonte, además de una ponencia sobre la conformación,
evolución y valoración actual de las principales
fortificaciones de toda la Raya/Raia. Diez ponencias, publicadas en O PELOURINHO, nº 18 (2014).
En Chaves -plaza esencial y que mantiene un
patrimonio abaluartado admirable-, situada al este
de la Raya norteña (Galicia/Minho/Tras-os-Montes)
y al norte de la Raya entre Castilla y las Beira, se
completó el estudio, en las IV Jornadas, abordando fundamentalmente la franja septentrional de la Raya: Vila Nova de Cerveira, Valença
do Minho, Monção y Chaves, además de Porto
al oeste y Almeida, San Felices de los Gallegos,
Fuerte de la Concepción y Ciudad Rodrigo, al
este. Se completa el estudio con una aportación
sobre la línea de incursión Madrid-Lisboa, los
ingenieros militares en la Raya en la década
de 1660 y la presentación de pormenores sobre
el Atlas de Lorenzo Possi (1687).
Plazas y actuaciones que son en su conjunto, e
incluso una a una, auténticos “tesoros de la Raya”,
de extraordinaria potencia artística, cultural, turística, válidas para especialistas y para el público en
general.
201
60
Portada del libro “El Atlas de Lorenzo Possi”
Volver la vista atrás
con el atlas de
Lorenzo Possi
gación y amenidad en la exposición, constituyendo
un tesoro documental y cartográfico de la Raya.
Tenemos sobradas muestras de ello en obras
como Planos, Guerra y Frontera. La Raya LusoExtremeña en el Archivo Militar de Estocolmo y enCorograhía y descripción del territorio de la plaza
de Badajox y fronteras del reyno de Portugal confinantes a ella, ambas del 2003. En Imágenes de un
Imperio perdido. El Atlas del marqués de Heliche,
de 2004. En Cartografía de un espacio en Guerra.
Extremadura 1808-1812, de 2008.
El equipo formado por Carlos Sánchez Rubio, Rocío Sánchez Rubio e Isabel Testón Núñez nos tiene
acostumbrados a disfrutar de sus trabajos llenos de
sorpresa en los descubrimientos, rigor en la investi-
202
Filigrana papelera
Índice del Atlas
Y ahora nos sorprenden con esta obra monumental editada por “4 Gatos” y patrocinada
por la Fundación Caja Badajoz en gran formato, con 280 páginas: El Atlas Medici de Lorenzo Possi, 1687. “Piante d’Estremadura, e di Catalogna”, exhaustiva, ejemplar, que profundiza en
la vida y obra de un ingeniero militar italiano al
servicio de la Monarquía Hispánica en los tiempos
difíciles de las sublevaciones de Portugal y Cataluña en la segunda mitad del siglo XVII.
El volumen, tras una presentación del Presidente de la Fundación Caja Badajoz, Francisco Manuel García Peña, y prólogo del catedrático de la
UEX Miguel Ángel Melón Jiménez, se divide en
diez capítulos, dedicados seis de ellos a la justificación e investigación de los autores del trabajo, uno
a la descripción del Atlas de Lorenzo Possi, más
otros tantos a la transcripción de las leyendas de
los mapas y planos, bibliografía e índice onomásti-
co. Entre los seis primeros y los cuatro restantes,
nos ofrecen copia fiel del propio Atlas de Lorenzo Possi.
Este magnífico Atlas se compone de un mapa general de Extremadura y la zona portuguesa limítrofe, otro de Cataluña, uno más del Rosellón
y otro de la frontera catalano-pirenaica; ocho
planos de fortificaciones extremeñas(Badajoz en
planta y vista, más Olivenza, entonces portuguesa), trece portuguesas (la mayoría alentejanas,
con Évora y Vila Viçosa en planta y vista), dieciséis catalanas (seis de ellas con versión de planta
y vista), dos del Rosellón, una de Cartagena,
otra de Orán y otra de Melilla. Lugares todos
ellos donde intervendría el ingeniero.
Y con ser una joya el Atlas en sí, el profundo
trabajo del equipo investigador resulta extraordinario. A lo largo de los seis capítulos iniciales
van desgranando la vida y obra de Lorenzo
203
Portada del Atlas
Possi (que han rastreado en diversos archivos consultando memoriales, cartas, planos, etc., al tiempo
que consultado a gran número de especialistas de
diversas nacionalidades), aclarándonos los pormenores de sus métodos de trabajo, las incidencias de
su agitada vida, la relación con otros ingenieros
militares (en especial Ventura de Tarragona, Marco
Alessandro del Borro, Jerónimo Rinaldi, Juan Bautista Ruggero, Ambrosio Borsano y Esteban Matteini), su colaboración e intercomunicación, así como
el servicio que todos ellos prestaron a la Corona
Hispánica en los tremendos años de las guerras sucesivas al oeste (Portugal) y noreste de su frontera
(Francia especialmente).
No solo estamos ante una obra que nos descubre y desentraña un Atlas inédito, desconocido hasta ahora, sino que bucea en diversos archivos,
principalmente de Alemania, Austria, España
y Portugal, para establecer comparaciones con
otros documentos, mapas, atlas de la época y posteriores, despejando dudas sobre autorías de planos
dudosamente datados y atribuidos hasta la fecha,
sirviéndose de métodos rigurosos y algunos novedosos, como el de las “filigranas papeleras”,
que nos explican con soltura didáctica.
La obra en sí es una joya -tesoro de la Rayade alto valor bibliográfico y documental. Un hito
en el conocimiento del trabajo de los ingenieros
militares de la segunda mitad del siglo XVII. Un
descubrimiento con respecto a un autor hasta ahora prácticamente ignorado. Y al mismo tiempo, un
ejemplo de metodología en la investigación y en la
presentación al gran público de lo investigado.
204
Badajoz en el Atlas de Lorenzo Possi
Vila Viçosa. Vista de Lorenzo Possi
205
61
Una entrada “de cuentos”
Redondo y sus
fantasiosas ruas
loridas
Cuando vas acercándote a Redondo -desde
Alandroal o Vila Viçosa al este, o Évora al oeste- ya ves en lo alto los restos de su castillo
medieval, su torre del homenaje, que te guía hasta la base del promontorio en que se enclava.
La construcción del castillo tiene sus inicios en el reinado de D. Dinis, por el año 1319,
aunque algunos investigadores discuten la fecha
y la sitúan algunos años más tarde. El reducto
es de modestas dimensiones, de planta ovalada,
recorrido de suroeste a noreste por la Rua do
Castelo, muy armoniosa y con varias puertas
de casas enmarcadas por arcos góticos; a ella
entramos por la Puerta del Sol (o del Postigo, que
tiene al medio) en el ángulo poniente y salimos
por la Puerta de Ravessa (localismo que significa
“del promontorio”, “del montículo”) en el ángulo
naciente. Al norte y al sur del trazado, quedan
dos airosos torreones con amplia vista al territorio
circundante.
Portada gótica en la Rua do Castelo
En este pequeño espacio medieval destaca, en medio de su hermoso caserío, una interesante “olaría” (taller alfarero: el concelho tiene los más
afamados talleres “de barro” de la región, y en el
cercano Convento de Santo António da Piedade
hay un Museo monográfico sobre esta artesanía) y
una sorprendente Enoteca -local donde se sirve
vino con pan alentejano, queso, embutidos y jamón
de la zona-, instalada en un antiguo granero
público del siglo XVII, admirablemente restaurado.
Una vez recorrido este recinto, merece bajar por
su caserío, de fachadas impolutas, blancas ribeteadas de añil, desde la inmediata Praça de D. Dinis (en la que se encuentra la Igreja Matriz, barroca,
206
Rua florida
Enoteca de Redondo
de finales del siglo XVI) hasta la Praça da República, en que se alza el monumental Palacio Municipal,
y muy cerca el Museo Regional del Vino: no en
vano Redondo es uno de los enclaves más apreciados del reputado vino alentejano.
Tiendas de artesanía, restaurantes de cartas
y ambientación regionales, placitas, trama urbana de trazo rectilíneo, aunque tendiendo a embolsarse hacia el sur, hacia esta Praça da República,
diáfana, hermosa y amplia, jalonan el recorrido
Y a cada dos años, en los impares, como
ocurre ahora del día 1 al 9 de agosto, se desarrolla en este espacio y sus alrededores la
fiesta de las “Ruas Floridas”, que ahora cumple
su XIV edición.
Más de quince toneladas de papel y más de
noventa toneladas de madera y varias también
de cola de pegar fueron utilizadas para engalanar cuarenta y una calles, en un trabajo realizado
por la propia población, con una dedicación voluntarista admirable.
nacionales: Sardinas Portuguesas, o de otras partes
del mundo: Patio Sevillano, motivos de Marruecos,
así como recreación de cuentos, leyendas, tradiciones, oficios, costumbres, vestimentas, paisajes, etc.
Toda una explosión de luces, colores, formas, en
que el papel, el cartón, la madera, sabiamente combinados, ensamblados, pegados, obran el milagro de
trasladarnos desde un mundo fantástico a una
realidad interpretada con acierto, cubriendo
suelos, paredes, elevándose por encima de nuestras
cabezas, cubriendo fachadas, calles, plazas…
Espectáculo de fados en la Plaza de D. Dinis
Completan el variado espectáculo vital continuas actuaciones musicales y la oferta variada
de bares, restaurantes, parrilladas al aire libre,
muestras de artesanía, con que atraer a un público
que trasciende cada vez más lo local y regional, para
adquirir importancia nacional y transfronteriza.
¡Magnífica explosión de luz y de color en
una población cuyo patrimonio urbano ya de
por sí es un atractivo suficiente! Buen lugar
para disfrutar de algo ciertamente original, que
tiene otra versión, otra prueba de imaginación y
calidad en un punto cercano: las Festa do Povo de
Campo Maior, cuya periodicidad la decide el propio
pueblo campomaiorense, y a la que deberemos prestar la atención que se merece.
Motivo central florido
Cada una de las calles recrea un motivo diferente, que van desde los más locales: Tapetes de
Arraiolos, a los regionales: el Plato Alentejano, los
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62
Acceso al Casco Antiguo desde la Casa de la Cultura
Festas Do Povo de
Campo Maior, el arte
del papel
y otros elementos auxiliares, en una explosión
multicolor, recreando todas las flores que podamos
imaginar, en guirnaldas, ramilletes, cadenas, ramajes exuberantes, que trepan verticales a los lados
de las calles y cubren el espacio superior formando
arquitrabes y arcos espectaculares.
Alrededor de un centenar son las calles
-fundamentalmente del Casco Histórico- que
se engalanan, siendo un empeño colectivo de los
propios vecinos, que emplean varios meses en una
labor mantenida en secreto dentro de sus casas,
patios, corrales, corralones, para ofrecer la sorpresa
la noche anterior a su inauguración. La noche que
llaman de “enramação”.
Si a principios de agosto, cada dos años, gozamos
del espectáculo de las “Ruas Floridas de Redondo” -en que una cuarentena de calles es decorada
con flores de papel y figuras representando oficios,
costumbres, tradiciones, cuentos, leyendas, etc.,
tanto cercanas como de cualquier parte del mundo-,
a principios de septiembre, sin periodicidad fija
sino cuando el pueblo así lo decide, hemos sido
sorprendidos una y otra vez por el espectáculo
de las “Festas do Povo de Campo Maior”. En
2015, para esquivar las inclemencias imprevistas
del tiempo, que en ese mes se suelen dar a causa de
imprevisibles tormentas, le ha tocado a los días
finales de agosto ser la fecha de este festejo
singular.
Así, del 22 al 30 de agosto se celebra el espectáculo florido y milagroso de estas “Festas do Povo”,
donde la magia de unas manos, acostumbradas
por la tradición de casi siglo y medio, transforman el papel de seda, cartulinas, cartones
Vista entre guirnaldas de flores de la Igreja de S. João
208
Entrada a calle florida
Esta labor grupal, por calles, y colectiva, de todo
un pueblo, se ha visto compensada por la admiración de un número cada vez mayor de visitantes. En la anterior edición se cifró en un millón
de personas, que es lo que se espera para este 2015.
Proceden la mayoría de la región de Alentejo y de
la Extremadura española, aunque la presencia de
otros portugueses y españoles cada vez es más
frecuente, lo que supone además un impulso económico importante para la localidad y las del entorno,
en cuanto a ocupación hotelera, restaurantes, negocios en tiendas de artesanía, productos agro-ganaderos de la zona, etc., y una oportunidad para dar
a conocer la oferta patrimonial, artística, monumental, ecológica y gastronómica de la zona.
Así, las “Festas do Povo”, que van a ser candidatas, merecidamente, a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, se convierten no solo en
una muestra del arte popular de calidad, de la inventiva de un pueblo creativo e inspirado, sino en
una palanca de promoción de una tierra llena de
potencialidades que bien merece ser conocida, reconocida, valorada, visitada y marcada como punto
turístico y cultural de primera línea en el entorno
rayano luso-español.
Tesoro de la Raya que entre esta explosión
de formas y colores, filigranas, entrelazados
floridos, nos invita a la visita reposada para
gozar de su otro Patrimonio Material, que ha de
serlo también de la Humanidad: fortificaciones,
iglesias, conventos, palacios, caserío inalterado, urbanismo medieval bien preservado en su zona central y expansiones abiertas, ajardinadas con buen
gusto, en sus alrededores.
Detalle florido
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63
Buche da Raia-Raya
Comer con buche
en la Raya
cido, sin otro aditamento, puesto en la olla tras quitar
la piel envolvente, hasta que se reblandece.
Una comida tan rotunda, propia de campesinos
que gastan abundantes energías en el duro trabajo
de las faenas agro-ganaderas, ligada a las matanzas
familiares de esos tiempos que ya se nos escapan,
exige buen estómago y ganas de hacer ejercicio para
librar después las calorías acumuladas; al menos un
largo paseo que nos libere en parte del colesterol…
En esta Raia/Raya nuestra, tan sabia en tantas
cosas, y especialmente en materia culinaria, suele precederse la ingesta del buche con unas
entradas de queso (¡qué maravilla los pequeños
queijos alentejanos o los algo mayores extremeños,
de oveja merina, bien curados!) y aceitunas rajadas o machadas. Los bocados de carne se “suavizan” con alguna verdura que refresque la garganta,
preferiblemente lechuga/alfase rizada, preparada con aceite, vinagre y sal.
Cuando se acercan los Carnavales, se come
en muchos pueblos de la Raia/Raya luso-española, el “buche”. Un tesoro culinario que “serpentea” por la frontera y que, alejándonos de ella,
pocos conocen.
Es una mezcla de costillas, orejas, lengua, rabo,
tripas… de cerdo, que -condimentada con pimentón
rojo- se introduce en el propio buche del animal
sacrificado. Bien atada la tripa, se pone a secar
durante unos días.
Hay muchas formas de preparar este suculento, nutritivo y bastante potente manjar. Muchos
lo prefieren con coles, otros con sopa de pan espeso, o
con garbanzos…, pero a mí me gusta simplemente co-
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Buche preparado para comer
Todo lo anterior se degusta mejor con un buen
pan espeso, rústico, de pueblo, hecho en horno
de leña, a la manera antigua, con una miga bien
compacta y corteza resistente. Ese pan que se hacía
en los hornos familiares o comunales para toda la
semana e impregnaba de aroma al pueblo entero.
Para acabar, unos dulces de la tierra, donde
no falte en su composición la almendra, el huevo, harina de trigo, azúcar, y -a poder ser- unas
ameixas/ciruelas pasas acompañando el biscoito/
bizcocho.
un café cargado -uma bica- o una infusión de
hierbas, um chá (yo lo prefiero de limón/limão).
Es curioso que este tesoro rayano, el buche (“Botillo” lo llaman en el Bierzo) sea tan poco conocido a
media que te apartas de la zona fronteriza. Y siempre resulta un agradable hallazgo para aquellos que
tienen la suerte de descubrir este pequeño secreto
campesino que en el territorio luso-español, tan herido de luchas y de confrontaciones, supuso un punto
de unión que bien merecería ser conmemorado
con fiestas populares y de hermanamiento.
Comer con buche. Convivencia alrededor de
un buche, con amigos, vecinos, compañeros,
festejando la vida sencilla y tan rica del territorio compartido en la frontera.
Buche y sus complementos en la comida tradicional de la Raya
Todo ello, claro, hay que “regarlo”. Los vinos
tintos contribuyen a que se “aclare” la garganta. Y
para “deshacer” esa especie de bomba a que el buche se parece, aguardiente/bagaço compartido con
Botillo (buche) del Bierzo
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Puerto deportivo Isla de la Ceniza, Cheles
Comer en el puerto
deportivo “Isla de la
Ceniza”
gusto. De cocina deliciosa y en forma alguna dadas
al “saqueo” de incautos “que pasaban por allí”. O sea,
lugares donde merece hacer parada y fonda, desde lo
alto de Galicia/Minho, a lo meridional de Andalucía/
Algarve, pasando por Castilla-León/Tras os Montes/
Beiras y, desde luego, Alentejo/Extremadura.
De esta última “pareja” donde tantos tesoros artísticos monumentales, paisajísticos, urbanos y humanos hemos ido viendo a lo largo del blog que nos
ocupa, y de donde he ido sugiriendo lugares singulares donde pararse a reponer fuerzas con una
comida memorable, quisiera traer ahora otro lugar
más a destacar.
Hablo de un chiringuito (así se hace llamar) de
larga tradición. Cambió de lugar, alejándose de la
orilla del río hacia un cercano lugar algo más alto
He sugerido muchas veces restaurantes y chiringuitos de la Raia/Raya, como lugares deliciosos para saborear una comida sencilla, de aquellas
que nos recuerdan nuestra niñez de escaseces pero
de exuberante imaginación, que hacía milagros con
los pocos recursos al alcance de la mano.
En cualquier pueblo de nuestra frontera, que ahora nos une tanto como antes nos separaba, encontramos deliciosos lugares, llenos de candor y buen
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Orilla de Alqueva en Cheles
a causa de la crecida de las aguas, cuando se construyó el embalse de Alqueva, y regentando por los
herederos del que tenía el primitivo: el “Chiringuito Pijín”, en el Puerto Deportivo “Isla de la
Ceniza”, enfrente precisamente de esta isla, dividida longitudinalmente por la frontera luso-española.
Desde su comedor vemos las aguas generosas
embalsadas, formando una masa espectacular navegable, con oleaje de ría, e incluso de mar cuando
sopla el viento con alguna fuerza.
Si hace calor, su amplia terraza nos permite
recibir el frescor de la brisa de este mar interior, y
si -como ahora aún en invierno- el frío nos obliga
a recogernos dentro, tendremos el auxilio más que
reparador de un brasero de picón que da gusto
mover con la badila como en los tiempos de niñez.
Azulejo indicador del Puerto Deportivo de Cheles
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Brasero de picón en el Chiringuito Pijín
¿Qué comer en este escenario de paz reparadora?
La carta -comedida en el precio- se ofrece tentadora: panceta, pestorejo, pinchos morunos, carne
de cerdo y de ternera preparada en formas
variadas, lomo, jamón, queso, embutidos… ensaladas, sepias, calamares…, tortillas y huevos
fritos de campo… y, sobre todo, su barbo frito,
cogido por los propietarios allí mismo, en el río,
magníficamente preparado, presentado entero pero
con incisiones de poca separación entre sí que evitan el peligro y engorro de sus múltiples espinas.
El café, servido con enorme cafetera en cantidad
a gusto del cliente, es tan sabroso como las “bicas”
portuguesas. Y los postres caseros. Todo, servido
con la tranquilidad y simpatía del que sabe hacer
más que por aprendizaje académico por sabiduría
heredada de sus antecesores.
Todo un placer no solo gastronómico sino vital en general. Reparador por las hermosas vistas
del embalse y su remanso. Las lomas de los montes
de este enclave pizarroso de Cheles, extremeño
y un poco portugués, entrañable, acogedor y amigable siempre para todos.
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Barbos, tortilla y pestorejo
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Tren Badajoz-Elvas
El tren Badajoz-Elvas
por el viejo campo de
batalla
¿Qué transporta ese tren -que ilumina el sol de
la mañana- por esa vía tan olvidada que nos lleva
desde España a Portugal, más brevemente: de Badajoz a Elvas?
Cada día, oímos su silbido y su traquetear desde
que sale de la estación, a un par de kilómetros de
distancia desde donde vamos internándonos a Portugal, en ese triángulo que forman Badajoz-Elvas-Campo Maior. Muy lentamente, se aproxima arrastrando vagones como si fuera un regueiro de formigas.
Nos da tiempo de verlo pausadamente en la explanada que un día se ensangrentó (Batalla
de la Gudiña, o de Caia, de 7 de mayo de 1709,
durante la Guerra de Sucesión a la Corona española; entre dieciocho y veinte mil contrincantes por
cada lado) con unos dos mil muertos y otros
tantos heridos, fundamentalmente portugueses y
españoles, más sus respectivos aliados ingleses y
franceses.
Ahora, en el otoño, acaban de recoger el maíz
y el campo espera nueva siembra. Es una tierra
fértil, que se riega generosamente con el agua
abundante del Barragem do Caia. Ese cañaveral
junto al vagón de cola delata la humedad; como el
herbazal de la parte inferior, por donde discurre
una acequia que siempre lleva agua.
Bajorrelieve Marqués de Bay en la Parroquia de San Agustín (Badajoz)
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Batalla de la Gudiña. Nicolau de Fer, 1709
Es también zona de espárragos, romazas, cardillos, cardos, ajos
porros, verdolaga, mora silvestre, hinojo…; liebres, palomas, tórtolas,
garzas, patos, garcillas, mirlos, grajos, toda clase de pájaros… Y de
salidas y puestas de sol extraordinarias, que doran la planicie. ¡Qué
humilde, sencillo y envidiable Tesoro de la Raya!
¿Cómo lo verían los batallones enfrentados que forrajeaban por allí
(los anglo-portugueses, comandados por el Marqués de Fronteira y
el Conde de Galway; los españoles, gobernados por el Marqués de
Bay), disputándose el terreno hace más de trescientos años?
El tren nos da una imagen de paz; sereno, pausado, puntual
y tranquilo. Solitario. Iluminado en su costado. Rompiendo con
su trajín el silencio de la mañana, que luego irá poblándose con el
faenar de las aves y de la maquinaria que de continuo cambia el
contenido agrario del paisaje.
Acequia y vía del tren Badajoz/Elvas
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