Oclusivas aspiradas, celtas y lusitanos
Juan Luis García Alonso
Universidad de Salamanca
Hemos venido llamando “lusitano” a lo largo de los últimos años a una
lengua prerromana que encontramos en un grupo reducido de inscripciones
de la región atribuida en las fuentes antiguas al pueblo de este nombre, en el
centro-sur del Portugal interior y por las tierras españolas limítrofes, en
Extremadura. Se trata de las inscripciones de Cabeço das Fraguas, en la zona
de Guarda, Lamas de Moledo (tres), cerca de Viseu, Arroyo de la Luz, en
Cáceres, y la recientemente descubierta (A. Carneiro et alii 2008; Prósper y
Villar 2009) de Arronches (Portalegre). De modo indirecto y con margen a la
discusión podemos relacionar con esta lengua un importante número de teónimos, topónimos y antropónimos que muestran concomitancias fonéticas o
morfológicas con la lengua de esas inscripciones (Untermann 1992), y que
parece extender el área en la que se habría hablado el lusitano hasta Galicia,
englobando quizá otras tierras del occidente peninsular, al oeste de una línea
que iría de Oviedo a Mérida, y, desde aquí, de este a oeste hasta el Atlántico.
Por supuesto, esto no excluye, en modo alguno, que dentro de esta región occidental se hablase otra u otras lenguas, célticas o no (García Alonso 2009).
A la hora de clasificar esta lengua, el estudioso pronto descubre que se
trata de una lengua indoeuropea. Hasta aquí el acuerdo es general. Pero afinar
más se ha mostrado más complicado y ha supuesto una división de opiniones
entre los que, de modo ampliamente mayoritario, creen que el lusitano es
representante de una familia exclusiva dentro del indoeuropeo (con importantes isoglosas con las lenguas itálicas según Prósper 2002) y aquellos, que,
siguiendo el magisterio de J. Untermann, creen que el lusitano pertenece al
grupo lingüístico céltico. Frente al lusitano y su puñado de breves textos, el
grupo céltico de lenguas de la Europa occidental es un peso pesado. La gran
mayoría de los europeos occidentales hablaban lenguas de esta familia en la
época en la que los romanos penetraban en la Península Ibérica. Céltica era
el habla de los celtíberos, en la propia Hispania, con una epigrafía indígena
mucho más rica que la lusitana. Céltico era el lepóntico del norte de Italia.
Céltico el galo. Célticas eran las lenguas habladas por, al menos, una aplastante mayoría de los habitantes de las islas que hoy llamamos Británicas1.
Célticos eran muy probablemente las lenguas y dialectos de los habitantes de
los Países Bajos, y de lo que hoy es Alemania (al menos en sus dos tercios
1
Dejando a un lado seguramente a los pictos en la norteña Escocia (Jackson 1955 o Forsythe
1997) y quién sabe si algún otro reducto en Irlanda (Mac Eoin 2007, De Bernardo 2007,
García Alonso 2010) o algún otro rincón.
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meridionales), Suiza, Austria, y seguramente de tierras más al este y al norte.
No es fácil, por supuesto, dibujar un límite preciso, pero parece perfectamente verosímil que en los Balcanes, llegando a las orillas del Mar Negro,
vivieran en algún momento grupos más o menos aislados de hablantes de
lenguas célticas (Falileyev 2007 y 2008).
En lo que se refiere a la Península Ibérica y a las regiones ágrafas del
centro, norte y noroeste, nos encontramos ante la necesidad de establecer
las fronteras, los límites de la expansión de las dos lenguas prerromanas de
raigambre indoeuropea atestiguadas por la epigrafía indígena (celtibérico y
lusitano), sin excluir algún bilingüismo en algún lugar (García Alonso 2009).
La lengua lusitana la conocemos mucho peor que la celtibérica. Las
inscripciones son mucho más escasas. Escritas en alfabeto latino, proceden
del corto espacio de tiempo transcurrido entre la llegada de los romanos y
la propia extinción de la lengua. La brevedad misma de los textos hace que
cada palabra, cada rasgo fonético, morfológico o sintáctico adquiera un valor
extraordinario en lo referente a la clasificación lingüística del lusitano. Por
ello las discusiones se repiten en torno a tres o cuatro argumentos2, siendo la
presencia en estas inscripciones de -p-, inicial ante vocal e intervocálica, uno
de los más tenidos en cuenta por su relevancia, dado que en todas las lenguas
célticas conocidas hasta la posible consideración como tal del lusitano la
oclusiva bilabial sorda ha desaparecido en esos contextos. Pero en este trabajo no vamos a discutir más de ese asunto (cf. García Alonso 2009).
Uno de los rasgos que más han llamado la atención de la lengua lusitana desde el punto de vista fonético-histórico es el referido al tratamiento
de las oclusivas sonoras aspiradas del indoeuropeo. La gran mayoría de
las lenguas de la familia las han tratado como simples oclusivas sonoras.
Es decir, han perdido la aspiración, simplemente. En cambio, tenemos un
tratamiento minoritario, y en ese sentido anómalo, en el griego, en las lenguas itálicas y quizá en lusitano. El griego nos muestra, sistemáticamente,
una consonante aspirada, pero sorda (que evoluciona a lo largo de la época
antigua a fricativa sorda), frente, por ejemplo, al indio antiguo que mantiene
la oclusiva aspirada con el mismo grado de sonoridad que se atribuye a la
lengua madre. En esto el griego se separa, pues, del grupo indoiranio y se
acerca algo, como veremos enseguida, al itálico, una coincidencia dialectal
poco habitual.
Las lenguas célticas por su parte muestran un tratamiento frecuente en
las lenguas indoeuropeas y mayoritario entre las occidentales: las sonoras
aspiradas del indoeuropeo (bh, dh, gh, gwh) han perdido la aspiración y aparecen como sonoras simples (b, d, g). De este modo la serie de oclusivas
2
Vid. Schmoll 1959; Schmidt 1985; Anderson 1985; Untermann 1987; Gorrochotegui 1987 y
1997; Búa 1997 y 2000; Prósper 2002, 2004 y 2008b; Guerra 2005 y 2007.
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sonoras simples heredadas (b, d, g, gw) se confunde casi completamente con
las aspiradas correspondientes, salvo por el detalle de que la labiovelar sonora
simple tiene un tratamiento labial (b) mientras que la labiovelar sonora aspirada se convierte en velar sonora simple (g).
Parece claro que evitar precisamente esta confusión de las dos series es
el estímulo inicial que puso en marcha la rotación consonántica de las lenguas
germánicas. La pérdida de la aspiración de la serie sonora aspirada terminaría
impulsando el ensordecimiento de las antiguas sonoras simples, y la posterior
fricativización de las antiguas sordas. Un proceso que siguió con una vuelta
más en partes del germánico centro-meridional, como en el alemán moderno3.
Las lenguas itálicas muestran alguna coincidencia remota con el griego, como decía, en el sentido de mostrar también, en algún caso, resultados
sordos. Pero el parecido en el detalle no es muy grande. Así, el latín (al igual
que el resto de lenguas itálicas4) muestra un tratamiento bien complejo, con
varios resultados distintos según los contextos:
1. bh aparece como f en posición inicial y como b en posición medial:
fui, ama-bam. El osco-umbro muestra siempre f. El griego .
2. dh aparece, en posición inicial, como f (sin duda por confusión
secundaria de þ con f): facio, griego ; como d en posición
medial: sacerdos, y como b tras u, l o en contacto con r: ruber frente
a osco rufus, griego , sánscrito rudhiraḥ.
3. gh aparece como g si está seguida de consonante o w (gratus), y
como h en el resto de contextos (hiare). El griego muestra .
4. gwh aparece como f en posición inicial5 (Sánscrito gharmáḥ, griego
, latín formus), como gu tras n (ninguit), como w en posición
intervocálica (niuis) o como g ante consonante (ni-g-s > nix).
Por si el panorama fuera poco complicado, no todas las lenguas del grupo itálico que conocemos muestran los mismos resultados. Dobletes como
Si *bh evoluciona a b (cf. inglés brother y griego ), un modo de evitar la confusión
con la antigua *b es que ésta pase a p (cf. inglés warp, latín verber). Pero entonces, para evitar
que ésta p nueva se confunda con la antigua, la antigua *p pasa a fricativa sorda, f (cf. inglés
foot, frente al griego ). El proceso de la llamada Ley de Grimm es igual con las dentales
(dh → d → t → θ), las guturales (gh → g → k → x) y las labiovelares (gʷʰ → gʷ → kʷ →
xʷ). Vid. ahora Plotkin 2008 y Ringe 2008.
4
Que no siempre coinciden entre sí en el detalle. El grupo osco-umbro es parece más proclive
que el latín al tratamiento con fricativa sorda. Vid. ahora Smith (2004) sobre el sistema
fonológico de las lenguas itálicas.
5
Salvo las peculiaridades del grupo eolio, que no conoce el tratamiento dental, el griego
resuelve las antiguas labiovelares (no sólo las aspiradas) en un peculiar cuadro de resultados
velares, dentales y labiales de distribución justificada por el contexto.
3
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161
ruber / rufus nos permiten ver que lenguas itálicas distintas del latín tienen
tratamientos distintos a los de éste, tendiendo, en general, a favorecer la fricativa sorda más de lo que lo hace la lengua de Roma.
Así, de modo poco sorprendente, la aparición de la grafía f en inscripciones del occidente de la Península Ibérica en una lengua indoeuropea de
filiación discutida pronto llamó la atención de los investigadores. Porque si
la etimología de esas palabras mostrase sonoras aspiradas indoeuropeas ello
podría alejar a la lengua de las inscripciones del grupo céltico y acercarla al
grupo itálico6. Aunque una coincidencia total o parcial con este grupo, en sí
misma, no implicaría por sí sola una clasificación dialectal con él, la escasez
de tratamientos “a la itálica” en el panorama europeo nos haría ver en esto
un indicio verdaderamente importante. Más clara, sin duda, es la separación
de lo céltico, pues en este punto las lenguas célticas son más homogéneas, de
modo que el tratamiento de toda la serie se puede atribuir al protocéltico. No
sería pues aceptable que una lengua de la familia mostrara en este punto un
tratamiento divergente. Al igual que no aceptamos como “griego” vocablos
que, en el lugar de las sordas aspiradas del resto de dialectos helenos, muestran consonantes sonoras simples7.
Eso sí, conviene resaltar que la significación de esta grafía es de consideración sólo si determinamos con seguridad una etimología procedente de
una raíz indoeuropea con oclusiva sonora aspirada. Si no es así, carecería
de todo valor probatorio importante.
Lo que me propongo ahora es reevaluar esta cuestión, tras la aparición
de la inscripción de Arronches. ¿Estamos en condiciones de afirmar cuál es el
tratamiento de las oclusivas sonoras aspiradas del indoeuropeo en lusitano?
Es cierto que nos encontramos F y H. Pero, ¿no pueden estas letras de
las inscripciones tener otros orígenes? O, dicho de otro modo, ¿no hay otros
orígenes fonológicos8 que pudieran ayudarnos a explicar la presencia de lo
que suponemos que son fricativas sordas?
Las lenguas célticas insulares de época medieval sufren un proceso
6
Así Prósper (2008b: 61): “Lusitanian shows another feature that separates it from the Celtic
languages and brings it closer to the Italic languages: the evolution of the voiced aspirates into
voiceless spirants”.
7
Éste es el argumento más usado por quienes defienden que el macedonio o ciertos elementos
lingüísticos asociados desde antiguo al macedonio son incompatibles con el griego. Así, de
/*bh/ tenemos Bilippos = gr. Philippos o Berenika = gr. Pherenike; de /*dh/ danos ‘muerte’,
relacionable con gr. thanatos; de /*gh/ gabala = gr. kephale; de /*gwh/ niba = gr. niphe (< ie.
*(s)nigwh-).
8
Una alternativa, por ejemplo, es que esas fricativas sean antiguas oclusivas sonoras
aspiradas indoeuropeas, que, tras perder la aspiración y confundirse en un primer momento
con las antiguas sonoras se han visto modificadas fonéticamente, junto con éstas, de modo
secundario.
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fonético característico, la lenición, que modifica sustancialmente el cuadro
consonántico de sus repertorios fonológicos, heredado del protocéltico. La
rama goidélica, representada por el irlandés antiguo (de donde luego el
medio y más tarde el moderno, con sus dialectos en Irlanda, la isla de Man
y las tierras altas de Escocia), modifica las oclusivas intervocálicas sordas y
sonoras, convirtiéndolas sistemáticamente en fricativas, sordas y sonoras. De
modo casi contemporáneo, la rama britónica, representada por los estadios
medievales más antiguos (y sus descendientes ulteriores) del galés, el córnico
y el bretón modifica las oclusivas de un modo diferente y familiar: las sordas
pasan a sonoras en posición intervocálica9 y las sonoras fricativizan y ocasionalmente desaparecen: galés medio syberw, procedente del latín superbus.
El hecho de que todo el cuadro de cambios se produzca de modo vagamente
contemporáneo10 entre los hablantes de todas estas lenguas, y el que haya
evidentes elementos comunes (como la fonologización del procedimiento y
las implicaciones morfosintácticas de las que hablaremos enseguida) pese a
la diferencia de resultados fonéticos finales entre los dos grupos, lleva a los
expertos a coincidir en que algo había en las oclusivas de las lenguas célticas
previamente a la separación de ambas ramas que terminó conduciendo a este
proceso de lenición sistemática (vid. Matasović 2007).
En líneas generales, en la mayoría de lenguas del mundo, las oclusivas
sordas, por sus mayores dificultades de audibilidad son las que con mayor
intensidad articulatoria son acompañadas en su emisión. Son también las
que, al ser los sonidos más cerrados, más dependientes son de los sonidos
más abiertos (las vocales), que colaboran así para que éstas sean percibidas
(con-sonantes)11 adecuadamente. Así, la posición intervocálica es la ideal
para las oclusivas, y precisamente debido a ello es por lo que de modo bastante frecuente en las lenguas del mundo tienden a relajar su intensidad en
este contexto, al ser ésta acústicamente menos relevante, y así las fortes pasen a lenes. Que las consonantes ‘fuertes’ pasen a ‘suaves’. Esto ayuda a que
las consonantes oclusivas sordas, que son las que tienen la intensidad articulatoria más fuerte, terminen pasando a sonoras o a fricativas, consonantes
de menor intensidad articulatoria (de ahí lenición). Esto ha sucedido, por
ejemplo, en el paso del latín a nuestra propia lengua.
Hay evidencias abundantes en la onomástica indígena de la Hispania
prerromana (más frecuentemente en las regiones occidentales) tanto de la
aparición como sonoras de antiguas sordas intervocálicas como de la desapa9
Pero se convierten en fricativas sordas tras líquidas o cuando están geminadas: galés calch
‘tiza’, de latín calcem, o cath ‘gato’, de latín cattus).
10
Para estar concluido en la 2ª mitad del siglo V según la datación ya tradicional de Jackson
1953: 561.
11
Este es la razón por la que tienden a desaparecer en posición final absoluta.
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rición de antiguas sonoras (especialmente en la serie velar, como en galés),
en un proceso que se ha puesto tradicionalmente en relación con la lenición
céltica (parece particularmente próximo al proceso britónico). Pero los procesos de sonorización de sordas o de eliminación de sonoras en posición
intervocálica son banales y no implican en modo alguno, por sí solos, ningún
tipo de parentesco lingüístico. La peculiaridad importante de la lenición de
las lenguas célticas es que lo que nace como un proceso fonético banal se
convierte, tanto en la celtidad goidélica como en la britónica, en un procedimiento de implicaciones morfosintácticas como una consecuencia secundaria
del salto de la barrera entre palabras por sandhi12. La pérdida altomedieval
de las sílabas finales trasladó la marca de caso, por ejemplo, de la vocal que
constituía su núcleo fónico a la consonante inicial del siguiente vocablo, que
aparecerá con lenición si antiguamente la palabra anterior acababa en vocal,
sin lenición si acababa en consonante, o con mutación nasal si acababa en nasal. Es decir, la lenición pasa de ser meramente fonética a ser morfosintaxis.
Sin que podamos negar que los diferentes procesos paleohispánicos de
fricativización, sonorización o incluso eliminación de oclusivas intervocálicas pudieran remotamente tener algo que ver con los procesos FONÉTICOS
aquí descritos de las lenguas célticas insulares, o, dicho de otro modo, que
alguno de ellos sea un reflejo más, por tratarse de lenguas célticas13, del mismo fondo meramente fónico de la lenición celtomedieval, lo que no podemos
es relacionarlo concretamente con la vertiente morfosintáctica de la lenición
celta insular, pues esto sólo sucederá siglos más tarde, unida a la pérdida de
las sílabas finales y las compensaciones morfológicas que ello origina.
Dicho todo esto, podemos ahora volver los ojos a los textos lusitanos
en que aparecen letras latinas que parecen reflejar sonidos fricativos, y plantearnos qué es lo que pueden tener detrás tanto en el plano fonético como en
el etimológico. Cierto es que, incluso cuando lo que vemos es letras (B, D,
G…) que tomamos como oclusivas, quizá el valor fonético sea en ocasiones
el de fricativas sonoras, para las que el latín no tenía grafías específicas, pero
esto se escapa a nuestro control. B, D, y G también pueden representar, por
cierto, sonorizaciones secundarias de antiguas sordas o simplificaciones “a
la céltica” de antiguas sonoras aspiradas. Pero comencemos por aquellos términos en inscripciones lusitanas que nos muestran letras que nos sugieren a
las claras valores fonéticos fricativos.
12
*oinos brigantinos ‘un rey’, pasa en galés medio a un brenin, mientras que *oina brigantinissa,
pasa a un frenhines, con lenición de la labial inicial, que ha quedado en posición intervocálica
por sandhi. Aunque alguna lengua románica como el sardo conoce la lenición de oclusivas que
quedan en posición inicial al quedar por sandhi entre vocales, lo que no desarrollan son las
consecuencias morfosintácticas conocidas en las célticas.
13
Aunque, repito, las no célticas podían perfectamente experimentarlo de igual modo.
164
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La primera palabra que comentaré es ifadem, que ha ocupado desde el
principio una posición central en relación a esto14. En la inscripción de Cabeço
das Fraguas15, cerca de Guarda, nos encontramos este término, en compañía
de TAVROM, seguramente como adjetivo. La secuencia taurom ifadem se
viene entendiendo desde Tovar como “toro semental”, “toro macho”, vel sim.
Ello descansa en la interpretación del adjetivo como un derivado deverbativo
de la raíz indoeuropea *eibh-, *yebh- ‘futuere’. Si realmente la etimología de
esta palabra es ésta, el tratamiento fonético resultante parece no céltico16 y en
cambio muestra un resultado que nos recuerda los tratamientos itálicos.
Pero, claro, una conclusión de este calibre descansa sobre una hipótesis
bastante discutible, o, dicho de otro modo, no demostrada en modo alguno.
Es decir, afirmar que el lusitano muestra, desde el punto de vista dialectal,
una anomalía incompatible con la celtidad en el tratamiento de las oclusivas
sonoras aspiradas del indoeuropeo sólo lo podríamos hacer si estuviéramos
seguros de la etimología de los términos que nos aparecen con fricativa sorda. Y no lo estamos.
Blanca Prósper (2004: 171-176 y 2008b: 61) propone una explicación
alternativa muy atractiva: *eni-bhat-yo- > en(i)-fatyom ‘luchar, empujar
contra algo o alguien’, apropiado como epíteto de un toro y que recuerda el
verbo galo-latino battuo, de donde español batirse e incluso embatirse en
época medieval referido a jabalíes. Si esta fuera la etimología, la conclusión
sería clara. El rasgo fonético no parecería céltico. Pero tampoco podemos
estar seguros de esta nueva etimología17.
14
Sefio y Fiduenearum también muestran esta grafía, pero no aparecen en inscripciones indígenas en lengua lusitana, sino en inscripciones latinas con nombres propios indígenas. Sefio
(que se leía con alguna dificultad en una inscripción hoy perdida) tiene una etimología
verosímil planteada por Gorrochategui (1987): podría ser un derivado de una forma adjetival
*s(w)e-bho-, que podría estar también en el origen del etnónimo Suebi, con fonética germánica (*bh- > b). En cuanto a Fiduenearum, quizá también proceda etimológicamente de una
forma con *-bh-: *bheidh- o *bheid- (Prósper 2004: 176).
15
La inscripción es una dedicación a diferentes deidades de los tres animales típicos de la
conocida ceremonia de la suovetaurilia. Los animales aparecen en acusativo: oilam, porcom,
taurom, además de comaiam, de significado menos claro (Prósper 2002: 54), siempre que no
califique a porcom.
16
Salvo en el caso de que lo que haya sea *-bh- > *-b-, hasta aquí regular en céltico, y luego
-f-, por una especie de lenición, en absoluto incompatible con la celtidad.
17
En mi opinión los otros rasgos que hacen a Prósper (2008b: 61) rechazar una hipotética celtidad del sintagma TAVROM IFADEM son mucho menos claros. La ausencia de la metátesis en
TAVROM puede ser un mero arcaísmo; la sonorización de la dental en ifadem puede ser perfectamente atribuible también a otras hipotéticas lenguas indoeuropeas occidentales sin que el
hecho de que sea normal en lusitano lo impida; que el paso *yom > *em sea usual en itálico y
en lusitano no implica que sea imposible en un dialecto hispano-céltico occidental. Aparte de
que realmente no sabemos si ifadem viene de *enfatyom, por verosímil que sea la idea.
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165
En la misma inscripción tenemos otras palabras con lo que parecen ser
oclusivas sonoras: Trebopala, Trebarune, Laebo18 y en el propio ifadem, además de en indi, aunque en este caso no es una posición intervocálica e incluso
el latín tendría -d- en el caso de que el origen fuese una dh indoeuropea19.
Trebopala y Trebarune son dos teónimos que parecen además compartir
el primer elemento. Es decir, se trataría de dos nombres propios, con lo que
obtener conclusiones de ellos para referirlos a la lengua en la que está escrita
la inscripción es peligroso: no sabemos si quienes acuñaron los teónimos y
quienes escribieron esta inscripción hablaban la misma lengua. Si no la hablaban, ya no nos sirven estos dos términos en nuestro intento de conocer mejor
el lusitano. Pero también es cierto que despejar así el panorama fonológico
de la lengua de la inscripción tomando sólo parte de lo que vemos (ifadem)
como reflejo de su esencia y rechazando en cambio los supuestos teónimos,
por razonable que parezca, puede resultar algo insatisfactorio, máxime si la
etimología respectiva nos conduce por caminos opuestos.
El elemento teonímico tenía -bh- en indoeuropeo, pues procede de un
*trebh- conocido en céltico, donde da treb-, como vemos en Contrebia, o
en galés moderno cantref (con -f- como resultado fonético secundario, por
lenición, de -b- < *bh-). Pero dado que, en las lenguas itálicas, una oclusiva
labial sonora aspirada podía dar una -b- en posición medial (así al menos en
latín), no es imposible atribuir este resultado a una lengua con resultados, en
este punto, digámoslo así, “a la itálica”. Ahora, si atribuimos un tratamiento
de *-bh- indoeuropea como -b- en posición medial, intervocálica concretamente, a la lengua de la inscripción, nos quedaría por explicar la -f- de
ifadem20.
La solución que parece más fácil es que el elemento treb-o- de los teónimos no sea lusitano, sino céltico. El nombre propio habría sido acuñado
con un elemento léxico foráneo en su seno. Esto explicaría la duplicidad de
tratamiento de la aspirada dentro de la misma inscripción (-b- y -f-)21. Pero
18
Prósper (2004: 176-77) señala más casos en la epigrafía latina del occidente peninsular:
Candeberonio, Celiborcae, Cantibidoniesi, Cantibidone(nsi), (?)Polidebenses.
19
Eso sí, la etimología más verosímil para la propia Prósper (2002: 355-56), *im-dhi (> latín
inde), parece que de, entrada, mostraría una evolución diferente a la que se desprendería de
*enbhatyom > ifadem, Prósper señala (2004: 179) que en este caso la frontera heteromorfemática
ya no era percibible por los hablantes, con lo que no era realmente pseudoinicial, como el
compuesto *en-bhat-yom, supuestamente más reciente.
20
Salvo que la labial no estuviera originalmente en posición intervocálica: como hemos visto
Prósper (2008b: 61), por ejemplo, plantea que quizá ifadem proceda de *enfatyom.
21
Aún existe otra posibilidad. Quizá la realidad fónica sea una fricativa bilabial sonora,
semejante a la que pronunciamos en español moderno en la palabra caballo, por ejemplo.
Esta fricativa es susceptible de reflejarse en letras latinas o con -b-, como si fuese una oclusiva
(como en la ortografía del castellano moderno), o con -f-, como si fuese labiodental sorda
(como hace el galés medieval).
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implicaría algo importante, algo que por otra parte sospechamos (García
Alonso 2009): una convivencia estrecha entre hablantes de celta y hablantes
de lusitano en las regiones occidentales de la Península.
En esta inscripción tenemos, pues, una única fricativa, que aparece en
posición intervocálica: ifadem. Si esta f era -bh- intervocálica también en
indoeuropeo22, el tratamiento no parece compatible con el de Trebopala y
Trebarune, aunque el carácter de teónimos de estos dos términos podría explicar la diferencia: quizá los nombres no se acuñaron en la misma lengua.
En cuanto a la -b- de Laebo, la explicación podría ser igual, pero aquí además
no conocemos la etimología de modo que ni siquiera sabemos si procede
de -bh- indoeuropea. Finalmente, tenemos la d de ifadem. Parece sugerirnos un proceso de sonorización de sorda intervocálica, confirmado por la
lectura TAV(RO?) IFATE (¿IEATE?) de la nueva inscripción de Arronches.
Esta falta de sistematicidad podría ayudarnos a contemplar de otro modo las
aparentes incongruencias en otros lugares. No podemos perder de vista que
sólo tenemos un puñado de breves inscripciones. ¿Podría reforzar esto una
interpretación, por ejemplo, de la f como fricativización de una sonora simple
intervocálica? ¿Podría ser que toda la cuestión de este supuesto elemento
distintivo del lusitano y su tratamiento de las sonoras aspiradas indoeuropeas
descanse en un espejismo? Porque incluso aunque ifadem contenga una bh
indoeuropea (algo que no sabemos), no podemos descartar siquiera que pasara primero a -b- y luego, en posición intervocálica, a -f- en un proceso fonético secundario. Por cierto que igual que el britónico, como vimos más arriba.
La inscripción de Lamas de Moledo, después de su primera línea en
latín, nos muestra una g en angom, un vocablo probablemente procedente
bien de una base *angh-, en un contexto no intervocálico en que las lenguas
itálicas también tienen g, con lo que no nos ayuda en estos momentos, o
bien de una base *anc- (Prósper 2002: 65) con sonorización secundaria de
la sorda. En cuanto a maga, parece que sus cognados célticos (galo magos,
irlandés magh) muestran una oclusiva sonora original. En lo que respecta
a radom (también leído tadom), parece que originalmente tenía una sorda
(Prósper 2002: 65), como porgom. No es extraño en absoluto en la epigrafía
occidental el reflejo con sonoras de sordas etimológicas. En el último caso ni
siquiera en posición intervocálica. Y lo que es más significativo: no hay sistematicidad en el reflejo de ese proceso de sonorización, como vimos antes
con ifadem - ifate.
Caelobrigoi es un étnico aparentemente lusitano formado sobre un topóni22
Hay aún más posibilidades, teóricamente al menos: a) Que no nos encontremos ante -bh-,
sino ante, por ejemplo, -dh- pero tengamos un tratamiento como el de osco rufus (latín ruber);
b) Además de -bh-, también -dh- y gwh- podrían dar f- en posición inicial, y de hecho éste es el
resultado en las lenguas itálicas: latín fui, facio (griego ), formus (griego ).
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mo céltico en -briga. Luego ambas oclusivas sonoras, procedentes de sendas
sonoras aspiradas, son célticas.
Tampoco ofrecen mucho material para este asunto las inscripciones de
Arroyo de la Luz, más allá del término erba (de etimología discutida23, con
una oclusiva no intervocálica), que reaparece en la inscripción de Arronches,
de reciente aparición. Encontramos en esta nueva inscripción (Carneiro et
alii 2008; Prósper y Villar 2009) una presencia sorprendente de letras h, que
renueva la impresión de que algo pasa con las fricativas en lusitano24, y se nos
vuelve a plantear la posibilidad de que sean reflejo de sonoras aspiradas indoeuropeas. El problema es que desconocemos la etimología de esos términos:
1. HARASE: ¿un epíteto del teónimo receptor de la ofrenda de la
oveja y que estaría expresado en la laguna inmediatamente anterior
(Prósper y Villar 2009: 7)?
2. REVE AHARACVI y BANDI HARACVI. Muestran un claro paralelismo. En ambos casos, el nuevo término acompaña a sendos, y bien conocidos,
teónimos en dativo, los destinatarios de las ofrendas. Me parece evidente que
Aharacui y Haracui son dos grafías de lo mismo25. Parece que el escriba ha
tratado de resolver la misma fonética de dos modos diferentes. El problema es
que no sabemos qué hay detrás. Prósper y Villar (2009: 7) señalan que la forma
es “es compatible tanto con una etimología con velar aspirada /gh/ como con
/s/ aspirada.” Pero esto no es más que una presunción basada en que el lusitano
seguramente trataba las sonoras aspiradas indoeuropeas como fricativas sordas. La presunción, que, precisamente, estamos sometiendo a reconsideración.
Significativamente estos autores no proponen una etimología concreta con *-ghindoeuropea. Sí proponen una etimología con *s- inicial: *sorā- de IE *ser‘fluir’. No es preciso insistir en que esto sí es compatible con la celtidad26.
23
Para Prósper y Villar 2009: 6 “ERBAM se deja interpretar con facilidad como procedente
de IE *H1er-b(h)o- ‘pardo’ (cf. IEW, p. 334)”, muy posiblemente, en su opinión, con *-b- y
no *-bh- indoeuropea , con lo que no “puede considerarse diagnóstica de la representación de
aspiradas en lusitano”.
24
No obstante también tenemos el término BROENEIAE, que para Prósper y Villar (2009: 9)
“es difícil de interpretar etimológicamente. Quizá la vinculación más atractiva sea con la forma
alargada *bhr(e)H1-u-, con metátesis *bhr(e)uH1- ‘hervir, borbotar’, etc. (véase Schrijver 1991,
pp. 253-254), de donde *bhre/ouH1-én-yo- > *browén-yo- > *broén-yo-. Cf. ai. bhurváni- ‘agitado, salvaje’, de *bhṛH1u-én-i-, y, tal vez, la diosa latina Fur(r)ina de las aguas subterráneas.
El resultado de la labial puede estar condicionado al contexto o bien proceder de un dialecto,
celta o no, con el resultado /bh/ >/b/”. Es decir, de un nuevo un término, quizá un teónimo, con
fonética compatible con la celtidad, con sonora como resultado de una sonora aspirada indoeuropea, significativamente diferente al nombre de la diosa latina mencionada por ellos.
25
Incluso es verosímil una relación con HARASE (cf. Prósper y Villar 2009: 7 y 22).
26
De este modo, además, NO queda demostrado que el tratamiento de *gh- indoeuropea sea
h-, como Prósper y Villar sostienen en la página 28 en el recuento de los rasgos fonéticos de
168
Juan Luis García Alonso
Digamos para concluir, y como respuesta a la pregunta planteada, que
tengo serias dudas de que podamos afirmar mucho acerca de un supuesto
tratamiento fonético de las oclusivas sonoras aspiradas indoeuropeas en lusitano incompatible con el céltico. Para empezar porque no conocemos con
seguridad la etimología del término ifadem, el más significativo. Y para continuar porque las oclusivas sonoras intervocálicas, que vemos desaparecer27
en antropónimos, etnónimos y teónimos occidentales28, para ello sin duda
pasaron antes por una etapa como fricativas, al modo britónico29, con lo que
no es descartable una evolución de este tipo, compatible estrictamente con
la celtidad: *bh > b > ß, fonema verosímilmente reflejado por los romanos
con F30, pero también como B31. Las correspondientes e hipotéticas fricativas
sonoras secundarias sólo podrían ser reflejadas con el alfabeto latino con las
letras D y G. ¿Con H en este último caso?
Para terminar, una paradoja: si las consonantes intervocálicas de
ifadem32 procedieran de *bh y de *t respectivamente, en las etapas más
antiguas conocidas del galés33, nos las hubiéramos encontrado ya como f
(ß)34 (<*b<*bh) y d35. Curiosamente.
No pretendo afirmar, en cualquier caso, quiero dejarlo explícito y
diáfano, que debamos considerar célticas las inscripciones lusitanas. Ya he
manifestado en diferentes ocasiones (2003, 2008, 2009) que, en mi opinión,
el lusitano no es una lengua céltica. Sólo quiero señalar que no tengo fe en
la descripción que se ha hecho habitualmente del tratamiento de las sonoras
la inscripción: “Fricativización y ensordecimiento de labial sonora aspirada /gh/.” Pero sin
ofrecer una etimología para el término. Por supuesto, la solución no estaría en ofrecer una
etimología, sino en ser capaces de demostrarlo con un margen amplio de seguridad. Si no
podemos, tampoco podemos afirmar cuál es el tratamiento de las sonoras aspiradas indoeuropeas en lusitano.
27
Sobre todo la velar, como sucede también en galés medio (Evans 1964/1976: 14))
28
Podríamos citar casos como el del doblete antroponímico Medugenus-Meduenus, que
evidencian una especie de evolución de la sonora intervocálica “a la britónica”.
29
E hispánico: amatum > amado > amađo > amao.
30
F fue también la letra con la que se reflejaba en galés medio la fricativa bilabial sonora
resultado de la lenición de la b heredada (Evans 1964/1976: 9). Alternaba en la grafía con W.
En galés, como en el resto del celta, la *b y la *bh indoeuropeas confluyeron en *b antes de
sufrir nuevos cambios, como hemos visto, en posición intervocálica.
31
¿De ahí inconsistencias como IFADEM pero TREBOPALA? ¿podría ser que no sean inconsistencias, sino que el tratamiento con fricativa estuviera inicialmente reservado a las palabras
con *b intervocálica original y el tratamiento con oclusiva a las que originalmente tuvieran
*bh? También parece posible.
32
Siendo la etimología de ifadem la que fuese.
33
El antiguo (Ss. VIII-XII) y el medio (Ss. XII-XIV).
34
*oina brigantinissa > un frenhines. Jackson (1953: 561) data el final de este proceso en el
S. V., unos trescientos años más tarde de la fecha de las inscripciones lusitanas.
35
penyd < latín paenit(ens?).
Oclusivas aspiradas, celtas y lusitanos
169
aspiradas indoeuropeas en lusitano como un rasgo dialectal no céltico de
gran significación. Porque creo que realmente no sabemos cuál fue ese
tratamiento.
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